Los restaurantes de Pau Arenós

A pluma: el pollo a l'ast que esperábamos

[Eugeni de Diego ha vendido A Pluma]

Eugeni de Diego recupera el festivo hábito dominguero -o diario- del ave que da vueltas sin marearse

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Pau Arenós

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El asador de carbón del restaurante A pluma, las 18 aves dan vueltas en el espetón sin marearse. Es un espectáculo más entretenido que contemplar la lavadora o algunos programas de televisión.

Pollos de 1,1 kilos, untados con vino rancio y hierbas secas y rellenos de aromáticas frescas, limón y ajos, en el Josper a unos 150-160 grados durante hora y media. Esta es la fórmula de Eugeni de Diego, exjefe de cocina de El Bulli y exdirector de BulliLab, que le ha costado quemaduras en manos, brazos y frente. Parece un bombero en prácticas. Gobernar el horno es tarea de herreros, señores del fuego.

La semana pasada escribí sobre la mini barra Direkte Boqueria y regreso a ese modelo que, vistos los precios inmobiliarios de la Barcelona de platino, irá a más. Esta vez, una esquina con 40 metros cuadrados y 17 taburetes.

Los mejores asientos son los seis frente a los pollastres. En la trastienda, Xavi Martínez prepara canelones de rechupete, con el añadido de fuagrás y manzana, y Adrián López los sirve. Cómplice de esta apertura con alas, Ana Alvarado, pareja de Eugeni y responsable de El Cafè de La Pedrera.

Felices y agotados, atienden a 80 personas diarias y a una tumultuosa (pero pacífica, señor agente) entrega de pollos por encargo, con madrugones los domingos para servir los pedidos.

Con el nombre, A Pluma, quieren resaltar lo artesanal. Con el subtítulo, 'The chicken gourmet place', el contenido. «El modelo es una 'rostisseria', pero el concepto se acerca a la especialización a la japonesa: un lugar temático», describe el cocinero. Plumíferos a l’ast hay muchos, pero el que he comido aquí es de los mejores. Picoteos en Chez Cocó, Els Pollos de Llull, La Brochette...

En bandeja de metal, medio 'groc català' de tiernas carnes. Al lado, en otro recipiente, las patatas (monalisa) mojadas con el jugo que desprende el volátil rotatorio: buenísimas. Es posible salsear el ave con mole (¿y por qué no una picada?), 'allioli' con ajo escalivado y curri rojo.

Estoy frente a la boca de fuego y veo la monotonía de las espadas, gira que gira, hasta conseguir pieles con el tono pajizo. «Con el carbón sale la verdad del cocinero», comenta Eugeni. La regularidad del gas y el hermoso azar del quebracho ardiente. La campana extractora chuta: malos humos, fuera.

Inexistente carta de vinos: las botellas entrarán y saldrán a capricho del dueño. Bebo con gusto el tinto familiar Les Cousins mientras le doy a la croqueta (buena, pero muy por detrás del canelón), los pimientos asados y la ensalada de tomate raf pelado (sale un poco frío de la cámara).

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Las tiras rebozadas de pollo –se han currado una mezcla de harinas y maceran la carne– son más gustosas que un beso de tornillo. Frescor en el postre: piña con caramelo balsámico.

Eugeni puede convertirse en Don Pollo, en un estudioso de la anatomía galliforme, explorar interiores y exteriores. Pieles crujientes, mollejas confitadas, brochetas de hígado, huevos, platos del día con el 'gallus gallus domesticus' como tesis. Sacar chipas del asador: ¿qué cosas nuevas se pueden hacer?

Las bolsas que entregan para el 'take a way' son vistosas y elegantes. No desentonarán en la Diagonal. Pollos a l’ast, joyas y ropa de marca para gente flaca.