Toma pan y moja

Las patatas muertas del ‘delivery’

Estamos en 2021 y todavía nadie ha conseguido evitar que un alimento tan fundamental en una ingesta hogareña de comida basura llegue siempre en un estado tan deplorable

Glovo deliver rider passes through a pedestrian area in Barcelona  Spain  February 23  2021  Picture taken on February 23  2021  REUTERS  Albert Gea     TPX IMAGES OF THE DAY

Glovo deliver rider passes through a pedestrian area in Barcelona Spain February 23 2021 Picture taken on February 23 2021 REUTERS Albert Gea TPX IMAGES OF THE DAY / ALBERT GEA

Òscar Broc

Òscar Broc

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El ‘delivery’ es como 'Sálvame', nos colgamos medallas condenándolo, pero quien más quien menos ha vendido un cacho de su alma al diablo alguna vez, que nos conocemos. Tampoco hay que darle más vueltas, es muy posible que los detractores del ‘delivery’ te muestren sus zapatillas fabricadas por niños en algún suburbio asiático y acto seguido te abronquen por pedir una pizza y contribuir a la explotación de los ‘riders’. Un clásico de nuestro tiempo. 

Pero dejémonos de contradicciones capitalistas y entremos en uno de los abismos más profundos del ‘delivery’. Me anonada la rapidez con la que ciertos restaurantes se las han apañado para que sus platos lleguen a tu casa en perfecto estado. He tenido la suerte de probar comida a domicilio de una calidad impensable hace apenas un año (La Mundana como ejemplo más claro), pero sigue habiendo una laguna insalvable. Un problema gordo. Dramático. Las dichosas patatas fritas. 

La newsletter de On Barcelona

Dicen que si activas esta newsletter delante de un espejo a medianoche, se te aparece Pocholo y te lleva de fiesta. Ana Sánchez te descubre cada semana los planes más originales de Barcelona.

Suscríbete

Sauna con ketchup

Es imposible disfrutar de buenas patatas fritas a domicilio. Estamos en 2021 y todavía nadie ha conseguido evitar que un alimento tan fundamental en una ingesta hogareña de comida basura llegue siempre en un estado tan deplorable, como si esas patatas hubiesen participado en las Guerras Clon antes de presentarse en tu casa. 

El drama es real. Abres la caja y aquello parece una sauna finlandesa, los vapores se pegan a tus gafas y, cuando puedes ver algo, te topas con una masacre amarillenta; patatas agonizantes, flácidas, ahogadas en su vapor y gritando que alguien les aplique la eutanasia. Sueño con una solución, con un simple envase que las preserve, con la reconfortante sensación de llevarme una patata frita, y no el meñique amputado de un zombie, al gaznate.  

Suscríbete para seguir leyendo