UN 'hobby' DIGNO DE 'JUEGO DE TRONOS'

Cazadores de dragones en Barcelona

Recorren Barcelona en busca de especímenes que echen fuego por la boca. Dragones, no políticos. Dicen que esta es la ciudad del mundo con más reptiles mitológicos por metro cuadrado

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Ana Sánchez

Ana Sánchez

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«¿No oyes los rugidos?». Alex se adentra en la maleza con la misma ligereza que Melania Trump en un gabinete de divorcio. Tú atinas la oreja, pero lo único que intuyes últimamente en la lejanía es al Dúo Dinámico afinando la guitarra. Le sigues renqueante por los jardines del Palau de Pedralbes con sensación de extra de 'Juego de tronos'. En cualquier momento –garantiza– aparecerá un dragón

«Cazo dragones», se presenta a bocajarro. Es su 'hobby', dice sin cruzar los dedos. Cuando no rastrea bestias mitológicas, Alex Esteve es administrador de sistemas informáticos. No tiene espada, ni cicatrices visibles. «No soy Sant Jordi», se ríe. Pero desde enero recorre Barcelona en busca de especímenes que echen fuego por la boca. Dragones, no políticos. Habrá cazado unos 200. 

Guardián marca Gaudí de los Pabellones de la Finca Güell. / DRACSELONA

Alex ya otea el cielo con ademán profesional. «¡Ahí hay uno!». Apunta con el móvil, dispara varias ráfagas y cuelga la captura en Instagram@dracselona, ha rebautizado a esta Barcelona repleta de 'dracs'. Ya le han salido hasta informadores por las redes. Más que un Sant Jordi, confiesa, él ya se siente Padre de Dragones.

«Es una forma de obligarte a salir a caminar y descubrir la ciudad», añade a su lado  Jordi. Es la pareja de Alex, cazador de dragones consorte. Jordi Camps. Parece una ironía que sea él quien tenga nombre de caza-dragones oficial. De hecho, suele llevar un reptil en la mascarilla. Es el logo de su empresa de diseño. 

Puerta  con garras del antiguo taller de Joan Balaciart, en Pi i Margall, 55.  / DRACSELONA

Por la catedral se otea algún dragón con el aire bonachón de Fújur, el de 'La historia interminable', informan. Merece la pena rebuscar entre bambús en los jardines del Palau de Pedralbes. O cotillear algún portal del Eixample¿El más fiero? El guardián marca Gaudí de los Pabellones de la Finca Güell. Ideal para hacerse selfis con cara de reencuentro familiar en casa de los Pantoja. ¿El más llamativo? Alex enseña una foto de la espectacular puerta de hierro forjado del antiguo taller de Joan Balaciart. El 'top 10' de Dracselona obvia a los dragones más fotografiados. Ni siquiera ha ido a capturar el del parque Güell. 

«Disculpe –han dicho a algún vecino del Eixample–, parece que eso que hay en su portal es un dragón». Nadie ha salido corriendo. Hace mucho tiempo que los barceloneses viven entre bestias mitológicas sin inmutarse. Alex estuvo a punto de abrir una cuenta de Instagram de 'Juego de tronos' a la barcelonesa. Aparte de dragones (emblema de los Targaryen), dice que se ve mucho león (Lannister) y lobos (Stark). 

Dragón con pose desafiante en el portal de Provença, 185. / DRACSELONA

Ya parece que los escuchan rugir. «Ves edificios que tienen pinta de tener. Y casi siempre aciertas». Escanean el horizonte con mirada de Robocop: poleas, veletas, balcones, porterías. «Están agazapados esperando que los descubras». Llegan a hacer contorsionismos por un buen disparo. Sí, ahora al cazar dragones, en vez de chamuscado, uno acaba con dolor de cervicales.

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La ciudad con más dragones

«Dicen que Barcelona es la ciudad del mundo con más dragones por metro cuadrado», apunta la web de Patrimoni de la Generalitat. Hace años que da fe el fotógrafo Josep Martínez. Lleva 13 años cazando dragones con su cámara. Publicó hace una década 'Drakcelona': 12 rutas en formato libro. Le siguieron otros dos tomos con escamas. A estas alturas tiene censados 1.100 dragones, calcula, y un cuarto libro en proyecto. ¿Su favorito? Uno encaramado al paseo de Gràcia, 26.  ¿El más espectacular? «El más grande, que está en el parc de l’Espanya Industrial». Un bicho de 32 metros totalmente inofensivo: hace las veces de tobogán. 

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¿Por qué son tan adictivos los dragones? «Es un animal mitológico que tiene una fuerza y una belleza espectaculares», responde Josep. «Y al final –asegura– se te desarrolla como un olfato». 

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