toma pan y moja

En este restaurante me conocen

Cuidado con el flipao de los restaurantes: un choque imposible entre Laporta y Pipi Estrada

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Òscar Broc

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Si acostumbras a ir a restaurantes, enseguida identificarás al sujeto. Lo has visto muchas veces. Sabes de qué pie calza. Si, por el contrario, eres una persona impresionable y solo comes fuera cuando hay luna llena, te tragarás su pantomima y saldrás del restaurante pensando que, en este mundo de ganadores, pintas menos que el presentador que le aguanta el bolso a Ana Rosa Quintana. 

Cuidado con el flipao de los restaurantes. Suele llevar americana de algodón, pulseras de piel, tejanos ligeramente descoloridos y zapatos. Es la imagen del triunfador casual, un choque imposible entre Pipi Estrada y Joan Laporta. Suele llevar pelo de rico, es decir, unas choyas engominadas que le brotan del pescuezo como cardos borriqueros. Y su colonia y bronceado te cegarán como si fueran gas pimienta.

El flipao se mueve por el local como si estuviera en su casa

El flipao  se mueve por el local como si estuviera en su casaEl flipao de los restaurantes se cree que entiende de vinos, pide botellas de 50 euros, hace gárgaras con el caldo y choca el puño con el sumiller. Mira de reojo a los otros clientes y confunde sus caras de vergüenza ajena con rictus de admiración. Hará todo lo posible para que le oigas, le veas y te convenzas de que es un tipo muy importante (y tú no).

El flipao de los restaurantes saluda a los camareros como si hubiesen sido compañeros de batallón en la guerra de Corea. Abrazos aparatosos, palmadas en la espalda ensordecedoras. Se mueve por el local como si estuviera en su casa. Se mete en la cocina sin permiso para pellizcarle los mofletes al chef. No te dejes engañar por su puesta en escena y ni se te ocurra comer con él: segundos antes de que llegue la cuenta, dirá que tiene un apretón y dejará pasar los minutos en el váter hasta que hayas pagado esa cena que te había prometido que os saldría gratis, «porque en este restaurante me conocen».