TOMA PAN Y MOJA

Pollo a l'ast y 'tortell'

Siempre cabalgan juntos y ni una amenaza de ataque nuclear inminente evitaría que los barceloneses saliéramos el domingo a por ellos

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Òscar Broc

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La pandemia ha cerrado restaurantes y bares, ha puesto a prueba la creatividad empresarial de los chefs, ha reinventado nuestra forma de relacionarnos con la hostelería, bla, bla, bla. Un desastre todo, pero mientras media Barcelona marcaba el número de Goxo y la otra media aprendía a freír un huevo, en las calles de muchos barrios, dos supervivientes permanecían impasibles a la oleada vírica, inmunizados, como si nada hubiera ocurrido. Hablo del pollo a l’ast y el ‘tortell’. Siempre cabalgan juntos y ni una amenaza de ataque nuclear inminente evitaría que los barceloneses saliéramos el domingo a por ellos.

Qué gozo pasear por una Barcelona distópica y ver a señoras con permanentes punsetianas, matrimonios desquiciados y socios septuagenarios del Barça atrapados en la espiral hipnagógica que dibuja el giro perpetúo de los pollos en el asador. Ya han comprado el ‘tortell’, que pende de sus dedos gracias a un juego de nudos y cordeles que solo las pastelerías de barrio dominan. ¿Covid? Nada ni nadie nos quitará a los catalanes el apego irracional a este combo atávico tan rematadamente ‘nostrat’.

Apocalipsis

Así que no me hables de pizzas, burgers o sushi, porque los auténticos supervivientes de esta pandemia son los ‘tortells’ y los pollos a l’ast (que le pregunten a Nando Jubany). Son indestructibles y ahí seguirán cuando llegue el próximo virus o el próximo holocausto nuclear. Son nuestro legado, junto a los discos de Joan Capri. Me pregunto qué pensará la civilización alienígena que desentierre los despojos de Barcelona, cuando, entre los ruinas, detecte mi cadáver con todo el ‘rigor mortis’ concentrado en las manos… para no soltar un pollo a l’ast y un ‘tortell’ fosilizados.

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