Conde del asalto
En la feria de discos
Hay tanta diversidad de locos de la música como matices de blanco sabe nombrar un esquimal
Miqui Otero
Escritor
Hay más tipos de personajes en una feria del disco que en la novela 'La feria de las vanidades'. Esto es, muchos. Es posible que desde fuera parezca que todos los que van son iguales (también nos lo parecen los turistas orientales), pero hay tanta diversidad como matices de blanco sabe nombrar un esquimal.
El pasado fin de semana se celebró la trigésima edición de la Fira Internacional del Disc de Barcelona y en la Estació del Nord entraron locos de la música tan diferentes que, como mucho, tenían en común las yemas de los dedos: después de tocar tanto vinilo de segunda mano, podrían, sin necesidad de tinta extra, dejar las huellas dactilares en la comisaría (después de haber ser detenidos por haber llegado a las manos, o al arma blanca, en una discusión sobre si son mejores los The Beat ingleses o los americanos).
Tenemos, por ejemplo, al Ojeador. Se pasea por la feria con aire de exhibicionista con gabardina. Casi no toca discos, porque, en realidad, no sabría qué llevarse. La variante de este sujeto es el que, ocasionalmente, se acerca a uno de los vendedores y le pregunta si tiene algo de un grupo llamado los Beatles. Uno que es rojo. O uno que es azul. Probablemente ha llegado a la feria por aburrimiento. Los veréis con el ceño fruncido escrutando la cubeta de bandas sonoras y saldos de Willie Nelson o Julio Iglesias.
Tenemos, también, el modelo Urraca. También merodea, pero es porque sabe exactamente lo que busca. Su gesto se mantendrá pétreo si encuentra alguna joya, porque hace tiempo que sabe que la forma de que no le suban el precio de un hallazgo es mirarlo con desprecio (mientras la emoción les derrite los alvéolos del corazón por dentro).
El verdadero Chacal
Tenemos al Oficinista: acude a la cita atildado y repeinado, a primerísima hora. A quien madruga Dios le ayuda, sería su canción favorita si la hubiera compuesto Neil Young. Y en el otro extremo están los Canallas, que han aterrizado aquí porque venían de estar tomando unas birras, y que normalmente son los únicos que atienden (también son de los que bailan hasta en los probadores del Bershka) a los típicos dj o grupos que la feria programa.
En cuanto al 'look': no creáis que los mods más dandies o los rockers con más cuero son los que más comprarán. El verdadero Chacal es ese tipo, habitualmente entrado en carnes, quizás con riñonera, con la mirada hueca y la barba poblada, camiseta atrapalamparones, aparente abulia en su andar: para este la música lo es todo.
Hay los Pachorra, ninguna prisa: son los que comen la clara del huevo frito reservándose la yema para el momento final, los que se zampan antes el bocadillo de jamón que el de Nocilla. Y los Nerviosos: corren por los pasillos, gatean entre cubetas, como haciendo 'parkour', y uno diría que les han chivado que falta minuto y pico (o una canción de los Ramones) antes de que explote una bomba nuclear. También los Yonkis, que van sin tarjeta de crédito y con unos billetes limitados para no arruinar a las siguientes tres generaciones de su familia.
Míralos, de vuelta a sus guaridas. Ya han roto los tíquets, quizás en esa esquina le saquen el precio a los discos para sentirse menos mal, o paren a tomar una Fanta o una cerveza mientras miran las portadas como si fueran revistas eróticas y convocan con la memoria y el silbido los estribillos que estallarán en casa. Míralos, míranos, por un momento felices.
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