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'Tours' sin guiris por Barcelona

Si estás más harto de la masificación turística que Meghan Markle de la corona británica, muévete a los barrios periféricos con estas rutas a prueba de forasteros

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Abel Cobos

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Es viernes por la tarde. Un grupo de unas 20 personas se reúnen en la Meridiana, equipados con chaquetas, bufandas y botellas de agua, listos para pasar un par de horas en la calle. Aunque pueda parecerlo, no, no son el CDR que lleva dos meses cerrando esta arteria barcelonesa. Es una de las «rutas sin guiris por Barcelona» que organiza David Abelló, historiador, guía y periodista, un antídoto para redescubrir los barrios alejados del centro y escaparse de esas calles en las que hay más turistas por metro cuadrado que vicepresidentes en el Gobierno de Sánchez. 

«Bienvenidos al tour para descubrir el barrio del Clot y la Verneda», grita Abelló en cuanto llegan los últimos inscritos a esta ruta para conocer más a fondo uno de esos barrios que, más o menos, todavía se salvan de la masificación turística. Empiezan en la churrería del metro del Clot, bajan por la calle de la Sèquia Comtal y llegan a la plaza del Mercat, la primera parada. Tras una retrospectiva histórica sobre el barrio y su configuración, el guía continúa el tour bajando hasta el parque del Clot. «Esas arcadas y la chimenea son los restos que se conservan de la fábrica de trenes que había aquí», explica señalando al horizonte. 

Mientras cruzan el parque hacia la siguiente parada, Abelló recuerda que en las próximas rutas programadas visitarán, entre otros, los barrios del Carmel Horta. «Mi objetivo es que los locales conozcan bien la historia de Barcelona. Por eso, tengo organizados entre 15 y 20 tours para salir del centro y descubrir la arquitectura y la memoria de estos barrios más olvidados», argumenta. Empezó con el negocio hace cinco años en la página <strong>Meetup</strong>, donde continúa con varios planes semanales guiados por él durante las 2 horas que suele durar cada tour (<strong>www.meetup.com/es-ES/descubridores-de-barcelona</strong>). 

Anécdotas de vecinos

A medida que avanza la excursión, los asistentes van cogiendo confianza y hablando entre ellos. La mayoría, que habían venido solos o en parejas, sacan conversación entre parada y parada. «Algo muy habitual. Por lo que he podido saber hay grupos paralelos de Whatsapp de gente que se ha hecho amiga aquí». Pero no solo se han hecho amigos. «Tengo constancia de cuatro parejas que se han formado aquí. Normal, vienen muchos solteros. Por ejemplo, hoy, ¿quién si no vendría un viernes a las siete de la tarde?», bromea Abelló.

«Y este es el bloque de pisos más antiguo de la Verneda, construido por La Caixa en 1957. Cerca hay una escuela de la misma época, que todavía hoy conserva el nombre del banco», explica, señalando unos edificios situados en la Rambla de Guipúzcoa. «Como historiador, intento aportar también anécdotas de memoria oral que no aparecen en los libros y que cuentan los vecinos. Por eso es muy enriquecedor cuando vienen ancianos, porque pueden explicar cómo ellos mismos vivieron estos procesos de transformación de la ciudad», añade. 

Hoy, sin embargo, la edad media ronda entre los 30 y los 50. No hay ningún anciano que pueda aportar este conocimiento popular. Las edades suelen fluctuar, según la ruta. «En las que son a ver iglesias o los domingos a las 10 de la mañana suelen venir familias y personas mayores. En otras más nocturnas, como la ruta de los bares históricos del Raval, gente mucho más joven», remarca. 

A medida que el grupo se adentra más en las calles de la Verneda, los rodean las miradas de incredulidad de los vecinos, que probablemente han visto menos turistas que políticos fuera de campaña electoral. «Es la primera vez que vengo aquí», dice una asistente. «Pues si volvéis, id a ese restaurante, que es bueno», le responde Abelló. Es otro de sus objetivos: que aquellos que descubran estos barrios, vuelvan. Y, así, darle vida la ciudad en todo su conjunto. 

La ruta finaliza hacia las nueve en la iglesia de Sant Martí de Provençals, una construcción gótica que da el nombre al barrio y al distrito. «Acabamos donde empezó el barrio», bromea Abelló con ímpetu de historiador. Al día siguiente, a las 10 de la mañana, tiene que estar en el metro de Vall d’Hebron para visitar el Museu Palmero. Al día siguiente, van al Castell de Claramunt. «Además de estas rutas sin guiris también organizo excursiones a museos, castillos y monumentos poco conocidos de Barcelona y toda Catalunya», porque también hay mucho que descubrir fuera de la capital.