Toma pan y moja

Se llama colomba | El artículo de Òscar Broc

Podría considerarse la metadona del ‘panettone’: es irresistible, golosa y pelín adictiva

colomba

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Òscar Broc

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Si por mí fuera, habría panettone todo el maldito año. En un mundo justo, en un Edén inalcanzable, este pan dulce italiano no solo se ceñiría a las festividades navideñas, sino que se consumiría toda la temporada. Por decreto oficial. Sí, también en los meses de verano, en plena canícula. Y en todas partes. En el cine. En el Camp Nou. En la playa: ¡Mojito, bier, panettone, amigo! 

Pero el mundo es un agujero infecto e injusto. Por eso tan solo tenemos panettone cuando llega Papá Noel. Afortunadamente, los italianos se las saben todas. ¿Morriña de panettone? Tranquilo, ragazzo, que para Semana Santa nos sacamos de la chistera la colomba de Pascua y por fin dejarás de rascarte y padecer extrañas alucinaciones. 

Una paloma blanca

Efectivamente, la colomba podría considerarse la metadona del panettone. Nunca será tan potente como su hermano mayor, pero es una pieza irresistible, golosa y pelín adictiva. Tiene forma de paloma, un glaseado sensual en la superficie, y un placentero perfume de naranja, frutos secos y mantequilla. Huelga decir que su masa recuerda muuucho al panettone. Tanto que salva muchas vidas.  

Que nadie lo dude, la mejor forma de superar el delirium tremens panettonero y llegar cuerdo a las próximas Navidades es hacerse con un par colombas estos días de contrición, atrancar puertas, bajar persianas y devorar la mandanga a dos carrillos hasta caer inconsciente. Pero que los italianos no se vengan arriba. Por mucha metadona del panettone que sea, la colomba jamás podrá competir con un estupefaciente mucho más poderoso, la reina de la Semana Santa española, el terror de nutricionistas y endocrinos: se llama torrija.

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