CONCIERTO

Benjamin Clementine, en 4 notas

La excéntrica forma de cantar y las extrañas estructuras de las piezas de este "vagabundo alien" tienen, como todo en la vida, un porqué

nmartorell42433323 onbarcelona benjamin clementine foto craig mcdean180313193933

nmartorell42433323 onbarcelona benjamin clementine foto craig mcdean180313193933 / periodico

Núria Martorell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nada en Benjamin Clementine es convencional. Ni su propuesta (y manera de exponerla) ni su azarosa vida. Su objetivo, dice, es intentar entender la naturaleza humana a través del arte y, sobre todo, transmitir confianza y esperanza, ya sea con música neoclásica, glam-rock, pop de cámara, algo de hip hop o con un clavicémbalo barroco. Eso sí, siempre descalzo, con su peculiar vibrato (a lo Nina Simone) y dando la talla (la misma que su regia figura de dos metros).

1. PRIMER PIANO Y ‘BULLYING’ EN EL COLE 

La ascendencia de sus padres es ghanesa (aunque no busques muchas influencias africanas en su música). Bejamin vivió sus primeros años en Edmonton (Reino Unido). A los 11 años tocó por primera vez un piano, el que su hermano mayor (es el menor de cinco) trajo a casa. Desde entonces es su válvula de escape (aprendió a tocarlo de forma autodidacta). Clementine fue un niño tímido e inseguro. En el instituto sufrió acoso de los matones de turno «por afeminado».

Su objetivo ya era huir (atención a la melodramática canción 'Winston Churchill’s Boy'). Nunca tuvo buena relación con sus padres. No creyeron en su pasión y pulsión artística, por lo que empezó a estudiar Derecho (duró un suspiro). Su abuela fue, en realidad, quien ejerció de «madre, amiga y diosa», dice siempre que la recuerda.

2. ‘HOMELESS’ EN PARÍS 

Benjamin recuerda perfectamente la primera vez que, con 14 años, escuchó 'Hope there’s someone' de Antony and the Johnsons (con quien le comparan habitualmente). Cinco años después, cogió las riendas de su destino marchándose a París, donde durante seis meses se limitó a sobrevivir como vagabundo. En la calle se hizo con una guitarra medio rota y con un teclado –en Youtube hay grabaciones de esa época– y empezó a tocar en el metro. Fue uno de los pasajeros  quien le propició su primera actuación en un bar. Luego vinieron más. Y en Le Carmen le descubrió un amigo de Matthieu Gazier, cofundador del sello Behind, y quien, a la mañana siguiente, le puso un contrato sobre la mesa y se convirtió en su mánager. 

3. «SOLO, EN UNA CAJA DE PIEDRA»

En París descubrió a Léo FerréÉdith Piaff y Charles Aznavour (no dejéis de escuchar su mano a mano en 'You’ve got to learn', en el disco 'Encores' del veterano y venerable cantautor).  «Fue el principio de mi vida, la de verdad», ha relatado.

En el 2012 causó sensación cuando tocó en el festival de cine de Cannes. Al año siguiente, publicó el epé Cornerstone: tres canciones a piano y voz que no pasaron desapercibidas. Sobre todo, la que bautizó el trabajo, con estrofas del tipo: «Estoy solo, solo en una caja de piedra/ Dicen que me quieren, pero todos mienten/ Estoy solo, solo en mi caja/ Y este es mi lugar, el lugar al que ahora pertenezco». En enero del  2015 publicó, por fin, su primer disco, At least for now. Tras una de sus actuaciones, se coló Paul McCartney en el camerino para decirle: «Eres brillante. Nunca dejes esto».

4. ABRIGOS DE BURBERRY Y PREMIOS

Es habitual verle con abrigos de Burberry (el director creativo de la marca es uno de sus mayores fans). Ante el piano, coloca un alto taburete (parece que toque de pie) y emociona con sus lieds contemporáneos. Tras ganar el prestigioso Mercury Prize, publicó en el 2017 I tell a fly, un trabajo inspirado por la idea de un alien/extranjero de habilidades extraordinarias (él mismo, vaya).