Caminata con vistas

Ruta de miradores: un paseo panorámico por el Park Güell | MAPA

Empieza el año con perspectivas. Respira aire puro, baja turrones y atraviesa senderos naturales en esta ruta de miradores por Barcelona. Aquí la cuesta de enero la escoges tú

Mirador

Mirador / Jordi Cotrina

Albert Fernández

Albert Fernández

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Elige tu propia aventura: puedes sopesar el vacío en el bolsillo y lamentar los excesos navideños, o levantar la cabeza y escoger el mejor camino para llegar a una cima con vistas. 

Te propongo una ruta fácil, desde Vallcarca hasta diversos miradores panorámicos, atravesando las faldas del Park Güell. Resulta ideal para desprecintar el calendario con un cielo verdadero sobre tu cabeza. Vas a estirar las piernas, pero también bajarás los turrones y subirás los ánimos. Alerta, en algunos puntos este camino te ofrecerá diversas opciones para continuar. Buen momento para empezar a tomar decisiones: el mundo a tus pies y un nuevo año en el horizonte.

Nuestro punto de partida es esa curva encantadora donde se unen la calle Mare de Déu del Coll con Passeig de Turull, en el barrio de Vallcarca. Puedes llegar desde la parada de metro Lesseps. Un muro de piedra aflora como signo de que dejas atrás el pavimento y te entregas a un estado salvaje. Empiezas el leve ascenso por Passeig de Turull sonriente. Enseguida llegan a tu paso escenarios agradecidos que confirman tu regocijo. Una serie de casas bajas, antiguas y encantadoras, van salpicando el paseo por donde asoman ramas y arbustos. La del número 7 tiene unas tejas oscuras que rodean incluso las ventanas; los tonos parduzcos de cuento del hogar del número 9 te encandilan, mientras la amplia y misteriosa finca del 13 te sobrecoge sobremanera. Te encantaría visitar también el aula ambiental del Bosc de Turull, ese gran corredor verde que asciende tras unas vallas a tu derecha, acogiendo huertos urbanos y espacios comunitarios. Pero sigues andando.

Pronto das con una curva pronunciada a la derecha, donde se divide el camino. Si optas por el sendero resguardado con postes de madera de la izquierda, salta al siguiente párrafo. Si decides continuar viendo casas de sueño, sigue leyendo. Tomas la curva a la derecha y prosigues la ruta por el privilegiado vecindario. La carretera sube y serpentea girando entre rampas a un lado y al otro. Siempre en subida. Casas con títulos como ‘Villa Bienvenida’ se elevan sobre tu cabeza, mientras la vegetación se desata colina abajo. Hueles la leña y contemplas coches aparcados, talleres y escaleras que llevan a puertas tras las que imaginas otra vida, mejor. Finalmente llegas a los senderos de tierra que circundan el Park Güell. Si subes, llegarás a una de sus entradas. Pero prefieres reseguir esos meandros bordeando por la izquierda, hasta dar con la parte superior de una ancha loma de tierra y troncos.

Tomas la ruta forestal y dejas atrás el Passeig Turull. El calzado se te cubre de tierra, y te encanta. Atraviesas una pasarela de tablas y puedes ver a tus pies la Escola Montseny y las casas de Vallcarca venciendo sus pendientes. A la derecha, tomas uno de tantos paseos que asciende al Park Güell. Das con una curiosa escalinata de baldosas pardas, atravesada por una hendidura por la cual desciende un pequeño caudal escalón a escalón, emitiendo un rumor natural cautivador. El agua proviene de la Fuente de Sant Salvador, parte del antiguo pueblo de Horta. A los lados de la escalera con riachuelo se acumula la hojarasca y crecen arbustos y árboles dispersos sobre un manto marrón. Superas el tramo de escalones posterior al lago decorativo y giras noventa grados a la izquierda por otro tramo de tierra que, tras otro giro a la derecha, te lleva a una loma abierta de tierra y troncos. La misma que habrías alcanzado finalmente por el otro lado del camino. 

Barcelona panorámica

Superas el final de esa explanada inclinada y sigues ascendiendo por la izquierda. Dos giros después, el camino te lleva al mirador de Joan Sales, también conocido como mirador del Virolai. Ante tus ojos se extiende una fabulosa panorámica de la ciudad, con el mar al fondo y los edificios más emblemáticos destacados como si se tratara de una maqueta. Lo ves todo pequeño. Te sientes grande. 

Le das la espalda al horizonte para concluir la caminata. En vez de volver sobre tus pasos, tomas el camino descendente a la izquierda del mirador, que te lleva por la ladera de la montaña, entre pinos y adelfas, hasta los sencillos Jardines de Juan Ponce, justo delante del famoso bar Las Delicias (Mühlberg, 1). Podrías coger un autobús y dejarlo aquí. Pero te emocionas, quieres más.

Jardines de Juan Ponce.

Jardines de Juan Ponce. / JORDI COTRINA

Cruzas desde los jardines y sigues la misteriosa curva ascendente de la Calle Mühlberg. Al final de esa barriada, que esconde otros varios caminos, escaleras y vericuetos, podrás visitar los populares búnkers del Carmel. Pero eso tendría menos misterio que la segunda parte de ‘Puñales por la espalda’. Eliges cruzar el impresionante puente de Mühlberg. Mientras los niños y los perros titubean con el espacio entre tablones de la pasarela, tú gozas las vistas del parque del Guinardó y el barrio de Can Baró.

Sigues la aventura encantadora tarareando fanfarrias de Howard Shore, porque estas Navidades has vuelto a ver alguna de ‘El señor de los Anillos’. Ahora el camino es montaña abajo. Llegas distraídamente, antes de lo que pensabas, al mirador del Nen de la Rutlla, otro formidable balcón donde las familias se entretienen para hacerse fotos o comer el bocadillo. Pero tú sigues, sigues andando. 

Te meces con el rítmico sonido del viento en las hojas, tus pasos ligeros y los cantos de los pájaros. Tus pensamientos salen de su caparazón y empiezan a volar libremente, en todas direcciones. Sabes que al final de ese camino sinuoso, cruzado de tanto en tanto por graciosas escaleras que atajan el descenso, encontrarás la calle Francesc Alegre. Entre casas señoriales, esa última rampa te devolverá poco a poco y cuesta abajo a la civilización. Pero mientras todavía sientes el polvo bajo tus pies, pierdes la mirada en la copa de los árboles y sueñas con un camino natural que no acaba nunca. Una ruta infinita por el verdor.

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