Sumilleres espadachines

Esta academia de Barcelona te enseña a abrir botellas de cava con un machete

En Savour Academy aprendes a abrir botellas de cava a machetazos como si fueras un híbrido de El Zorro y Chicote

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barcelona/sabrage_savouracademy_bcn (43).jpg / Alexandra Csuport

Ana Sánchez

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Un samurái pasaría aquí más inadvertido que Errejón en un parvulario. En diez minutos te encuentras con un sable en la mano. Los ojos tan achinados como cuando intentas descifrar un whatsapp de tu abuela. ¿Que voy a hacer qué? Decir que te ponen entre la espada y la pared se pasaría de literal. Estás entre la espada, la pared y una botella de cava. «Sabre the moment», se lee sobre los azulejos. «Saborea el momento» en versión sable (sabre, en inglés). Pues sí, es emocionante saber que por fin vas a  sablearle a alguien una bebida en Barcelona.

«Lo más típico es hacerlo con una espada samurái», dice Zara como si hablara de tenedores. Zara Patterson es sumiller, pero maneja espadas con el desparpajo de Jon Nieve. Tiene 41 años y acento irlandés. Hace seis años que abrió Savour Academy (Farell, 12). La Academia del Descorche. Se puede comprobar al ver los desconchones de la pared por el impacto de los corchos. El logo es ¿un perro? Es que es bodeguero, se ríe la dueña. Organiza cursos de cocina, maridajes, catas de vino. Y también enseña a dar sablazos

«Estás loca», le dijo a su socia cuando se lo planteó. Hasta que lo probó. 'Sabrage', se suele llamar en francés. Sableado. Consiste en descorchar una botella de champán (aquí se usa cava) con un sable, como si fueras un híbrido de El Zorro y Chicote. Hay quien lo hace con relojes, móviles, hasta con un cucharón sopero, o espadas láser. Existe una cofradía que lo regula (Confrérie du sabre d’or), sables específicos para descorchar y un vocabulario propio de caballeros con armadura.

Zara desenfunda el sable. «En realidad es un machete», puntualiza. Y se golpea con el lado afilado en el brazo con pose pétrea de faquir. No corta, no. La sumiller dice que va mejor para el descorche. 

¡Pop! Sale volando el primer corcho. Zara reparte copas de cava a discreción y va contando las leyendas que hay tras este arte sacacorchos. Viene de Napoleón Bonaparte, cuenta. Era un gran bebedor de champán. «En la victoria lo mereces –es una de sus frases célebres con burbujas–, en la derrota lo necesitas». 

Fluidez y rapidez

¿Todos los que lo intentan lo consiguen? «Casi –responde Zara–. El 99,99%. Honestamente te digo, sin ningún tipo de sexismo –añade–, que las mujeres lo suelen conseguir más que los hombres». Al parecer, ellos empuñan la espada como si estuvieran en Mordor con cinco anillos encima. «Y no es fuerza –detalla la sumiller–. Es como el tenis. Hay que hacerlo con fluidez y rapidez». 

Te toca. Zara te da una botella y te enseña sus puntos débiles, a lo maestro espadachín. Hay que buscar una de las dos líneas que atraviesan la botella de arriba abajo (donde se une el vidrio). «Si damos con la espada aquí (donde se junta cada línea con el cuello), la fuerza de la botella se reduce en un 50%. Y eso con la presión de dentro…». 

Pones el pulgar sobre la línea a la altura de la etiqueta. «Para saber dónde está». Agarras bien la botella con el resto de la mano. Pesa, sí. Colocas el brazo lo más abajo posible. «Así tienes más recorrido». Ahora sí: Zara te da el sable. Lo empuñas con pose épica, se te escapa un «hola, me llamo Íñigo Montoya». Apoyas la espada en la botella formando una cruz, te indica Zara. «El machete y la botella tienen que formar 45 grados –te recoloca–. La botella con el suelo, otros 45». Estás apuntando a un círculo verde que hay en la pared. «Para que mires arriba –justifica la sumiller–. Como cuando juegas al tenis, que tienes que mirar a tu oponente, no a la pelota». 

3, 2… «Mira al frente». «Mueve la espada lo más recto posible». «Respira normal». …1. Tardas otros tres segundos en asimilar el «¡pop!». Guau, subidón de adrenalina. Repartes el cava con la misma emoción que si acabaras de salvar a la humanidad de una panda de zombis. Zara te da el corcho aún incrustado en el cuello de la botella guillotinada, una lima para afinar los bordes y una anilla para convertir la hazaña en llavero.     

¿A qué viene la gente? «Es algo diferente, divertido, emocionante», dice Amanda machete en mano. «Porque creo que no puedo –añade Angelika en la retaguardia—. Y quiero demostrar que estoy equivocada». Y sí, lo demostrará. 

Terminas con un diploma que te acredita como «sabrage connoisseur» y sensación de epopeya. Es la quinta botella que se descorcha a machetazos. La quinta copa que te llenan con deje de heroicidad. Ezta gente zon tush mejodes armigosh, jodrerr.