CONDE DEL ASALTO

Salir de vermut

Esta práctica cobija a treintañeros y cuarentones porque permite conciliar la paternidad y la vida adulta con la euforia de la cadena de brindis

Vermut

Vermut / periodico

Miqui Otero

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Lo primero que debes hacer si quieres decir que "has dejado de salir" es salir de casa cuando los que salen vuelven para entrar en la suya.

Pocas cosas dan tantísima satisfacción, y sellan tu superioridad moral, como afeitar tu cara con excedente de lozanía dominguera tarareando 'El barbero de Sevilla', ponerte tu mejor chándal y salir a emborracharte bajo el socialmente aceptado epígrafe de 'hacer el vermut'. Da igual que luego acabes empapuzado y arrastrando las erres como un espía alemán en una película doblada al castellano, porque tú estás haciendo el vermut. No importa que excedas con tus horas diurnas de libación las que gastarías en tres noches seguidas, porque estás 'haciendo el vermut'. El vermut es, sin duda, ese cobijo de treintañeros y cuarentones que permite conciliar la paternidad y la vida adulta con la euforia de la cadena de brindis. "Vermuts que se alargan, hasta el amanecer", canta La Estrella de David.

Estamos ante el equivalente beodo de jugar al pádel a nivel amateur. Un ejercicio que no llega ni al travesaño de lo aeróbico, del que se podría dudar si entraría en la categoría de deporte, que no te hace sudar pero que, por una maniobra mágica, justifica las cervezas y las tapas de después del partido. 'Hacer el vermut' es en cierto modo aún más estático que el pádel. En muchos lugares de la península, la gente a esa misma hora 'sale de vinos'. Es este un deporte completamente diferente, que requiere mucha más inversión de fuerzas: 'salir de vinos' implica desplazar tus carnes de un bar a otro para tomar el siguiente. 'Hacer el vermut' niega en redondo ese frenesí y apuesta por el placer estático, más contemplativo que mirar una pared recién pintada y ver cómo la pintura se seca. 

Memorias compartidas, agenda política, alineaciones del Barça

Memorias compartidas, agenda política, alineaciones del BarçaEl otro día 'hacía el vermut' en un lugar llamado El Puestu. Una cascada de horas sentado en la misma posición, durante las que se repasan memorias compartidas, agenda política, alineaciones del Barça (en todo vermut, un espontáneo de la mesa contigua insiste en intervenir en la conversación. "No es justo lo de Rakitic", decimos, con el tono apesadumbrado de quien conversa sobre la causa palestina. "Injusticia", berrea él, a todo fuelle). Alcanzado cierto punto, cuando la gusa arrecia, se pide hasta ventresca y no unas bravas tristonas, porque, claro, tú ya no sales y eso es lo que te ahorras en copas (para luego gastarlo en 'hacer el vermut'). 

Pero si por algo 'hacemos el vermut' es porque permite la asistencia de nuestros pequeños retoños. Las mesas de zinc de la terraza, cercadas por varios carritos. Los niños intentando desentrañar por qué papá, mamá y sus amigos son tan rematadamente simpáticos. En el futuro, caerán, como Pablo de Tarso, en la cuenta: en retrospectiva juzgarán a todos esos adultos tan cariñosos y ocurrentes que se ponían sus peluches en la oreja, que intentaban patear sus balones de plástico sin éxito, que les cantaban de muy cerca nanas de tres acordes con un aliento atómico. Que los querían de verdad, pero que, esas mañanas, lo pregonaban con una euforia y solemnidad sospechosa. 

Pero entonces, cuando caigan en la cuenta, será demasiado tarde, porque estarán sentados alrededor de esas mismas mesas metálicas, pensando en su infancia y adolescencia, ocupándose de las injusticias de su mundo, oteando ese parterre eterno y posnuclear que les habremos legado, felices, a su modo, 'haciendo el vermut'.