Toma pan y moja

El artículo de Òscar Broc: La sala importa

Ahora que se lleva lo del “¡hey!, ¿qué tal chicos?”, el concepto de hospitalidad de La Estrella es más necesario que nunca

Broc

Broc

Òscar Broc

Òscar Broc

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El otro día estuve en el restaurante La Estrella (Ocata, 6). Hacía tres años que no lo visitaba, tres años que, con una pandemia de por medio, parecen tres largas décadas. Se me había olvidado que todavía existen casas como esta, con una filosofía de club en peligro de extinción y un mantra irrenunciable: hospitalidad y buena mesa son dos caras de la misma moneda. 

Qué forma de tratar el producto de temporada. Vaya alcachofas rellenas de brandada con gambas y sus jugos. Vaya arroz meloso con sepietas y habitas. Pero no es la sublime cocina de La Estrella lo que me ha llevado a teclear esta columna, sino el exquisito trato que Jordi dispensa desde hace incontables años a todas las mesas sin excepción, una forma de conducir la sala y cuidar el cliente que debería ser asignatura obligatoria en todas las escuelas de hostelería.

Polvo de estrella

Ahora que se lleva lo del “¡hey!, ¿qué tal chicos?”, el concepto de hospitalidad de La Estrella es más necesario que nunca. Se imponen la discreción y cercanía de un encargado de sala que te explica dónde estás, te relata las bondades y procedencia de cada producto y te canta los platos fuera de carta desde la erudición y educación más exquisitas, sin el menor rastro de impostura. Cuando su papel termina, Jordi desaparece como un ninja y tiene la virtud de emerger solo cuando realmente le necesitas.

A lo mejor no se llama Jordi, nunca le preguntado el nombre ni lo haré. Lo importante es que sus atenciones forman parte de la mitología de la casa. Restaurantes como La Estrella nos recuerdan la relevancia de la sala y sus profesionales, siempre oscurecidos por el glamour de los fogones. Jordi se despide: “Gracias por habernos elegido”. No hay pompa. No hay camareros enrollaos. Solo está Jordi, impecable, sabedor de que, por mucho que vuelvas a casa, nunca te sentirás mejor que en su restaurante. 

Suscríbete para seguir leyendo