LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Nobook: Naranjito y la cocina grafitera

Un restaurante diferente que saca la cabeza naranja y chillona con una oferta de cocina callejera 'indoor'

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PAU ARENÓS

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[Nobook ha cerrado. Este era el final de la crónica: "Si lo tuyo es la quietud, el mantel blanco, el entrecot y el camarero con pajarita, mejor no entres"]

Cuando después de comer en Nobook colgué un vídeo en Instagram, tuve varias respuestas: citaban a David Muñoz y StreetXo. Por WhatsApp, al propio David le parecieron «evidentes» las similitudes. A mí también, así que pregunté al cocinero del establecimiento, Mariano Citterio. Aló, Mariano, ¿qué dices? «El concepto no es mío, no lo creé. Pero la carta sí que es mía: no hay ningún plato que se parezca. Soy un seguidor de David. Me encanta lo que hace».

Superada la parte administrativa explicaré que me gustó Nobook, a pesar de que no soporto la música atronadora, los uniformes naranja a lo presidiario desasosiegan y algunos platos hay que bandearlos de elementos superfluos. ¿Qué me agradó? Lo singular de la oferta en una Barcelona monótona, el potencial de Mariano como chef (ex Disfrutar) y los cócteles, con algún exceso escénico, de Andreu Estríngana.

Uno de los dueños es el cocinero Iker Erauzkin, que dirige el comedor semi secreto de al lado, Uma, «espacio exclusivo y de reducidas dimensiones», según cuentan en la web.

Me senté en la barra («una barra en la que pasan cosas», soltó Mariano) y, ante mí, la cocina abierta y del color de Naranjito después de estrellarse contra la pared.

Me entretuve contemplando los emplatados. Los cocineros tiraban líneas de salsa sobre papeles parafinados. Otra usuaria de Instagram, al ver el citado vídeo, escribió: 'Like a graffiti!!'. Vale: podría ser un título. Pensé en StreetXo, cierto, pero también en el celebérrimo postre de Grant Achatz (del año 2010), una piña colada con ron que va creciendo ante los comensales con decenas de elaboraciones.

Cocina callejera 'indoor' (sí, eso tan raro), me saludaron con un excelente ceviche de caballa con nieve de ají amarillo. Rico y guarro: bocata crujiente con gambas, cerdo ibérico y mayonesa de miso (le sobraba la decoración de camarones). Sin dejar las gambas, apareció la buena sopa thai con su punto de picante y un 'dumpling' relleno del crustáceo. Buen punto para el pulpo rebozado con palomitas, acompañado por choclo, crema de maíz y huitlacoche (me ahorro la broma del nombre: pop corn).

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Excelente salsa anticuchera para la vieira, en compañía de otras muchas cosas. Aparecía ahí el agujero negro de Nobook: unos complementos anulaban a los otros. Ocurría, sobre todo, con la lata de los makis de salmón en tempura: un lío (y eso que se trataba de un servicio con valor sentimental para Mariano). Imposible saber qué era lo principal y qué lo secundario.

El pez mantequilla con praliné y pomelo (para mí una combinación desacertada) padecía de otro mal: la inestable concha que lo sustentaba.

Cuatro cócteles: ron, lima, pepino y menta (bueno), margarita embotellada (original, aunque sobraba la flor 'sechuan button' en el borde de la copa porque adormecía los labios); vodka, remolacha y frambuesa y, el último, piña colada para acompañar el único postre, con la misma fruta caramelizada y palomitas nitro de coco.

Si lo tuyo es la quietud, el mantel blanco, el entrecot y el camarero con pajarita, mejor no entres.

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