Conde del Asalto

Kakfa en Maracaná

El libro de David García Cames, Miguel Ángel Ortiz y Marcel Beltran tiende puentes entre fútbol y literatura

El estadio de Maracaná

El estadio de Maracaná / Antonio Lacerda (Efe)

Miqui Otero

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Ahora que no se puede ir a un campo de fútbol, ahora que incluso se había puesto más que difícil ver partidos en bares, ahora que plantear una pachanga fuera de tu burbuja familiar es más arriesgado que organizar una cena de exalumnos, ahora que el fútbol se ha vuelto algo casi tan individual como el 'Tetris', parece la mejor idea vivir el fútbol a través de los libros. Incluso poder salir de casa y entrar en un acto cultural, o presentarlo, para hablar de fútbol y literatura

Que ambos están hermanados lo sé desde casi antes de meter mi primer gol o escribir mi propio nombre. Mi primer ídolo futbolístico fue un personaje en una viñeta y no una persona en un campo: Eric Castel. Francés, elegante como Steve McQueen, había venido en la ficción para suplir el boquete dejado por Johan (genuflexión) Cruyff. Uno piensa que quizás había llegado a cubrir el brillo de esa ausencia en forma de tebeo, porque en la realidad era imposible lograr calafatear esa grieta. Era alucinante, empezando por ese pelo plateado: si era un abuelo, era prodigioso lo bien que se conservaba, aunque uno se inclinaba a pensar que provenía de alguna galaxia remota. Mi yo infantil, para entendernos, miraba a Eric Castel y luego levantaba la vista y se encontraba con Calderé en la pantalla. Era, sin saberlo, como Sartre, que creció observando los dibujos de flores y plantas de una Enciclopedia Larousse, absolutamente fascinado por sus nombres y hermosura, pero que luego sufrió una enorme decepción cuando sus padres lo llevaron a los Jardines Luxenburgo y vio las flores y plantas en la realidad: “Esto es una mierda”. Claramente, todo funcionaba mucho mejor en el papel: allí las flores no se marchitan y no existe Núñez.

El fútbol para entender la vida y el mundo

Todo recuerdo futbolístico viene asociado a un posible relato literario. Mi primer momento culé es desenganchar de mi pupitre de P-5 una pegatina de 'Campions' de la final de la Copa de Europa en Sevilla que no ganamos (ahí aprendí que esperar lo malo te prepara para lo peor, sobre todo si eres del Barça). Mi primera traición severa paternofilial fue cuando le prometí a mi padre, gallego, que no había celebrado la liga arrebatada al Superdepor de A Coruña: yo estaba en el Camp Nou con mi amigo Albert Martín y mira si lo celebré que vencimos las dos sillas donde nos sentábamos (algo que pudimos ver, mi padre y yo, cuando pusieron un plano general del palco en 'Estudio Estadio').

Así que aquí estoy, en Casa del Llibre, presentando junto a sus autores el librazo 'Kafka en Maracaná', editado por Panenka, que tiende puentes entre ambas disciplinas (o artes). David García Cames, Miguel Ángel Ortiz y Marcel Beltran no solo logran explicar en 90 relatos la fragilidad, la valentía, los fallos y euforias de muchas vidas, sino que logran, incluso, reescribir la Historia. El fútbol para entender la vida y el mundo. Desfilan Séneca, Shakespeare, Chimamanda. Habla un balón y habla también un represaliado político. Hay violencia y hay belleza y hay humor heroico, como un gol metido con la tibia y otro colado en la escuadra.

La cita que lo encabeza es de Maradona: “Mira, para mí, los que se meten los libros abajo del brazo y me hacen quedar como un ignorante son unos hijos de puta, ¿'entendés'?”. Yo he llegado aquí con el mío bajo la axila. Y me dispongo a comentarlo y hay grada. Todo un honor este saque.