CIUDAD ON

Pesca tus propias gambas

Cap a Mar embarca a turistas en sus pesqueros de la Barceloneta. «Lo mismo que Julio Iglesias, pero en barato». Mirarás el pescado que comes con respeto tras 11 horas en el mar

Ana Sánchez

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No sabes si decir buenas noches o buenos días. Son las 4.45. Aún noche cerrada y ya has desayunado. Se ven transeúntes por la Barceloneta con al menos una copa en el cuerpo. Tú te has tomado una Biodramina. Hoy te podrías marear más que al repasar las veces que se ha cambiado de nombre Convergència.

Se empieza a ver movimiento en el Muelle del Reloj. Te paras frente a un barco con la lengua de los Rolling en el casco. Este es: el 'Nus'. El que tiene un turista esperando. Gorra, pantalón corto, sonrisa de selfi. Iván –se presenta sin bostezar–, 21 años, es de México D.F. Va en busca de «una experiencia diferente», resopla con nervios de novato. Pues sí: va a echar más horas que Ferreras durante una crisis política. Casi 12. Medio día turisteando en un pesquero. 

«Pescador por un día», ofrece desde hace dos años Cap a Mar. Es una organización con ADN con espinas. Ya han subido al 'Nus' a unos 80-90 pescaturistas. ¿El objetivo? «Enseñar el modo de vida de los pescadores», te dirá el patrón antes de que amanezca. «Y desmitificar la mala imagen que tenemos». 

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«Cogeremos buen día hoy», anuncia Joan, el patrón, con más seguridad que un hombre del tiempo. Ya estaba en un pesquero con 15 años. No, él no se chutaba Biodramina. «Yo estuve seis meses vomitando cada día», recuerda riendo. Son las cinco y poco y el barco ya está camino de la costa del Garraf. Hoy vamos en busca de gambas. «¿Cuántos kilos soléis pescar?». Iván le ametralla a preguntas a lo 'Callejeros viajeros'. «Un día bueno, más de 70», responde. 

Empieza a clarear. Aún queda media hora para que amanezca. Joan dirige el barco desde el puente de mando frente a una hilera de pantallas: radar, sonda, ordenador, hay hasta tele. «No me gustaban las matemáticas y mira», sonríe rodeado de libros con números. Un mapa de Premià a Cambrils lleno de puntitos alerta dónde no tirar la red. Son barcos hundidos. Entra en el puente Ramón. «Este estaba antes que los barcos», le presenta Joan. «Desde los 13», asiente él. O sea que lleva… «pocos», se ríe. Completan la tripulación Baba y Ousmane, los dos de Senegal. Allí también pescaban. «Todo era manual», resoplan. 

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6.30. Se te pone cara de Mr Bean. Merece la pena el madrugón solo por este amanecer. «Esto no lo veis en tierra, ¿eh?». Asientes a Joan sin pestañear. «En invierno no es tan bonito», Ramón atenúa la mirada color de rosa. 

«Vamos a calar», anuncia el patrón a las 7. Eso significa que van a tirar la red. «No es tirarla y que entren los peces –explica–. Es una pesca muy técnica». Son 70 metros de red y 1.100 de cable. Han llegado a sacar "un pez con luz", cuentan. Bajan hasta los 1.000 metros. Arrastran la red una hora por el fondo –«no hay coral», insisten al turista–, y a «chorrar» (recoger el cable). Pasan 15, 20 minutos hasta que se ve el final de la red. 

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¿Solo eso? «Hay 3 o 4 kilos de pescado», Joan frunce el ceño. Abren la red y sale un pegote enfangado: un chorro de agua y se ven gambas, un par de pulpos, más gambas, rapes, una botella de agua, un bote de Tulipán. Han sacado «incluso medio coche», dice Joan. «Hasta fetos», añade Ramón. Te hablan de odiseas en el mar, de peces, de la vida, de Rubianes, de supersticiones (te lanzarían al mar si metes un paraguas en el barco). Once horas dan para mucho. 

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100 KILOS DE GAMBAS

«Esto va a rachas –dice el patrón–, hace tres días cogimos 100 kilos de gambas». Cosa de las mareas. O del gafe de los turistas, se ríe. «El patrón nunca tiene la culpa». 

Mal día de pesca, pero buen día para el turista. «Ya os lo dije», recuerda Joan. Solecito y mar en calma.  En la proa hay un banquito para sentarse, anima el patrón. «Lo mismo que Julio Iglesias, pero en barato». Pues sí. Terminas comiendo con los marineros una fideuá digna de mantel. Con gambas frescas, claro.

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Los pescadores vuelven a echar la red con el turista de fondo. Y otra vez. Y una cuarta. «Ahora es cuando estás contento –dice Ramón sudoroso–. Sabes que es la última y te vas a casa». Volverán a tierra con 40 kilos de gambas. Un día «malísimo», dicen. Porque no cuentan como pesca a los turistas poniéndose como gambas. 

«Me ha gustado mucho –resume Iván al pisar tierra–. Te abre los ojos: ves lo difícil que es ser pescador y todo el plástico que sale». Al final, le trajo suerte al 'Nus'. «Tan al final que es hoy», se ríe Joan al día siguiente. Sacaron 90 kilos.