CIUDAD ON

Date un voltio en 600 por Barcelona

En este coche llamas más la atención que Casado dando el volantazo al centro. «Descubre Barcelona conduciendo un 600», propone Trip Troop Vintage Tours. Demasié p'al body

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Ana Sánchez

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Según ves el coche, te entran ganas de darte un voltio, como se hacía en los 70. Cuidado, que con el ataque de nostalgia se te puede escapar un chiste de Marianico el Corto. Ahí está el casete con sus «nuevos chistes» (eso pone en la cinta), junto al de Los BrincosFórmula VPeralesPimpinelaCamela. El top ten de las gasolineras condensado en una guantera. Demasié p’al body

«Vamos a pasar dos horas en un 600», anuncia Rafael como si acabara de salir de Cuéntame cómo pasó. Rafael Calabria ni siquiera había nacido cuando salió de fábrica el último 600. Ni él ni su mujer, Raquel López. Pero ahora tienen nueve. Son los ideólogos de esta «Seat 600 Experience», así la llaman. «Descubre Barcelona –incitan en su web– conduciendo un auténtico 600». 

«¡Aquí montábamos ocho!», jura una señora que se hace selfis con compulsión de fan. Ocho, dice. Hoy cabéis cuatro justitos con las rodillas desbordando el volante y la cabeza rozando el techo.  

Hay cuatro 600 aparcados a un par de calles de la Sagrada Família. Una decena de personas van entrando en los minicoches con nervios de primerizo. Antes de arrancar, Rafael te da instrucciones vintage. «Si llueve, saca la mano», se ríe. Limpiaría los cristales con más brío que estos parabrisas hasta Karate kid después de dar cera y pulir cera. Eso de ahí abajo es el starter, señala Rafael. Ahora le da a uno, dos, tres interruptores, como si estuviera activando un gadget del coche de James Bond. Está encendiendo las luces. «No atropelléis a nadie, por favor», sonríe. En breve entenderás el sarcasmo. Te adelantaría Rajoy andando deprisa.  

«Cuén-ta-meee –enciendes el radiocasete y empieza a sonar Fórmula V–, có-mo-te-ha-iiiii-doooo». Giras el volante y, ¡uf!, ya no te acordabas de la dirección insistida. Das acelerones como si tuvieras complejo de Lamborghini. Hay que seguir a un Renault 4, el 4 Latas de toda la vida. Es donde va Rafael. La comitiva con ruedas llama más la atención que Casado dando el volantazo al centro. 

«Es redescubrir la ciudad con la mirada puesta en el pasado», dice Rafael. «Queríamos reflejar una experiencia en grupo haciendo las cosas con la ilusión con que se hacían cuando uno se compraba un 600». Hace cuatro años que montaron Trip Troop Vintage Tours. Tienen cuatro 600 en Barcelona. Este mes han echado a rodar cinco más por Madrid. 

¿Por qué 600? «Tienen un componente emocional muy grande en mucha gente –responden–. Todo el mundo ha tenido un 600 o tiene un padre o un tío o un abuelo que tuvo uno». Era el coche del pueblo. La Belén Esteban de la época. Calculan que aún hay unos 10.000 circulando por España. «Hay un mercado de segunda mano bastante amplio –asegura Rafael–. Desde 2.500 euros, ya tienes algo que ande».

«Es un coche que despierta simpatía»

Terminarás callejeando por el Gòtic con complejo de Kardashian: todo el mundo te sonríe, te hace fotos, te enseña el pulgar hacia arriba. «Es un coche que despierta simpatía de manera natural», asiente Rafael. Acabas pletórico, saludando a los peatones con ademanes de reina y pitando con más énfasis que en la era Guardiola. 

Este es el night tour de los sábados. Conduces del Eixample al Gòtic, paras a repostar en el Bar La Plata, y acabas subiendo por paseo de Gràcia. Tienen un tour dominguero por Montjuïc y hasta un Gaudí tour. (Todos cuestan 39 euros por persona). También alquilan los 600 (tres horas, por 75 euros, y todo el día, por 98 euros). Y hasta hacen rutas para grupos con furgonetas. Con las Volkswagen t1, las de los hippies setenteros. 

Por cierto, en la oficina guardan más de 1.500 casetes vintage para ir reponiendo. Por lo visto, las cintas van desapareciendo misteriosamente de los 600. Aún sobrevive «algún incunable de El Fary», se ríe Rafael.

 «La experiencia de conducirlo es muy guay», dice José, uno de los conductores vintage de hoy. Todos terminan compartiendo batallitas en el párking. «Nosotros hemos estado recordando cuando nos casamos», resoplan Antonio y María, los más veteranos. En su luna de miel hicieron 5.000 kilómetros con un 600. Ella se despide meneando la cabeza: «Me veo con un 600 en casa».