EL MUSEO IMAGINARIO

Sube al Carmel a comer las mejores patatas bravas de Barcelona

Marc Isern, responsable del gabinete de prensa Vibra Comunicació, no es el único que acude en peregrinación a Las Delicicias del Carmelo

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Núria Martorell

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El cambio que ha sufrido Barcelona en los últimos 30 años puede no ser delicioso. Marc Isern lo resume de forma brava tomando su tapa preferida en <strong>Las Delicias del Carmelo</strong>. "Tuve la suerte de crecer entre el inmenso Park Güell, la plaza del Sol, el Carmel y las llamadas casas verdes, de protección oficial, lo que me ha permitido observar los contrastes entre los turistas, los vecinos de la parte norte de Gràcia y los inmigrantes andaluces. Toda la vida he tomado el vermut en Las Delicias del Carmelo, ya sea con mis padres y mi hermano o con amigos resacosos tras noches de cachondeo", explica el responsable del gabinete de prensa Vibra Comunicació (recurren a él grupos como Txarango y Sopa de Cabra) y copresentador con Rubén Sánchez (La Pegatina) del programa '<strong>Casa Babylon</strong>' de <strong>iCat</strong>.

"Mmm, esos quesos bañados con aceite, esa morcilla y, sobre todo, ¡esas bravas suizas con la mitad de la salsa de alioli y la otra de romesco! De niño veía pasar a gente a caballo o para ir a misa, a la parroquia Mare de Déu del Mont Carmel...". Marc fue sumando años, y la simple palabra "delicias", antes por SMS y ahora por wasap, ejerce de resorte entre sus amigos, que, ipso facto, se plantan en el templo de las bravas.

LAS CONSIGNAS DEL LONELY PLANET

Pero ya no es lo mismo. Pocos van a misa, nadie a caballo. "También han desaparecido un campo de fútbol y una churerría que había aquí", señala. "Y El Delicias está atiborrado de turistas lectores del <strong>Lonely planet</strong> (los mismos que abarrontan el antaño inhóspito búnker del Carmel), dispuestos a hacer largas colas para saborear la experiencia.

Con todo -añade-, todavía guarda esa aura de la Barcelona auténtica y multicultural. La de los camareros cachondos, vestidos con camisa y pantalones negros, que gritan y sudan para lograr la máxima eficiencia para su preciado cliente. Todo ha cambiado, sí. Todo, menos las deliciosas patatas bravas suizas, que resisten imperturbables.