ESPACIO CREATIVO

Una caldera siempre en danza

En un mundo que a menudo camina en silencio y de puntillas, La Caldera no para quieta. Su mensaje: el lenguaje del cuerpo es universal

La bailarina griega Georgia Vardarou, durante un ensayo en una de la salas de La Caldera.

La bailarina griega Georgia Vardarou, durante un ensayo en una de la salas de La Caldera.

DAVID TORRAS

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Georgia Vardarou se desliza bajo la luz que entra por los ventanales, bailando en la soledad de una enorme sala, en ese intenso ejercicio que supone explorar el lenguaje del cuerpo y el movimiento. Al lado, en un espacio más pequeño, los miembros de la compañía Farrés brothers i cia, sentados alrededor de una mesa, leen textos de su próximo montaje bajo la distinguida tutela de Vicky Peña. En la sala de ensayos y exhibición, el coreógrafo y bailarín Janusz Subicz imparte un curso de técnica, con la admiración y la autoridad que supone en el mundo de la danza contemporánea haber trabajado al lado de la mítica Pina Bausch.

Así puede ser un día cualquiera en <strong>La Caldera</strong>. Estas tres piezas transcurren en el interior de una intensa isla de creatividad en Les Corts, en los antiguos cines Renoir, donde desde hace dos años, gracias a un acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona (los 18 socios actuales tienen la cesión del 50% y la otra mitad se utiliza por medio de convocatorias públicas), late un centro que echó a andar en 1995 en Gràcia y que siempre está en movimiento, embarcado en un sinfín de proyectos que, a menudo, construyen en silencio.

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La danza impone respeto y, bajo esa mezcla de miedo y desconocimiento, camina de puntillas por un escenario cerrado en el que algunos no se atreven a entrar. "Mucha gente se pone delante de la danza y dice: 'No lo entiendo, no sé lo que me están diciendo'. Tiene esos prejuicios que no hay con otras disciplinas. Y es paradójico, porque el cuerpo es un lenguaje más universal que el verbal", explica el director de La Caldera, Òscar Dasí, que apela a dejarse llevar por lo que te transmite, de la misma manera que puedes plantarte ante una obra de Rothko, donde muchos solo verían un cuadro de color, y ponerte a llorar, como le ocurrió a él.

ESPACIO DE LIBERTAD

"La danza -añade con pasión- te deja el espacio mental libre para conectarte con lo que tu quieras. Un espacio de libertad para abrirte a espacios sensitivos y sensoriales a través del cuerpo. La mímesis de los cuerpos funciona. ¿Cómo? Uf, es un gran misterio. Lo que pasa es que estamos en una sociedad que prioriza el lenguaje verbal y la construcción de un discurso racional, y además hoy se impone la imagen".

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Precisamente, con el deseo de romper esa especie de tabú, esos recelos ante un arte difícil, La Caldera dedica un gran esfuerzo a impulsar proyectos para acercar la danza a todos los públicos. Y aunque su principal conexión es con Les Corts, sus proyectos intentan llevarla a todas partes.

A otros barrios, una experiencia que acaba poniéndose en escena con 120 personas no profesionales y de todas las edades, algunas con diversidad funcional. A las escuelas, lo que implica un desfile de 800 niños por el centro en una semana. O talleres familiares, en los que bailan padres e hijos. "Hacemos mucho trabajo de aproximación de la danza, como una práctica que todo el mundo puede hacer", comenta Dasí.

Pero también hay proyectos de máximo nivel, dedicados a profesionales, y en los que participan profesores de todo el mundo. "La danza es uno de los lenguajes que más viaja -explica- y también una disciplina artística que históricamente ha desbordado mucho los límites". Fiel a ese lenguaje en constante evolución, La Caldera no para quieta.