adalid de la 'retrogastronomía'

Colibrí: una taberna a la contra

Este restaurante quiere seducir al barcelonés en pleno meollo turístico de la Barceloneta a base de tapas y arroces de los de toda la vida

Restaurante Colibrí

Restaurante Colibrí / periodico

Ferran Imedio

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Sergio Gil fue insumiso. Y esa manera de enfrentarse a la vida y a sus injusticias le ha llevado ahora a abrir Colibrí en pleno meollo turístico de Barcelona (paseo de Joan de Borbó, 6) con la intención de seducir al cliente local -se entiende por injusticia que el barrio marinero se haya convertido en coto casi exclusivo de guiris-.

Como los responsables de otros locales del barrio (L’ÒstiaBivio...), este antropólogo, restaurador y chef intenta ganarse a la gente de aquí, a la que aprecia una buena bomba de la Barceloneta, a la que disfruta con la negrura de una croqueta de chipirones en su tinta, a la que no se deja engañar con cualquier paella.

Movimiento Slow Food

Y eso propone en el local de esta avenida: ensaladas, tapas y platillos, arroces, cervezas y vinos a copas. Siempre con productos de proximidad, como el pescado de la lonja de la Barceloneta y las verduras de su huerto, dado que Gil pertenece al movimiento Slow Food.

La "retrogastronomía" que propugna Gil se traduce en una carta sencilla y directa, no muy larga, en la que destacan, además de los platos citados, los mejillones al vapor, las patatas bravas, el pescaíto frito, los pulpitos con cebolla, la sepia a la plancha, los huevos rotos con chorizo y las albóndigas con tomate. El nombre de Colibrí pesa, ya que es heredero de aquel establecimiento homónimo que abrió en los años 40 en la calle de la Riera Alta.

"Quiero contribuir a la recuperación gastronómica y social del paseo para la gente de Barcelona", proclama el empresario, que hace un guiño al cliente local con una decoración llena de detalles que retrotraen al pasado más auténtico, desde la moto colgando del techo hasta las fotos de una Barceloneta de finales del siglo XIX y principios del XX, pasando por unas mesas redondas de mármol y unas sillas de madera que recuerdan a las de las bodegas de toda la vida. Porque eso pretende ser Colibrí, una taberna de barrio.  Lo está logrando. De momento, ya es la sede social del coro de La Salseta.