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'Köpskam': la vergüenza de comprar ropa nueva

El 'vintage' puede ser un bonito maquillaje para la huella ecológica. En Suecia ya ponen nombre al sonrojo por adquirir ropa nueva

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Núria Marrón

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Siempre hay una palabra nórdica que caza al vuelo ese 'punch' de los tiempos. Y si no hace tanto el término de moda era 'hygge' (¿recuerdan toda aquella literatura consagrada a esa difusa idea del bienestar danés?), el palabro que llega ahora es 'köpskam', que en sueco viene a significar algo así como vergüenza por comprar ropa nueva. Desde que los más jóvenes han convertido el clima en su guerra generacional, las cuentas del sector téxtil -ya saben: es el segundo más contaminante y una prenda se suele usar solo siete veces- han entrado en tromba en la conversación, mientras aumentan las ventas de segunda mano, las revistas se debaten si 'lo viejo es lo nuevo-nuevo', y Meghan Markle y Kim Kardashian, que llegan a casi todo 10 minutos antes que el resto, convierten ahora sus apariciones en una arcadia 'vintage'.   

Un género, por cierto, que se inventó la dama neoyorquina Sue Salzman, que en los años 50 arrambló todos los abrigos de mapache que pudo -reliquias de los años 20-, y puso un anuncio en el que aparecía ella con un largo collar, una pamela de fieltro y una de aquellas prendas, decía, "magníficamente viejas". Sobra decir que los abrigos, "llenos de encantadores agujeros", volaron. Luego la segunda mano traspasó a la contracultura, ya que aquellas tiendas dieron refugio al colectivo gay y vestuario a la enmienda 'antiestablishment' de 'beatniks' y 'hippies' (uno de los fetiches del momento, las chaquetas militares victorianas, alcanzaron la portada del 'Sgt. Pepper’s'). Y así, tras el 'punk' y el 'grunge', llegamos a Kardashian &cia, que están encontrando en el 'vintage' un bonito maquillaje para la fabulosa huella ecológica de su armario.