'Camarero, una guitarra'

El bar musical Heliogàbal y el restaurante CapVerd, en la calle de Ramón y Cajal de Barcelona, emplean a un nutrido grupo de músicos locales. Cuando no están de gira o en el local de ensayo, sirven copas y tapas caseras

dominical  empleados y camareros

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LUIS BENAVIDES

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El 99% de los músicos de España son anónimos para la gran mayoría de la población. Eso significa, entre otras muchas cosas, que están obligados a ganarse la vida en otros sectores porque no tienen una mamá discográfica que les mantenga. A priori, el sector de la hostelería y sus interminables horarios de martes a domingo encajan más bien poco en la vida de los músicos adictos a la carretera, locos por pillar la furgoneta los fines de semana y tocar allá donde les dejen. Pero en el barrio barcelonés de Gràcia hay dos clamorosas excepciones: el bar musical Heliogàbal y el restaurante CapVerd, ambos en la calle de Ramón y Cajal. Y es que sus propietarios  –músicos o activistas musicales en algún momento de su vida– se muestran comprensivos con estos auténticos héroes del underground musical, capaces de sacrificar una vida más acomodada por su pasión.

Unas plantillas amplias, en los dos locales, permite el intercambio de turnos en función de los compromisos de las respectivas bandas. “Somos bastantes y eso nos permite hacer y deshacer los horarios si fuera necesario, impensable en otros bares o restaurantes", explica Alfonso Méndez, cocinero del CapVerd y excamarero del Heliogàbal. “Prefería estar en la cocina, que es algo que he mamado en casa desde pequeñito, con mi madre y mi abuela”, continúa Méndez, batería de (Lo:mûeso), una banda de noise rock de Premià de Mar (Maresme) con cuatro elepés y otros tantos EPs a sus espaldas.      

CONCIERTOS Y PASTEL DE CUMPLEAÑOS

En el 20º aniversario del Heliogàbal, celebrado el pasado 10 de octubre en el espacioso Espai Jove La Fontana, tocaron una docena de bandas. La principal peculiaridad del cartel era que, como mínimo, uno de los componentes de cada grupo trabaja o había trabajado sirviendo copas detrás de la barra del Helio. Esa noche soplaron velas rodeados de amigos, muchos amigos, tantos que tuvieron que colgar el cartel de ‘no hay entradas’ en la puerta. Una de las bandas protagonistas esa noche fue el power trio Sot, el último proyecto musical de Miquel Cabal, uno de los propietarios del Helio. “Este bar tiene éxito pero mentiría si dijese que siempre está lleno. Su mejor momento fue en el 2007, y hasta el 2012. En esa época hubo una explosión de grupos en Barcelona y nos fue muy bien”, recuerda Cabal, vinculado al bar musical desde hace más de 15 años. “Nunca hemos hecho demasiada publicidad –continúa Cabal– porque es pequeñito y no queremos que muera de éxito. Preferimos el boca-oreja”.

 El Helio, premio Ciutat de Barcelona 2012 por su labor de difusión cultural, cuida al máximo su programación. También mima a sus invitados. “Tratamos a los músicos que vienen como nos gustaría que nos tratasen”, explica el guitarra de Sot.

 Por todo esto, el Helio se ha convertido en uno de los escenarios más deseados del circuito barcelonés a pesar de sus reducidas dimensiones, con un aforo de 90 personas. “A las bandas pequeñas les mola porque suenan como en el local de ensayo, y las grandes disfrutan porque tocan en un ambiente diferente, muy cerca de la gente”, resume Carlos Leoz, guitarra y exguitarra de yStandstillHalf Foot Outside y Me and the bees,  entre otras. “Aquí solo he tocado con dos de mis bandas y, en breve, tocaré con Halcón”, añade el ahora también camarero y pinchadiscos del Helio. “He sido cliente durante muchos años y he pasado noches muy entrañables con buenos amigos”, continúa el guitarra.

BUEN AMBIENTE DE TRABAJO

Para servir cervezas y cubatas en este emblemático local de la noche barcelonesa no es imprescindible tener el extenso currículo musical de Leoz, pero ayuda estar en el ajo. La siempre risueña Aïda Camprubí, de 26 años, empezó a servir copas en junio del 2014. “Creo que me conocieron cuando vine a tocar con mi banda, Sictor Valdaña and the Check This Outs, aunque era una habitual desde los 19 años”, recuerda la bajista, periodista cultural y responsable de comunicación de un pequeño sello. “Trabajar en el Helio es genial por el buen ambiente que se respira y porque te permite ver conciertos desde otro punto de vista”, subraya Camprubí, quien afirma categóricamente que “el Helio es el único bar del mundo en el que yo trabajaría”.

El Helio es, ante todo, un punto de encuentro. El mallorquín Àngel Garau, batería de Beach Beach y Da Souza, llegó a Barcelona hace seis años para estudiar Bellas Artes. En sus cuatro paredes se sintió como en casa desde el primer momento. “Primero venía a los conciertos, hasta que los músicos que admiraba se convirtieron en amigos y me propusieron trabajar con ellos”, recuerda Garau. “Este tipo de trabajo es lo más compatible para un músico que quiera trabajar o estudiar”, añade el joven batería.      

DEL BAR A LA COCINA

Algunos empleados han dado el salto, al otro lado de la acera. Guillem Caballero, teclista de Amics del Bosc y de Joan Colomo, es el pinche del CapVerd. “Antes ponía copas en el Helio, pero en cuanto me enteré de que abrían un restaurante delante presenté mi candidatura. Cocinar me parece algo mucho más interesante, gratificante. Para hacer feliz a alguien en la barra de un bar solo tienes que servir rápido. En un restaurante tienes que currarte la comida”, bromea el músico.

Los platos estrella del capverd son los caracoles a la gormanda, las lentejas con leche de coco y el bocadillo de berenjena marinada.  “Hacemos cocina catalana de toda la vida, e introducimos elementos del Mediterráneo”, explica la copropietaria del restaurante, Hara Krann, también teclista y percusionista del proyecto musical Mil pesetas, cuya trayectoria está relacionada estrechamente al Heliogàbal. “Mil pesetas son la banda que más veces ha tocado en el Helio en sus 20 años de historia. Sus tres miembros participan en noches temáticas, unas jam sessions dedicadas a autores literarios  y músicos míticos”, apunta Caballero, ante la modestia de Kraan.

El restaurante abrió sus puertas hace un año en el local del antiguo Bar Luis, del que han respetado sus detalles setenteros como una manera de reivindicar los bares de barrio. “En esta zona hay mucha oferta de gastronomía exótica, pero faltan bares donde se puede comer como en casa”, explica el otro copropietario, Quim Díaz. El sonido del restaurante, como la decoración, es retro. Varias pilas de cintas junto a la caja registradora dan buena prueba de ello. “Todos estos casetes los hemos traído de casa. Son discos de nuestra juventud. Aquí se puede escuchar de todo: De Prince a Kortatu, pasando por Talking Heads”, explica Caballero, quien disfruta tanto de los fogones como de las charlas en la barra. “El trato aquí es muy familiar. Conocemos el nombre de muchos clientes, sobre todo de los que vienen al mediodía para comer. Eso es básico”, apostilla. 

'SOSPECHOSOS HABITUALES' EN LA BARRA

En la barra se pueden juntar fácilmente otros actores de la llamada escena underground. Los sellos independientes BCoreBankrobber y La Castanya tienen sus oficinas a pocas calles. “Paso muchas horas en esta calle porque vivo y trabajo como diseñador freelance encima del Helio, y vengo a menudo al CapVerd. Es mi triángulo de las Bermudas”, bromea Joan Guàrdia, copropietario de La Castanya. “Hace más de 10 años que programo conciertos en el Helio, y ahora les hago algunos carteles”, continúa Guàrdia, mientras toma un café en el CapVerd con Èric Fuentes, lider de The Unfinished Sympathy, autores de los mejores discos de rock nacional del 2003 y 2004 según las revistas especializadas Mondosonoro y RockZone respectivamente.   

Fuentes es otro de los sospechosos habituales en ambos negocios. Empezó sirviendo copas en el Helio y ahora pincha bajo el seudónimo de DJ Professor. “La comida en el CapVerd está genial, pero vengo sobre todo porque es un bar de colegas. Que sean o no músicos me da igual”, subraya Fuentes.