CIUDAD ON

Echa unos bailes en silencio

SUCO sessions: son entrenamientos que ejercitan «corazón, cuerpo y alma», prometen. Unen meditación, yoga, baile, música, juegos. Al aire libre y con cascos inalámbricos

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Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Te entra tanto buenrollismo como si leyeras ocho tazas de Mr. Wonderful del tirón. En cuanto te pones los cascos. Diez minutos y todo el mundo te sonríe como si te hubieras colado en un capítulo de 'Friends'. Terminarás chocando los cinco con desconocidos como si te hubiera poseído el espíritu de Pocholo.

Boo Beach Club. Habrá 50, 60 personas en el espigón con mallas, cascos inalámbricos y más desinhibidos que Rajoy hablando de alcaldes. «Sé ridículo –escuchas por los cascos–no porque debas, sino porque puedes». Jamie te va susurrando al oído a lo gurú zen con música épica de fondo. «¿Estás preparado para volverte loco?», pregunta. Y cruzas miraditas cómplices como si estuvieras a punto de atracar un banco. «¿Te acuerdas de cuando eras niño y no te daba miedo gritar?». Y de golpe te acuerdas. «¡Haz ruido!», incita Jamie. Y medio centenar de personas se ponen a gritar con cara de liberación compartida. 

SUCO sessions. «Eventos conscientes de discoteca en silencio», intenta definir su web. «Procuro no utilizar esa palabra –dice Jamie, su ideólogo, el de la voz con efectos de Trankimazin–. ‘En silencio’, porque se utilizan cascos, pero no es una discoteca al uso, no es el baile que esperarías en un bar. Es una forma completamente nueva y única de hacer ejercicio». ¿El objetivo? «Permitirte conectar –responde–: contigo y con el otro. Sentirte libre, divertirte, dejarte llevar. Sin alcohol, sin drogas, sin distracciones». 

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Los cascos ayudan: te envuelven de tal manera que te da la sensación de que nadie te ve. «Entras en otro mundo», asiente Jamie. Te aíslan, sí, pero al mismo tiempo te conectan más con el resto de bailarines-en-silencio.

 «Es una especie de meditación guiada con yoga», te trataba de explicar antes de empezar Paula, que hoy ha venido con sus dos hijos. «Es una forma de permitirte ser niño otra vez», decía Julie, una belga veinteañera ya veterana en estas sesiones. Es eso y más: hay ratos de meditación, estiramientos, algo de cardio, de respirar hondo, asanas de yoga, buena música, arranques de baile discotequero, abrazos a desconocidos. Juego. «Es difícil de explicar», se encoge de hombros Jamie. «Cuando la gente me pregunta, digo que es una oportunidad de jugar como un niño. O que es una experiencia para conectar con la gente como no consigues conectar en ninguna otra parte del mundo». Es cierto: por primera vez miras a los ojos a los desconocidos tanto tiempo que te entra la risa floja.    

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EVENTOS VIRALES EN SURÁFRICA

Jamie Beron, 33 años, es de Suráfrica. Allí empezó hace tres años a hacer estos «eventos de baile consciente». Sesiones al amanecer en azoteas de Johannesburgo. «Se hicieron virales –cuenta–. ¡500 personas! La gente se volvió loca, así que nos dimos cuenta de que faltaba algo en el mundo». Y los exportó a Barcelona hace año y medio. Hay sesiones miércoles y domingos cada 15 días. Todos los sábados hacen yoga también con cascos. «La idea que hay detrás es la de crear una nueva forma de entrenamiento –apunta Jamie–: haces ejercicio físico, pero también mucho trabajo emocional». Un gimnasio, añade, que te libera en todos los sentidos. Su grito de guerra en internet: «Ejercita corazón, cuerpo y alma». 

«Este es un espacio para ser tú mismo –resume en la web–, para ser torpe, curioso, juguetón, para tener razón, para equivocarte, para ser comprensivo, respaldado, tonto, serio. Este es un espacio para ser humano».