TOMA PAN Y MOJA

Menos rúcula, por favor

Este vegetal ha ganado la partida sin que nos diéramos cuenta y está conquistando ya uno de nuestros últimos bastiones: el bocata

Plato de rúcula

Plato de rúcula / Farhad Ibrahimzade (Unsplash)

Òscar Broc

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¿Qué os pasa con la rúcula?¿Qué tienen esas hojas verdes para que os vuelvan más locos que el cannabis? No tengo nada en contra de ella, antes al contrario, hubo un tiempo que formó parte de mis ensaladas caseras... Sí, lo confieso, yo fui 'ruculista', pero me he dado de baja.

Consumida en dosis justas, la rúcula tiene su punto, te acaricia la lengua con sus hojas dentadas, te deja un leve poso de amargor en el paladar, puede convertir una ensalada excrementicia en algo digerible. Es un milagro, dicen, no un alimento: le sobra fibra y le faltan calorías, ayuda a gestionar la diabetes y, si te la comes en pelotas bajo la luz de la luna, te cura la calvicie... Me parece maravilloso pero, por favor, dejad de ponerla en todas partes.

'Canigó' de rúcula

Poca cosas resultan más descorazonadoras que un bol lleno de rúcula, con tres tomates cherry cortados por la mitad y cuatro lascas de queso (supuestamente) parmesano. Esta omnipresente ensalada es la cumbre del delirio al que nos ha abocado el uso y abuso de esta crucífera.

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Por otra parte, desconozco si en Italia sepultan la pizza bajo paladas de rúcula, pero en Barcelona tienes que poner el radar en estado de alerta máxima. Si te despistas a la hora de pedir, te llegará a la mesa un intimidante 'Canigó' de rúcula que te obligará a usar un casco con linterna para encontrar la pizza y una pala para apartar los hierbajos.

La rúcula se ha convertido en un comodín. Genera una falsa ilusión de frescor, tiene el favor del 'coolness healthy', ha ganado la partida sin que nos diéramos cuenta y está conquistando ya uno de nuestros últimos bastiones: el bocata. "Manolo, una Voll-Damm, unos chocos y un pepito sin rúcula, repito: sin rúcula, por favor". Este es el futuro que nos espera.

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