LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

El Cinco: mucho baile, sexo, noche y comida

Josep Armenteros, expastelero de Gaig, monta su primer restaurante en lo que fuera la sala BeCool

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Pau Arenós

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[El Cinco ha sido trasladado al club. Su lugar lo ocupa el Bar Sideral]

Este local, antes de ser El Cinco, ha vivido mucha noche, mucho humo, mucha ginebra, mucho sexo, mucho baile, mucho frote, mucho sudor, mucho ritmo, mucho desparrame, mucha felicidad, y mucho arrepentimiento entre los noctívagos en las mañanas de resaca. Los rayos de la bola de discoteca han picoteado miles de cuerpos. En 1972 fue Don Chufo y en el 2006 se reencarnó por última vez como sala musical: BeCool. Hace diez meses, el cocinero Josep Armenteros y los jefes de BeCool comenzaron a dar forma a El Cinco, que en el sótano esconde un club, El 5 (ay, la extraña lógica de los diseñadores gráficos), heredero tranquilo de las discotecas que lo precedieron y que deja con la boca abierta. De aire británico, se llenará de modernos con estilosos bigotes y botines de enceradas puntas.

Conocí a Josep en los años 90, cuando trabajaba en Gaig de Horta, donde fue pastelero al principio y mano derecha de Carles GaigCarles Gaig después. Capacitado y emprendedor, fundó una empresa de asesoría y los cursos 'online' Creative Signatures. Debuta como chef en solitario en El Cinco -se refiere a la dirección-, en una ciudad que tiene un Uno y un Le Cinq, y tuvo un Cuatro y un 3. No recuerdo ningún Seis.

Los mediodías, solo menú; y los servicios de noche y del fin de semana, carta: ambas fórmulas demuestran que Josep es un chef solvente, curtido y que no necesita demostrar su valía con platos histéricos como algunos cocineros bisoños y apremiados por la fama exprés.

En la planta a pie de plaza, grandes ventanales para atrapar la luz de invierno y unas mesitas demasiado juntas: poca intimidad. Bebo el tinto Sindicat La Figuera 2016, una garnacha sin sustos. Agua osmotizada: lo que hace poco era excepcional es ahora (agua) corriente. Panes de Bonblat y Triticum.

«Cocina de raíces con guiños a lo de fuera», define Josep. «Un vínculo con lo tradicional», remacha. Ofrece «cinco platos con verduras» porque tiene fe en lo verde y «porque lo demanda el público». La revolución en marcha es la vegetal, que no vegetariana.

Comienzo con una ensalada completísima, un trabajo en torno a lo rojo (tres clases de tomates -diría que el kumato no está en su punto-, fresa, remolachas, frambuesa, rabanitos...) con espuma de albahaca y semillas fritas de chía. Pregunto y ha metido «14 frutas y verduras». Sigo: el punto de la caballa es excelente y los encurtidos y la berenjena ahumada la acompañan sin agredirla.

{"zeta-legacy-video-barcelona-100":{"videoId":"1483943"}}Mar y montaña de primera, guiso de lujo: vieiras con 'peu de porc' a rectángulos (necesita más), fondo gelatinoso y unos hilos de guindilla que le dan un toque granuja. El postre es apoteósico: torrija de 'panettone' con helado de vainilla. Como dicen en las webs cuquis: «¡Reservad espacio para los postres! ¡Son deliciosos, amigas/os!».

Cinco razones para comer en El Cinco.

1. Descubrir como cocinero a un insigne repostero.

2. Apreciar en los platos la sensibilidad y seriedad de alguien que conoce el oficio.

3. Sorprenderse por los 800 metros cuadrados de montaje.

4. Recrearse en la nostalgia discotequera de Don Chufo o Nitsa.

5. Golfear en el club El 5.

Y la 6: mucha noche, sexo, felicidad, ritmo. Ningún arrepentimiento.