MODA

Larga vida a la riñonera

El complemento, durante años proscrito y objeto de chistes, enfila el otoño defendiendo su categoría de fenómeno global

Riñonera

Riñonera / periodico

Núria Marrón

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"Parece que tu cinturón está digiriendo un animal pequeño", le soltó Jerry Seinfeld, allá por 1990, a su desquiciante compinche George Costanza, que se resistía a aceptar que una chica le había dado largas a causa de la riñonera azul-refulgente que a él, en cambio, tan bien le iba para guardar donuts y muffins.

Lo cierto es que, en adelante, el socorrido accesorio de los 80 –en el que la chavalada guardaba el walkman y la paga, y sus padres, las llaves y el tabaco– empezó una larga penitencia. A mediados de los 90, la intelligentsia de la moda ya las había enviado al inframundo del supuesto buen gusto, al tiempo que la cultura rave les daba una salida clandestina como portadoras de sustancias ilegales. Y así siguió durante años, entre el chiste y lo furtivo, hasta que la industria de la moda ha aprovechado la entronización de los ritmos callejeros para, en su esforzado empeño de agarrarse a los tiempos, colocarla en su altar mayor junto al resto del look estereotipado de barriada: uñas de gel, oros, chándal y leopardo. 

Del mercadillo a Hermès

Así, contra todo pronóstico, la riñonera enfila el otoño defendiendo su categoría de fenómeno global. Del mercadillo a Hermès (que en primavera lanzó un modelo de 5.300 euros) y del Decathlon a Gucci, que la ha incluido en la imaginería de su revolución, el accesorio disfruta, ya sea al cinto o como bandolera, de una renovada vida, un giro de guion más en su milena-ria (y azarosa) existencia. 

Cuenta la historiografía del ramo que el homo antecessor del complemento se remonta al 3300 aC: en 1991, fueron encontrados en los Alpes los restos momificados de un hombre que ya llevaba una bolsa colgada al cinturón en la que guardaba un perforador y un trozo de hongo seco. El caso es que antes de que la ropa contara con bolsillos cosidos, algo parecido a la riñonera también hizo más funcional la vida a las gentes medievales y dieciochescas. 

La popularidad de hoy, la vergüenza de mañana

El complemento contemporáneo, sin embargo, se atribuye a la australiana Melba Stone, quien se inspiró en las bolsas de los canguros para facturar al mundo en 1962 este accesorio que en adelante lucieron desde John Lennon hasta el feminismo lésbico y antimoda de los 70. El resto –su esplendor ochentero– ya es historia y su resurrección actual sigue ese ciclo de la moda por el que la popularidad de hoy es la vergüenza de mañana y, a su vez, el vigor de pasado mañana. Por cierto, que si tenéis más de 35 años y os animáis a lucir una, corréis el riesgo de ser confundidos con una de aquellas familias hiperorganizadas que usaban las riñoneras para llevar la calderilla y las toallitas húmedas en el parque de atracciones. Aunque, al fin y al cabo, ¿a quién le importa?