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La última moda: ir al baño a escuchar chistes

La Barra de Carles Abellan es el tercer restaurante que ofrece servicios de humor. Baños donde mearse de risa literalmente

Ana Sánchez

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La inercia -probablemente ya genética- te hace caminar a paso ligero al fondo a la derecha. En <strong>La Barra de Carles Abellan</strong> te cuelas así hasta la cocina, pero no vas mal encaminado. Aquí hay que atravesarla para llegar al lavabo. Saludas a los cocineros con prisa cordial. Entras, te bajas los pantalones y te sientas en el trono chequeando tu alrededor con el mismo desdén que un tronista de '<strong>Mujeres y hombres y viceversa</strong>'. Lo normal, hasta que escuchas una voz de hombre. «Saben aquel que diu…». ¡¿Pero qué hace aquí <strong>Eugenio</strong>?! Compruebas el cerrojo por si acaso. «… Era una mujer tan pequeña tan pequeña…». Contienes el esfínter de golpe, afinas el oído. «… Que en vez de dar a luz daba chispitas». El baño se llena de carcajadas enlatadas, así que aprovechas para mearte literalmente de la risa. Es la nueva moda de Barcelona: ir a escuchar chistes al baño.

<strong>La Barra de Carles Abellan</strong> (paseo de Joan de Borbó, 19) es el último restaurante que ofrece servicios de humor. Y ya van tres. Todo empezó en <strong>Lando </strong>(pasaje de Pere Calders, 6). Eugenio se instaló en sus baños en cuanto abrió, hace ya dos años. Más de un niño, cuentan, ha salido despavorido gritando: «¡Hay un señor en el baño!». La idea se le ocurrió a una de las socias: Vanesa Virumbrales. Había visto que muchos restaurantes de Europa y EEUU tenían hilo musical en los servicios. ¿Pero qué pasaría -se preguntó ella- si en vez de música se oyeran chistes?

Lo que pasa es que siempre hay cola en el baño. Nadie tira de la cadena hasta que acaba el chiste. Hay grupos de amigos que van al lavabo a ver quién pilla el mejor chiste para repetirlo en la cena. «Alguno se ha quedado solo en la mesa», cuentan en el Lando. Por cierto, en estos baños -dicen- tardan más tiempo en salir los hombres que las mujeres.

DIEZ MINUTOS EN EL BAÑO

Es inevitable tardar el doble. «Saben aquel que diu…». Y ya empiezas a hacer tus necesidades a cuentagotas para escuchar mejor. «… Es un tío que va a buscar trabajo y le dice el gerente: 'Ahora entrará ganando 100.000 pesetas y más adelante le subiremos a 300.000». Te resistes a tirar de la cadena. «…Y diu: 'Bueno, pues ya vendré más adelante'». Aplausos enlatados. Ahora sí: todas las cisternas suenan al mismo tiempo.

«La gente está encantada», aseguran los responsables. Normal: es inquietantemente satisfactorio escuchar aplausos al salir del baño.

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En julio pasado abrió el segundo baño para mear y no echar gota: el del <strong>Bellavista del Jardín del Norte</strong> (Enric Granados, 86-88). La influencia es del Lando, reconocen. Aquí los clientes también se pasan 10 minutos en el baño, dan fe. Una señora llegó a pedir al jefe de sala ya preocupada si podía ir a buscar a su marido al servicio. Se lo encontró escuchando un monólogo tranquilamente.

«Un día le dije a uno: '¡Que tienes la boca abierta!' -se oye hoy al abrir la puerta del servicio- . Dice: 'Ya lo sé, si la he abierto yo'». Es <strong>Gila</strong>. No es el único que actúa aquí entre cisternas: también se puede escuchar a Eugenio, Chiquito de la CalzadaArévalo<strong>Leo Harlem</strong> y <strong>Faemino y Cansado</strong>. ¿Que cuentan un chiste malo? Qué más da. Desde luego no hay mejor sitio para que un humorista la cague.