Toma pan y moja

Resaca sin anchoas

Se han inventado cien mil gilipolleces para superar los estragos de la resaca del 1 de enero, pero solo hay un remedio infalible: una pizza post-taja

Pizza

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Òscar Broc

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Un batido reparador de escupitajo concentrado de llama, flor de loto, espinacas silvestres regadas con agua de glaciar y chia regurgitada por un okapi. Unos huevos Dirk Benedict de gallina salvaje del Kilimanjaro con siete centímetros de salsa holandesa. Un cubo de Coca-Cola. Un lanzador de pelotas de tenis con aspirinas dentro… Aficionados. Se han inventado cien mil gilipolleces para superar los estragos de la resaca del día 1 de enero y, a mi modo de ver, solo hay un remedio infalible. No es un batido verde. Seguramente has intimado con ella muchas más veces que con tu pareja. Está aquí, a tu lado, y responde al nombre de pizza.

Cuando el día 1 de enero me despierto con un martillo hidráulico en la cabeza y consigo arrastrarme de la cama al móvil, mi primer pensamiento coherente tiene forma de pizza. Mis dedos operan solos en el teclado, como los tentáculos de un pulpo beodo, y encuentran rápido alguna pizzería abierta. La espera es dura. La agonía en el sofá doblegaría a un marine. Alucinaciones de pizzas empapadas de tomate y mozzarella hasta que el repartidor me saca del delirio. 

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Pizza versus Paracetamol

Contra la resaca de fin de año, esponjosidad y umami: una pizza post-taja es como lanzar una esponja industrial en un orinal lleno de culos de botella. Es una burbuja de indescriptible felicidad en pleno calvario, un alto en el camino durante una tortura salvaje. Cada fin de año, me prometo no ceder al garrafón, pero siempre acabo cayendo en sus garras. Y tengo la inquietante sensación de que el 31 de diciembre me abrazo a la melopea solo para disfrutar al día siguiente de esa pizza grasienta y sanadora. Brindo, pues, por un 2021 con burrata y sin anchoas. 

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