TOMA PAN Y MOJA

¿Quién pincha en este restaurante?

Las cenas house son una tortura. Y qué decir de los restaurantes que contratan a DJs para amenizar la cena. Aquí no hay escapatoria

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Òscar Broc

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Un restaurante no es una discoteca. Lo aprendimos por las malas después del ‘bluff’ de los restaurantes-lounge-club o como diablos se llamaran; intentos de fusionar mesa y ‘boîte’ que, bajo un halo de aparente exclusividad, acabaron convirtiéndose en efímeros monumentos a la horterada. 

Afortunadamente, de esta calaña ahora apenas quedan cuatro espacios mal contados que atraen a guiris, futbolistas, nuevos ricos y cenas de empresa. No obstante, ha perdurado un tic que todavía aqueja a algunos restaurantes: poner música house a toda hostia durante la cena, como si necesitaras a David Guetta columpiándose en tu tímpano para disfrutar plenamente de un pollo a la pepitoria. 

Una fusión de estrella Michelin y Psicódromo

Una fusión de estrella Michelin y PsicódromoLas cenas house son una tortura. No puedes comer tranquilo con la última de Erick Morillo horadándote el cerebro. Cada cosa a su tiempo y en su lugar. La electrónica ibicenca y las luces de pub aniquilan cualquier atisbo de intimidad; las ráfagas de disco-funk entierran la conversación en un alud de subidones y falsetes; ¿cómo es posible que haya gente que coma a gusto con una ‘playlist’ del Matinée en el hilo musical?

Y qué decir de los restaurantes que contratan a DJs para amenizar la cena. Aquí no hay escapatoria; ¿cómo vas a pedirle al camarero que baje la música? En esta tesitura, me asombra que no se haya inventado todavía una fusión de estrella Michelin y Psicódromo. Un nuevo concepto, con Nando Dixkontrol pinchando Front 242 a un volumen atronador y narrando los platos a los comensales micro en mano: “¡Hey peña, ahora llegan las esferificaciones de GHB, el falso ceviche de tripi y el pichón con escabeche de ‘speed’!”. O se hace bien o no se hace.