EL SEMÁFORO DE EL MUNDO TODAY

"La temperatura de la Línea 4 del metro está muy alta porque la última parada es el infierno"

La actualidad del mañana de Barcelona

Un vagón del metro de Barcelona.

Un vagón del metro de Barcelona. / periodico

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Gimnasio La Rueda

El rojo de nuestro semáforo se lo lleva este extraño gimnasio. Se trata de una jaula enorme con barrotes en la que te meten y ya nunca te dejan salir. Te van poniendo agua y pienso en una de las esquinas pero no saben nada bien. Después hay una rueda gigante en el medio, pero por mucho que corras dentro de ella parece imposible que se pueda salir. Para ejercicio aeróbico no está del todo mal, pero pagar 250 euros al mes por este gimnasio nos parece excesivo, especialmente cuando hay un montón de ruedas gigantes gratuitas en la calle.

Termostato Línea 4 del metro

La temperatura de la calefacción en sus vagones es muy alta, lo que viene muy bien para prepararse para el inminente apocalipsis que le espera a la Humanidad. El calentamiento global ha empezado ya aquí y los pasajeros que la usan están más preparados que nadie para afrontar este reto climático. Si no le damos al verde es por la molesta presencia de dromedarios y la enorme cantidad de arena en el suelo. Y porque, aunque claramente lleva al infierno, en las paradas aún no lo especifica.

Escape room’ Toxic Relationship Edition

De los ‘escape room’ más exigentes que hemos visto. Nada más llegar, el dueño del sitio empieza a adoptar una actitud muy demandante y necesitada, pero cuando el grupo decide darle esa atención que parece suplicar, el dueño del sitio cambia por completo y empieza a pasar totalmente de explicar las normas, poniéndose distante y arisco. Es difícil de entender pero a los cinco minutos el dueño del sitio logra que todos se sientan muy atraídos hacia él, de modo que abandonar el lugar se hace muy complicado. Sin duda es el máximo nivel de ‘escape room’ de Barcelona.

Rubén

Una semana más, Rubén sigue comportándose de modo ruin y miserable. El otro día estábamos en un restaurante cuando un hombre empezó a atragantarse, y Rubén, ni corto ni perezoso, se levantó corriendo y le practicó la maniobra de Heimlich, cuando sabe perfectamente que a mí me gusta practicarla más que a nadie. Como siempre, Rubén se llevó el mérito de salvarle la vida, y yo me tuve que quedar mirando. Su egocentrismo y ganas de llamar la atención son cada vez más preocupantes.

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