Toma pan y moja

Hay una pasa de ‘no-show’, por Òscar Broc

Se han disparado los maleducados que reservan mesa, no pueden ir y, por alguna razón que solo su cerebro de chorlito comprende, no cancelan

Mesa vacía

Mesa vacía

Òscar Broc

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En las últimas dos semanas, se ha disparado el mercurio. Y no hablo del calor, sino de los maleducados que practican el ‘no-show’, es decir: reservan mesa, no pueden ir y, por alguna razón que solo su cerebro de chorlito comprende, creen que están por encima de futilidades como llamar al restaurante y cancelar. “Ya se las apañarán”. Parecía que estaban bajo control, pero excitados por el fervor postpademia, está claro que se han desmelenado. 

El 18 de junio, Oriol Ivern Bondia del restaurante Hisop anunciaba que pedirá tarjeta para reservas a partir de 5 comensales, después de unas últimas semanas con varias incomparecencias sin cancelación. En los comentarios de otros cocineros, puede apreciarse que es una tendencia en boga. De hecho, poco después, otro restaurante de bandera, Monocrom, también se quejaba amargamente en las redes del mismo problema. Suma y sigue. 

No hace falta ser un genio para entender que un ‘no-show’ es un puñetazo en el libro de cuentas de cualquier restaurante que se precie. Pero también una falta de respeto hacia el trabajo de unos profesionales que jamás tratarían al cliente con esta displicencia. 

Contra el cretino

Pero a la gente le da igual. Hace unos años que detecto una pérdida creciente de valores, educación y empatía por parte de los clientes de restaurantes. Quizás es un reflejo de una sociedad en decadencia, y aunque huela a batalla perdida, hay que intentar atajar los ‘no-shows’ con todas las armas, porque se están extendiendo como una nueva ola de covid. 

En esta tesitura, tocar el bolsillo del cretino es una buena opción, por supuesto, pero yo iría más lejos. Como hacen los casinos con los tramposos, vetaría la entrada de los ‘no-showers’ ad infinitum. Tan fácil como memorizar el teléfono móvil desde el que se hizo la reserva y, cuando semanas después, el cretino vuelva a intentarlo desde el mismo número, responderle con suma educación: “Estimado señor, váyase usted a la…”.  

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