CONDE DEL ASALTO

Nieva en la Barcelona aumentada

Viajar en el tiempo para retomar Barcelona es una idea más que recomendable. Experiencia inmersiva en el Centre D'Arts Digitals Ideal

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Miqui Otero

Miqui Otero

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El pasado jueves nevó en Barcelona. Sucede con esta ciudad que es muy bonito cuando nieva, porque no nieva casi nunca: es casi como cuando alguien muy serio sonríe. Y el jueves resulta que nevó. Mucho. Sobre todo en las Ramblas.

Lo que pasa es que solo nos enteramos los que fuimos a ver la exposición Barcelona Memòria Fotogràfica en el <strong>Centre D’Arts Digitals Ideal</strong>, en el barrio de Poblenou.

La exposición recopila imágenes capturadas por seis de los mejores fotógrafos de la historia de la ciudad, en especial durante los cincuenta y sesenta. Una especie de 'dream team' formado por Francesc Català-Roca, Maspons, Leopoldo Pomés, Oriol Maspons, Colita, Joana Biarnés y, mi favorito a pesar de que me chiflan todos los anteriores, Xavier Miserachs.

Respirar otro aire

Con teatros, cines y salas de concierto persiana abajo, desde hace semanas mirar fotografías es la forma de respirar otro aire. Hacerlo en una exposición convencional ya funciona, pero aquí estamos ante una especie de experiencia inmersiva. Ante determinadas palabras, como realidad aumentada, mi yo ludita suele dar un paso atrás y pensar que ya suficientemente grande es la realidad a secas. No es el caso. 

Así que aquí estoy, un jueves de noviembre en Barcelona, a punto de calzarme unas gafas de realidad aumentada: enormes, como de buzo en el Atlántico. Cabe aclarar antes que estamos en tiempos complicados para los gafotas. Mis orejas, sumando los auriculares para escuchar música, las patillas de las gafas y la goma de la mascarilla, parecen una rotonda en Glòries. Y aun así, decido humillarme y ponérmelas. 

Viaje en el tiempo

Cuando arranca el asunto, te metes en una especie de universo 'Tron'. Yo llevo a mi lado a un bebé de cuatro meses en el carro, para el que la realidad aumentada es probablemente cuando yo me acerco a darle un beso en la nariz, así que habitaré dos mundos: le toco la mano a ella para permanecer en el 2020 y me preparo para el viaje en el tiempo. 

Sentado en una silla que gira 360 grados, puedes ver un fondo en vídeo de una Barcelona reciente, donde se van intercalando las imágenes pasadas de los seis fotógrafos. 

El resultado es, para mí, mágico. Ahora que apenas salimos de casa, de repente me veo no solo en Montjuic, sino en un Montjuic donde aparece La Chunga bailando sevillanas con su familia en 1953. Y Bajo a Laietana, donde miro a un caballo que quiere cruzar el paso de cebra. Entonces aparezco en una tertulia de sillas al fresco en Canaletes. Cuando una bandada de palomas levanta el vuelo y veo a dos chicas, con vestidos 'sixty' geométricos, entrar en la plaza Reial, se me erizan todos los pelos del brazo con el que sostengo la mano de la bebé. Veo, también, una montaña rusa del Tibidabo y a un grupo de gitanos a caballo en la Barceloneta del principios de los sesenta. Y empaño las gafotas de realidad aumentada, porque aumenta la emoción cuando veo atardecer en la azotea de una Pedrera donde los vecinos aún cuelgan la ropa para que se seque. Y, entonces, nieva en las Ramblas del 62.

Fotos de otras épocas superpuestas en un vídeo de la misma ciudad, grabado, además, cuando más desértica y deprimida estaba, en el marzo y abril del primer confinamiento. Ahora que no se puede disfrutar de Barcelona, viajar en el tiempo para retomarla, aunque sea con las gafas empañadas, es una idea más que recomendable. 

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