CIUDAD ON

'Mindfulness' con rotulador

Agitan bolis y pinceles por la calle con el mismo ímpetu con el que Valls hace la cobra a Quim Torra. 'Sketch&Write' reúne por primera vez en un evento a dibujantes y escritores urbanos

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Ana Sánchez

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"Contradicciones", escribe Asun en una libreta. Menea el boli en una plaza del Born con el mismo ímpetu con el que Valls le hace la cobra a Quim Torra. «Contradicciones», titula la estampa urbana. «Es un hombre pequeño con la ropa descuidada –describe en rojo–. Apesta a vino y se tambalea al andar». Retoma el rotulador negro, el color de las contradicciones del título. «En su mano derecha lleva una garrafa de agua de 8 litros». 

Asun no es la única rastreadora con bloc que circula hoy por el Born. Hay más de 30 cazadores deambulando con sus rotuladores desenfundados. «Cazadores», así los llaman aquí. Todos llevan un tríptico con una ruta a lo mapa del tesoro, la mirada vidriosa de los Goonies, y una misión: «Capturar tres detalles urbanos que no sean evidentes».

Esto es Sketch&Write. El sábado pasado se estrenó la primera edición de esta quedada con libretas. ¿El objetivo? «Invitar a la población a salir a escribir y a dibujar», resumen sus ideólogos. Hasta ahora solo salían a pintar en manada los sketchers: esos dibujantes urbanos con blocs carnaza de Instagram. Se les une un nuevo espécimen callejero: los urban writers (escritores urbanos). «Nos faltan más oportunidades de salir de casa –justifica Marcos–, conectar con quienes somos, con la ciudad, con la gente».

Conciertos de escritura

Marcos Xalabarder es el que tiene aura de poeta de antes. Hace años que pretende hacer de la escritura un espectáculo. Es el fundador de la asociación Escritura en Vivo. Organiza slams jams donde se improvisa al ordenador con público. El otro inventor del Sketch&Write es Marc Massana. Ojo, que te puede pillar infraganti en su bloc en dos minutos. Es un paparazi ilustrado. Dibujante, publicista, diseñador. «Es la primera persona con la que me peleé en el parvulario», se ríe Marcos. Ahora se pueden ver hasta en pintura. Esa es la idea: «Unir a escritores y dibujantes en un mismo encuentro. Son dos lenguajes que combinan perfectamente».

«Es como mindfulness», sonríe Claudia. «Te invita a detenerte en esta vida tan agitada». Son las diez y poco y su pincel se ha detenido en un rincón del Convent de Sant Agustí. Es el primero de los ocho puntos «de peaje» señalados en el mapa. Ha empezado la caza.  

Muy cerca, otro rotulador se regodea ante una columna. Llorenç señala su hallazgo: un cordel rojo atado. Es lo que más le gusta: «Descubres detalles que la gente no ve», dice. «Prometiste que volverías –escribirá junto a su dibujo de la columna anudada–. Te seguiré esperando».

"Cuando pintas, aprendes"

«Plaza de Sant Pere», indica el mapa. Está a cinco minutos a pie. Caminas con paso de explorador, miras con ojos de Robocop, te detienes donde antes pasabas de largo. Empiezas a ver más allá de las hordas de turistas con pose de influencer. A escudriñar grafitis, a escuchar sin pudor confidencias de peluquería.  

Daría se ha parado a dibujar ¿un váter portátil? «Soy arqueóloga», se justifica. «Para mí ha sido imprescindible excavando en Barcelona», sonríe. Donde la gente ve asfalto, ella ve refugios antiaéreos, paredes medievales, muertos. «Parezco el niño de El sexto sentido», se ríe.   

«Love Area», lees ahora en la pared un mensaje enlatado de Me Lata. Pues sí, das fe, está llena de moscones. Has llegado a la plaza de la Llana. Unos pasos más allá y te topas entre acuarelas a Bárbara y Carlos. Miran la capilla d’en Marcús con la intensidad de la niña de Stranger things. Él dibuja; ella escribe. Eso hacen a diario: tienen una revista de viajes ilustrados, Babilonia’s travel. Su hashtag de cabecera: #viajarsincolonizar. «Cuando pintas, aprendes –dice Carlos–porque vas más allá de la superficie». 

Más latas con mensaje: «Dar y no esperar nada a cambio», se lee en l’Allada Vermell. Y llegas al último punto del mapa: plaza de Sant Cugat. Te reencuentras a Claudia, ahora con gorro. Se lo ha dejado Daría. «Hay muy buena onda», sonríe. «El rincón de pensar –escribe entre piedras aún con la tinta fresca– y donde los pensamientos se detienen a volar». 

El evento acaba en el convent donde empezó. Los cazadores  exhiben sus presas sobre un escenario. Un micro abierto con libretas. Se dan premios, se comparten «memorias literario-pictóricas», se crean dibujos y textos a lo jam. Y te vas con la mirada cambiada. La escritura creativa, asegura Marcos, es «una herramienta de transformación». Marc asiente: «Y el dibujo es terapéutico», promete él. «Aunque no sepas dibujar». Nadie les puede negar que es un formato exprés para pintar algo en la vida.