UN 'WINE BAR' DISTINTO
La Catalista: tragos de aquí, bocados de allá
Este restaurante sirve vinos de pequeñas bodegas catalanas que marida con platos con guiños internacionales ideados por Laila Bazahm (Hawker 45)
Ferran Imedio
Periodista. Redactor del canal Cata Mayor
Periodista barcelonés apasionado por su trabajo que lleva casi tres décadas escribiendo en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, donde ha pasado por las secciones de El Día por Delante, Sociedad, Gran Barcelona, Deportes, Exit e Icult. Ha sido coordinador de las páginas de Motor, responsable de Gente y de las páginas de gastronomía Gourmet's.
Ferran Imedio
A La Catalista hay que ir a jugar. Hay pocas reglas, y una de ellas es que solo probarás vinos catalanes, de pequeños productores, biodinámicos y ecológicos. La otra es que podrás maridarlos con platos que salen de la cocina, ya sea siguiendo las recomendaciones que vienen escritas en la carta o yendo por libre y pidiendo la botella, la copa o la media copa que te interese con la receta que te apetezca.
Así es este pequeño y coqueto ‘wine bar’ de la calle de Carders, 11, en el Born, que regenta la sumiller tejana Erin Nixon y que cuenta con las recetas de la filipino-brasileña Laila Bazahm (Hawker 45), talentosa representante de la cocina fusión que aquí ha ideado platos reconocibles con guiños de más allá de nuestras fronteras.
A partir de 3,5 €
A partir de 3,5 €A La Catalista se puede ir a tomar una copa (cuestan a partir de 3,5 € pero tienen unas cuantas del día, entre 5 y 7 €) o a comer, tapear, merendar o cenar algo. Opciones hay, y todas interesantes porque Nixon suele visitar las bodegas de cuyos vinos vende en el local (por eso explica tan de primera mano y con tanto cariño cómo los hacen), y porque el maridaje con los platos suele ser acertado. De ahí que una buena decisión sea escoger la llamada La Catalista wine flight, para catar tres medias copas a mitad de precio de una copa, o hacer el Chef meal flight, con el que probar tres medias porciones con tres medias copas.
Tres ejemplos de maridajes: el cava Castell d’Age 1988 brut nature reserva ayuda a sofocar el ardoroso ceviche de atún con emulsión de ‘kimchi’, crema de rábano picante, manzana y ‘tarama’ (una preparación típica de Grecia y Turquía que a base de huevas de pescado prensadas con sal); el blanco Ikigall 2018 (Penedès) encaja con las vieiras salteadas con coliflor asada, berenjena y vinagreta egipcia ‘dukkah’ (a partir de frutos secos y semillas), y el goloso Loidana 2018 de Marco Abella (Priorat) parece nacido para ser bebido con los canelones de ternera a la barbacoa con bechamel de pimientos y mole poblano.
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