FESTIVAL CONNEXIONS

Que el ritmo coja el poder

Raúl Rodríguez sigue mezclando y creando estilos en la estimulante 'La Raíz Eléctrica'

Núria Martorell

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El fundamento con el que escribe, canta y habla el antropólogo y músico Raúl Rodríguez es tan profundo como original. Hace ya muchos años que se inventó, ni más ni menos, que un instrumento: el tres eléctrico (mezcla del tres cubano y de la guitarra eléctrica). Y sigue inventándose términos que describen los estilos que con total conocimiento de causa van surgiendo de su fértil creatividad, como el de la canción que bautiza su nuevo disco-libro, 'La Raíz Eléctrica'. Se trata de una  'vodoulería. ¿Te imaginas un mix de vudú y bulería? Pues eso (te prometo que luego lo cuento mejor). Este artista de pura cepa (hijo de Martirio) anda de gira con este segundo y electrificado lanzamiento en solitario. El jueves 12 de octubre lo presenta en la Sala Apolo (21,00 horas), dentro del Festival Connexions.

La pieza que elige para cantar en acústico es la única del álbum que no es de su autoría sino de Marta Valdés y se titula 'Como el domingo'. En su anterior disco ya reivindicó a esta gran cantautora cubana. "Además de ser una canción preciosa, tiene la virtud de que, como en gran parte del repertorio de Valdés, no tiene limitaciones de género, ni de tiempo, ni de lugar. Esto, técnicamente, a la hora de componer, resulta muy difícil. No tienes lugares comunes que van a tirarle pellizcos concretos a las personas. Es una manera de crear más universal y comprometida. Y hace que sus composiciones sean intemporales, motivo por el que siguen tan vivas en voces como las de Mayte Martín, mi madre o el argentino Juan Quintero".

Marta Valdés nunca publicó esta canción. ¿Y cómo diste con ella? "La encontré en una cinta de casete casera que Marta grabó en 1978. ¡Ella es un ejemplo para tantas cosas!"

TODO EMPEZÓ EN HAITÍ

El germen de 'La Raíz Eléctrica' hay que buscarlo en el viaje que realizó a Haití con el amigo Jackson Browne (con quien ya anduvo de gira con el espectáculo 'Song and son'). "Un viaje importante a todos los niveles, humano y artístico, y que formó parte del proyecto 'Song Summit'. Cuando me lo contó, me dejó claro que no quería una cumbre de políticos sino de fabricantes de canciones. Quería convocar e invocar a la creación en el lugar de la destrucción. Jackson Browne colabora con la asociación APJ (Artistas por la Paz y la Justicia), que realiza labores humanitarias: tanto construyen hospitales y escuelas en los barrios más desfavorecidos como crean una escuela de cine y de música y un estudio de grabación en el que los muchachos del lugar aprenden a producir material cultural. Y ahí que nos fuimos unos cuantos para enseñarles nuestros métodos".

Raúl y cinco artistas más de su perfil (compositores, multi-instrumentistas y productores) se presentaron con canciones a medias o todavía por crear para que los alumnos participaran en todo el proceso. Y los juntó con una inspiradora banda local. El nivel de productividad, relata, "fue asombroso". "En cinco días escribí 6 temas. Y 'Let the rythm lead' –la que canta a dúo con Jackson Browne- la saqué en un solo día, a raíz del impacto que me produjo conocer la música inédita del Caribe".

Raúl Rodríquez realizó entonces un estimulante viaje a su infancia. "Escuchándola me encontré a lo más parecido que viví y disfruté de pequeño: la rumba con guitarra eléctrica. Me remitió a Pata Negra, a Veneno, al Camarón que empezaba a electrificarse. Y entendí que yo debía dar este paso hacia la electrificación, hacia este lenguaje más internacional. Y, todo, por el sonido de las trompetas locales, las koné: conos de metal, antiguamente cañas de bambú, que dan solo una nota y la octava cuando soplas para dentro. Depende del tamaño del koné suena una nota distinta. Tengo la impresión que de ahí nació el jazz de la calle de Nueva Orleans. ¡Del sonido de una sola nota!, ¿te imaginas? Nosotros hacemos los solos buscando tratados de armonía increíbles cuando lo puedes hacer con una sola nota. El problema es que hemos perdido de vista el ritmo".

Para Raúl fue como una epifanía. "Hemos de tener el ritmo que nos gobierne". De hecho, ‘Que sea el ritmo que nos gobierne’ es también el título de otra canción. La idea (y la frase) se la cedió un guitarrista. El ritmo es la única tierra en la que podemos convivir todos –insiste-. Es la única ley que manda en el universo. ¡Hasta los planetas son piedras bailaoras!".

POLÍTICOS OBLIGADOS A COGER EL COMPÁS

Raúl Rodríguez se animó a enfocar la rítmica flamenca recuperando la electricidad. Desenfundó su tres eléctrico y se dedicó a crear letras que necesitaba expresar en ese momento. "En Haití, justo en ese momento, vi en las noticias internacionales lo que estaba sucediendo en Catalunya. Veía a unos políticos que estaban obligados a ponerse de acuerdo pero que no estaban cogiendo el compás. Y pensé: ‘Qué bueno sería que, al igual que nosotros los músicos, se dejaran llevar por el ritmo y por las ganas de compartir cuando queremos hacer una canción".

¿Qué instrumento le pondrías ahora mismo a Rajoy y a Puigdemont? "Mmmm… Les pondría en una silla, uno frente al otro, para que se miraran a los ojos y hablaran. ¿Y les sugerirías algún ritmo? "Mejor el silencio. Para que tuvieran ganas de hablar".

Para Raúl, conocer a Jackson Browne ha sido providencial. "Como diría Machado, es en el mejor de los sentidos un hombre bueno. Una estrella que se comporta como un sol. Un ser muy generoso a nivel personal y artístico. A mí me ayudó  incluso a encontrar mi voz. Aparte de aprender de su manera de hacerlo, cuando quise meter mi voz en la canción que compartimos quise hacer otra toma y empecé a abrir demasiado la voz. Él me pidió que no lo hiciera: 'Mejor que cantes como suena tu voz al hablar. Y no le hables al público, dítelo a ti mismo'. Esto me colocó en una posición diferente para poder tratar la canción de otra manera".

Raúl Rodríguez busca, y consigue, integrar la ‘antropomúsica’: integrar la antropología y la música  "Creo que el antropólogo, o cualquiera que quiera conocer realmente la música popular, tiene que meterse dentro y hacer música, aunque sea haciendo palmas. Ha de ser un garbanzo más del puchero. Y lo mismo, al revés. Un músico ha de saber el material, que no es solo suyo, con el que está trabajando. Ha de saber de dónde vienen las melodías, quiénes han participado en la creación de ese lenguaje tradicional que se nos da por puro y por terminado, cuando no es así. Son parte de un mestizaje que está en continua evolución".

No se me olvida del tema de la 'vodoulería'. "Una invención para poder unir los ritmos que vi en las ceremonias de vudú y la bulería andaluza, un ritmo de 12 tiempos que llegó con los esclavos africanos. Haití ha tenido un aislamiento tan grande y el vudú  ha sido tan prohibido que la música que ahí se toca es la más parecida a la música de los esclavos (más que la que se está tocando hoy en África). Cuando la escuché, tuve la sensación de que estaban los Farruco metidos en los tambores –ríe-. Ah, y no vi muñecos con pinchitos ni gallinas con el cuello cortado. Nada de todas esas cosas malditas que nos pretenden hacer creer que es el vudú. Lo que vi fue una fiesta con mucho amor, mucha conexión con la naturaleza y ¡mucha magia!. Y quise comprobar qué pasaba si juntaba el ritual de la fiesta vudú con el fin de fiesta de la bulería.  El resultado fue esta pieza que grabamos en los últimos 20 minutos que nos quedaban para disponer del estudio, a modo de jam".

La insaciable curiosidad de Raúl Rodríguez nos depara estas joyas. Escuchadlas con los sentidos abiertos de par en par. Y dejad que el ritmo los gobierne.