La ‘cuina’ de la yaya

La mejor cocina catalana casera de Barcelona

Guarda el reloj en el cajón. Es hora de reivindicar esos guisos caseros de ‘l’àvia’ que trascienden modas. En estos restaurantes se come la mejor cocina de toda la vida.

Los sesos de cordero a la romana son una de las delicias tradicionales del restaurante Portolés

Los sesos de cordero a la romana son una de las delicias tradicionales del restaurante Portolés / Jordi Cotrina

Òscar Broc

Òscar Broc

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Con una oferta gastronómica cada vez más variada, atomizada y modernilla, es fácil perder de vista las raíces de lo que tenemos aquí. Ahora que buceamos en un abismo de brunch instagrameable y restaurantes de sushi con espectáculo de cabaret, es el momento de reivindicar aquellos sitios que rinden pleitesía a la cocina catalana de toda la vida.

Con el respeto a la tradición como único credo, en estos comedores podrás reconciliarte con el puchero y los guisos de ‘l’àvia’ sin renunciar en ningún momento al producto de calidad. Esto es cocina casera, local, removida lentamente con amor y dedicación. Guarda el reloj en el cajón, a partir de ahora el tiempo deja de correr y solo importa ese capipota que acaba de llegar a la mesa. ¿Que si tienen kombucha? Va, coge ese porrón y calla. 

1. Bombas de racimo

Barceloneta rebozada

Una de las míticas 'bombas' de la Barceloneta, en la Cova Fumada

Una de las míticas 'bombas' de la Barceloneta, en la Cova Fumada / Instagram

Si hablamos de tapas con sello Barcelona, la bomba es el primer nombre que le viene a uno a la cabeza. Esta bola preñada de felicidad tiene su origen en los fogones de La Cova Fumada, una de las trincheras más activas contra el avance de las pamplinas foodies. Su nacimiento se remonta a mediados del siglo XX y la receta se ha mantenido en los archivos de la familia hasta ahora. La clientela que abarrota el local sigue pidiéndola como si Putin fuera a apretar el botón rojo mañana. Nada se le puede reprochar a esta esfera rebozada de patata y carne, coronada por un charco de salsa con alioli y chispa. La Barceloneta resumida en dos mordiscos. / La Cova Fumada. Baluard, 56.


2. Fricandó olímpico

Guisos en les Corts

El fricandó de Punta Anguila

El fricandó de Punta Anguila / Instagram

Aunque no sea un restaurante de cocina catalana tradicional, Punta Anguila tiene el Oscar a los Mejores Guisos de Les Corts. El chef César Ferrer es un maestro del puchero y el fuego lento, por eso combina sus ideas más creativas con platos de la ‘iaia’ de cocción eterna, raciones suculentas que reviven cadáveres. Ferrer te borda unas habitas con butifarra, unos pies de cerdo, unas albóndigas o, sin duda mi favorito, un fricandó antológico de carrillera de ternera, un apetecible y oscuro océano de melosidad al que Jaume Pastallé, en paz descanse, le pondría la nota más alta. / Punta Anguila. Fígols, 47.


3. Capipota 2.0

Ollas con fondo

Un plato de capipota de la Fonda Pepa

Un plato de capipota de la Fonda Pepa / Ricard Cugat

Si te gusta la cocina de fondo, en la Fonda Pepa seguramente perderás la chaveta. En esta casa de comidas de Gràcia se ofician rituales ancestrales alrededor de las ollas, se guisa producto de gran calidad, se materializan reducciones con ardor chamánico y se lanzan poderosos guiños a la cocina tradicional catalana. Degusto unos excelentes canelones, unas croquetas de jamón que estallan en tus carrillos como cargas de profundidad, y un plato que merece llegar a la mesa en un carro tirado por tigres. Vaya capipota, por el amor de Dios, empapado en jugos imposibles, tierno como una nube porcina, gelatinoso como un beso húmedo. Para colmo, en mi última visita se les ocurrió coronar el rectángulo con unas cocochas a modo de lazo. Regalo para el espíritu. / Fonda Pepa. Tordera, 58.


4. Macarrones ‘nostrats’

Pasta catalana

Macarrones del restaurante Monocrom

Macarrones del restaurante Monocrom / Manu Mitru

Insisto: los mejores macarrones gratinados que he probado en mi vida pertenecen a Monocrom, pequeño paraíso de vinos naturales y cocina catalana para paladares exigentes. Cualquier guiso merece ovación cerrada, pero servidor se queda con esos macarrones, con una mezcla de quesos y carnes que se degusta entre una sinfonía de gemidos incontrolables. Mucha gente peregrina al local con este plato entre ceja y ceja. Cerca de Monocrom, puedes encontrar otros macarrones gratinados dignos de mención, aunque en un contexto totalmente distinto. Es la pizzería Mucho, que entre sus platos en carta esconde unos macarrones gratinados “a la barcelonesa” con rustido de tres carnes: tan ricos que le roban protagonismo a las mismísimas pizzas. / Monocrom. Plaza Cardona, 4. / Mucho. Marià Cubí, 201.


5. Arroz para todos

Entre mar y montaña

Un arroz con gambas del restaurante Can Ros

Un arroz con gambas del restaurante Can Ros / Instagram

Visita dominical con la familia a la Barceloneta. Ansia de arroz. Objetivo: no caer en la trampa de las marisquerías para guiris. No es una misión imposible, querido Tom Cruise, porque en esta constelación de chanclas con calcetines, todavía quedan planetas en los que podrás comer como antaño. En Can Ros llevan agitando paellas desde 1908 y sus arroces están entre los más fiables de la zona. El producto es el santo y seña de una casa que factura un seco con gambas antológico y que me dejó patidifuso con un mar y montaña de libro: el arroz de calamar, navajas y tocino. Hablando de mar y montaña, en la zona alta de Barcelona, los fines de semana Bar Omar suele incluir fuera de carta unos arroces que mis padres devoran con el ímpetu de un niño ante un cubo de golosinas. No fallan nunca. / Can Ros. Emília Llorca Martín, 7. / Bar Omar. Amigó, 34.


6. ‘Cervellets’ a la romana

Fuga de cerebros

Plato de sesos de cordero a la romana del restaurante Portolés

Plato de sesos de cordero a la romana del restaurante Portolés / Jordi Cotrina

Esta ficha es para los osados. Para los que no se achantan cuando la casquería aterriza sobre el mantel. ¿Cómo puede uno irse a la tumba sin probar unos buenos sesos de cordero a la romana? Un enigma irresoluble, si tenemos en cuenta que en Barcelona puedes encontrar este delicioso plato a precios populares. Recuerdo probar unos sesos maravilloso en Can Vilaró, pero el lugar en el que más cerebros he sorbido es Portolés, legendaria casa de comidas del Eixample que se basta con una pizarra, plancha, puchero y el recetario básico de la cocina catalana más tradicional. Si eres capaz de abandonar prejuicios, descubrirás un bocado vaporoso, tierno, adictivo, rebozado a las puertas del cielo por un ejército de querubines. Casquería divina. / Portolés. Diputació, 375. 


7. La fiesta de la escudella

Historia y cuchara

Un plato de escudella del restaurante Haddock de Barcelona

Un plato de escudella del restaurante Haddock de Barcelona / Instagram

La ‘taverne canaille’ de Franc Monrabà no da tregua. Apaga el móvil cuando entres en el Haddock y disfruta de su escudella, el plato que tienen reservado para los viernes, el merecido premio a una semana de duro trabajo delante del ordenador. Monrabà es uno de los impulsores de la Cofradia de la escudella y la ‘carn d’olla’, una receta que ha preservado como una reliquia en sus fogones y que congrega a incontables adictos a la autenticidad. / Haddock. València, 181.


8. Garbanzos legendarios

Buena mesa

Garbanzos con butifarra de la Bodega Sepúlveda

Garbanzos con butifarra de la Bodega Sepúlveda / Albert Bertran

Difícil será que encuentres en la Bodega Sepúlveda algo que no te satisfaga. Si te gusta la buena mesa, en esta santa casa te recibirán con platos de cocina catalana que trascienden modas. Qué buenas las croquetas, la esqueixada, cualquier plato que lleve huevos, las albóndigas con calamar… Y qué delicia entregarse a sus garbanzos con butifarra, uno de esos platos que reverberan en tu mente incluso después de levantarte de la siesta. Haz sitio en tu estómago (para el postre) y en tu agenda (para la cabezada de hora y media). / Bodega Sepúlveda. Sepúlveda, 153.


9. Albóndigas marineras

Tradición ante todo

Los caracoles, un manjar de Cal Estevet

Los caracoles, un manjar de Cal Estevet / Instagram

Ay, mamasita, los canelones: un viaje al pasado sin necesidad de acudir a Marty McFly. Y esos caracoles de la casa, por favor. Por no mencionar la ensalada de capipota, seguramente mi plato favorito. Estás en un tocho lleno de historia. Se llama Ca l’Estevet, se halla en el corazón del Raval y su cocina catalana de toda la vida es el mejor regalo que puedes hacerte después de una mañana de perros en la oficina. Aquí se viene con el estómago vacío o no se viene. Porque no podrás resistirte a sus míticas albóndigas con sepia y gambas, porque antes te habrás zampado unas habas a la catalana, tripa, fricandó con setas y lo que los camareros de uniforme dispongan. A diferencia de la pandemia, de Ca l’Estevet saldremos mejores. / Ca l’Estevet. Valldonzella, 46.


10. 'Galta’ tensión

Porrón y manta

El Gelida, una casa de comidas que no necesita presentación

El Gelida, una casa de comidas que no necesita presentación / Instagram

Cuesta entender por qué nadie le ha concedido la Medalla de Oro de la ciudad a la carrillera de cerdo al horno del Gelida, una casa de comidas que no necesita presentación. Si encuentras sitio, podrás disfrutar de uno de los máximos exponentes de cocina catalana tradicional de la ciudad a precios de risa. Todos los guisos te dejarán noqueado, desde el fricandó al capipota, pasando por las lentejas. ¿Necesitas llevarte el Gelida al curro? Bocata de fricandó y a volar. / Gelida. Diputació, 133. 


11. Encasada de postre

Repostería catalana

'Encasades' de la pastelería La Colmena

'Encasades' de la pastelería La Colmena / Instagram

No hay postre más barcelonés que la encasada o enquesada. Es tan vintage, que cuesta Dios y ayuda encontrar comercios que lo fabriquen y lo vendan. Una de las pocas trincheras que se atreven con este dulce relleno de requesón es la pastelería La Colmena. En este local histórico tienen la buena costumbre de mantener viva la tradición de la encasada, un dulce que, según cuentan los escritos, fue ingerido por Albert Einstein durante su visita a Barcelona a principios del siglo XX. En La Colmena se venera la pastelería catalana de toda la vida, y si no te van las encasadas, siempre podrás recurrir a un búlgaro o a una sara y dejar que pasen los minutos de esa cosa que llamamos vida. / La Colmena. Plaza de l’Àngel, 12.

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