Terry Pratchett

La biografía del único terraplanista inteligente

Fotografía: Rob Wilkins

Fotografía: Rob Wilkins

Por Ernest Alós

Hacer de lo prosaico algo fantástico, y de lo fantástico algo cómico, y de ese despliegue de talento humorístico, una crítica ligera pero mordaz contra toda convención posible, es precisamente lo que consiguió Terry Pratchett (1948-2017) a lo largo de toda su obra, las 41 novelas del Mundodisco (ese mundo plano sostenido por cuatro elefantes en pie sobre una tortuga de tamaño cósmico en el que fluye la magia y las conexiones con otras dimensiones, incluso nuestro nada mágico Mundobola) y su narrativa juvenil. Algo no muy distinto es lo que se propuso su asistente para todo durante 17 años, Rob Wilkins, en la biografía ‘Terry Pratchett. Una vida con notas al pie*’. Publicada en castellano y en catalán por la efervescente editorial Mai Més (responsable de un 'revival' del autor con su proyecto de traducir todo Mundodisco, o Discmón, al catalán), va bien cargada de anécdotas protagonizadas por alguien a quien la realidad no debía estropear nunca una buena anécdota, de minucias reveladoras y de un devastador final que es imposible leer sin los ojos húmedos.

TERRY PRATCHETT:
UNA VIDA CON NOTAS AL PIE*
Rob Wilkins
Trad. Manu Viciano (cast.) // Marta Armengol (cat.)
Ed. Mai Més
536 / 560 páginas
25,50 euros

Para quien tenga la imagen de Pratchett como un benévolo Gandalf, Wilkinson recuerda con todo cariño que podía ser en la intimidad un gruñón de cuidado. Y que eso no es precisamente malo. En el prólogo a su colección de ensayos ‘A Slip of the Keyboard’, su gran amigo Neil Gaiman confesó que “bajo su jovialidad había un fundamento de furia. (…) Se indignaba contra muchas cosas: la estupidez, la injusticia, la locura humana y la estrechez de miras (…) y junto a la ira, como un ángel y un demonio caminando cogidos de la mano hacia el ocaso, está el amor: a los seres humanos, en toda nuestra falibilidad, por los objetos que atesoraba, por las historias; y en último término y por encima de todo, amor por la dignidad humana”.

El biógrafo

Wilkins pasó 17 años en el estudio de Pratchett, en la granja que se compró cuando los beneficios de sus novelas ya rondaban el millón de libras por título. Su labor de asistente personal se multiplicó en cuando al escritor se le diagnosticó alzhéimer. De tramitar su correspondencia, cavar zanjas en el jardín, llevar la contabilidad y compartir proyectos de bricolaje electrónico pasó a ser sus manos cuando Pratchett pasó a dictar y su voz cuando no podía hablar en público (o saliendo al quite cuando algo fallaba, haciendo de 'archivo de anécdotas'). Wilkins, que hoy gestiona el legado de Pratchett conjuntamente con la hija de este, la guionista de videojuegos Rhianna Pratchett, sigue en la primera parte del libro las memorias inacabadas del escritor. De la segunda, parte, que muestra la intimidad que compartieron, su proceso creativo y el doloroso desvanecimiento de una mente brillante, fue testigo privilegiado.

Rob Wilkins, trabajando en el estudio con Terry Pratchett. Imagen del documental de la BBC sobre Terry Pratchett y el Alzheimer

Rob Wilkins, trabajando en el estudio con Terry Pratchett. Imagen del documental de la BBC sobre Terry Pratchett y el Alzheimer

Rob Wilkins trabajó durante 17 años con el autor: acabó siendo sus manos cuando ya solo podía dictar y su voz cuando no podía hablar en público

Amistades e influencias

Neil Gaiman

Cuando entrevistó a Terry Pratchett con 25 años, este encontró en el futuro autor de ‘Sandman’ a alguien con "el mismo tipo de cerebro". En 1990 Gaiman sometió a su consideración el borrador de una novela en la que Guillermo Brown era el Anticristo. Años después, Pratchett le dio a elegir. O le compraba la idea, o la escribían juntos. "Fue como si Miguel Ángel te llamara y dijera: ‘Oye, te apetece que pintemos un techo?" Se convirtió en ‘Buenos augurios’.

J. R. R. Tolkien

Pratchett leyó la trilogía entera de ‘El señor de los anillos en una sesión de 24 horas consecutivas. "La obra cumbre de Tolkien no solo supuso lo que contenía el libro en sí, sino también que lo enviara a zonas de la biblioteca que Terry no había explorado: la sección de mitología, los estantes de historia antigua, historia moderna, arqueología… fue un terremoto cuyas grietas se extendieron por la superficie a toda velocidad y en todas direcciones", analiza Wilkinson.

G. K. Chesterton

La colección entera de la revista ‘Punch’ en la biblioteca de su pueblo fue para el preadolescente Terry Pratchett "una enciclopedia de influencias", con P. G. Woodhouse, W. C. Sellar, Mark Twain, Jerome K. Jerome y G. K. Chesterton. De este parafraseó una sentencia que se convirtió en su guía: "Mucho más grotesco y maravilloso que cualquier cosa disparatada o fantástica es algo cotidiano a lo que se presta atención, visto desde un ángulo nuevo".

Douglas Adams

Aunque solo se encontraron una vez, con su ‘Guía del autoestopista galáctico’ Adams hizo que Pratchett se reinventase. Según su amigo Dave Busby, la colisión entre lo fantástico y lo cotidiano de la obra de Adams le hizo decidir "que era un escritor humorístico y que eso era lo que iba a ser". Adams ya había ocupado un espacio, el absurdo aplicado a la ciencia ficción. Pratchett no entró con su maquinaria en este solar, y la aplicó a la fantasía. Así nació su Mundodisco.

Muerte en la TV

¿Las primeras revelaciones infantiles que hicieron de Pratchett lector? ‘El viento entre los sauces’, de Kenneth Grahame: "Tenías que fingir que el mundo era un poco distinto. Y eso era suficiente para mí". Guillermo el Travieso: "Caí hechizado. En aquella época no habría sabido explicarlo, pero ahora sé que estaba experimentando la ironía". Y la Muerte de 'El séptimo sello' de Bergman. La vio en la TV de su abuela. Y esa imagen perduró.

El Dr. Who, pues...

Aunque quizá sea el otro gran referente de ciencia ficción popular en el Reino Unido, Pratchett nunca apreció especialmente la serie del Dr. Who. "El ‘destornillador sónico’ con el que convenientemente resolvía las crisis era, en su opinión, un ejemplo descarado de la solución al estilo ‘se liberó de un salto y ya está’ para los dilemas en la ficción que Terry consideraba (a) tan pasada de moda que olía a rancio y (b) un escaqueo absoluto en términos imaginativos".

Terry Pratchett, durante la gira de promoción de su segunda novela de Mundodisco, aún como escritor a tiempo parcial (1987).

Terry Pratchett, durante la gira de promoción de su segunda novela de Mundodisco, aún como escritor a tiempo parcial (1987).

"Un hippie con trabajo"

Hijo de una contable y un mecánico, criado en la apacible Beaconsfield, esa ira de la que hablaba Gaiman tiene sus primera bases en el desprecio que recibió en la escuela como niño más bien distraído, algo lógico en quien decía que al fin y al cabo “se ganaba la vida teniendo leves alucinaciones”. En la primera mitad del libro, Wilkins sigue los pasos de las memorias de Pratchett, de la infancia a un periodo no especialmente brillante en el que frecuentó el cerrado mundillo de las convenciones de ciencia ficción, crió abejas y cabras en una granja, escribió tres novelas sin éxito, trabajó en tres diarios hiperlocales (‘Bucks Free Press’, ‘Western Daily Press’ y ‘Bath and Wilts Evening Chronicle’) y acabó acomodado como relaciones públicas de la South Western Electricity Board, dispuesto a "atender las llamadas de periodistas que querían saber si los reactores nucleares instalados en la vecindad de sus lectores habían explotado en tiempos recientes o estaban a punto de explotar o tenían planes de explotar en el futuro cercano".

Solo a los 39 años, tras el éxito de su tercera novela de Mundodisco, decide dedicarse profesionalmente a la escritura. Esperaba no tener que trabajar así ni un día más en toda su vida. En 20 años publicó una cincuentena de libros.

La causa de su vida:
la lucha contra el alzhéimer y la defensa de la muerte digna

Tras una acumulación de pequeños incidentes, en 2007, a los 59 años, se le diagnostica a Pratchett una atrofia cortical posterior, una variante rara del alzhéimer. Su reacción le valió los honores y reconocimientos que se le habían ido regateando, incluso el título de Sir. "Reaccionó a la noticia de su inminente defunción con valentía, con pensamiento implacable, decidido a afrontar en público y cara a cara su enfermedad, asignándose la misión de obligar al país entero a tratar el tema de la muerte asistida", explica Wilkins. Encabezó iniciativas para reclamar más financiación para la investigación sobre el alzhéimer y puso cara a la enfermedad prestándose a protagonizar tres documentales ‘Terry Pratchett: viviendo con alzhéimer’, ‘Terry Pratchett: eligiendo morir’ y ‘Terry Pratchett: afrontando la extinción’. "Terry no iba a encerrarse en casa y padecer el alzhéimer en privado, por mucho que quizá recluirse hubiera encajado con su carácter: iba a padecerlo ahí fuera para que todo el mundo viera cómo lo padecía, con la esperanza de que hacerlo sirviera para algo", explica el biógrafo.

Terry Pratchett, portavoz de los afectados por el alzheimer en el 10 de Downing Street

Terry Pratchett, portavoz de los afectados por el alzheimer en el 10 de Downing Street

El libro pasa de lo anecdótico a lo dolorosamente elegiaco en el tramo final. Con episodios que dolerán a quien haya vivido algo parecido en su entorno personal. Como este: "Terry tenía la mirada fija en el teclado. La S. Te has llevado la S. ¿Dónde está? Me quedé perplejo. Fui a su lado y miré. La letra S estaba en el teclado, entre la A y la D, como de costumbre. Me agaché y la pulsé. Terry se volvió y me sostuvo la mirada. Había ansiedad en sus ojos".

Primer capítulo del documental de la BBC en que Pratchett mostró el día a día de su lucha contra la enfermedad.

Muy mala suerte con las adaptaciones

El éxito comercial del Pratchett literario no se expandió a lo audiovisual. Así que se perdió los años de la "fiebre de oro" de la fantasía en el cine. Wilkins se encuentra en una posición privilegiada para explicar las interioridades de los proyectos fallidos (no se llega a pronunciar en el libro sobre el póstumo desastre de la serie ‘The Watch’ para BBC América ni el inminente estreno de la infantil ‘El asombroso Mauricio y sus roedores sabios, ese sí bajo el control de la compañía que gestiona junto con la hija de Pratchett, Rhianna).

En Hollywood, el deseo del escritor de mantener el control creativo arruinó varios proyectos… pero también influyó la mala suerte. Dreamworks adquirió los derechos sobre ‘El Éxodo de los Gnomos’. El director debía ser Andrew Adamson… pero dio el pelotazo con ‘Schrek’, y, claro pasó por delante 'Schrek 2’. Al cabo de 12 años el proyecto resucitó pero con la propuesta de cambiar los gnomos por los trolls, unos muñecos de los que Dreamworks había comprado la licencia. “Sus peores miedos sobre lo que le sucedía a un novelista cuando se dejaba engatusar por Hollywood estaban a punto de cumplirse. Se anuló el contrato”. Los trolls tuvieron su propia película.

En 2006 el acuerdo con Sony para adaptar ‘Los pequeños hombres libres’ con Sam Raimi se rompió cuando Pratchett concluyó que el guion era "una mierda". Con Disney, cuando descubrió que la letra pequeña del contrato para adaptar ‘Mort’ implicaba por la puerta de atrás ceder los derechos de todas las novelas donde el personaje de la Muerte apareciera. Todas las de Mundodisco, menos una. Solo se sintió satisfecho con las más modestas adaptaciones para Sky TV de tres novelas de Mundodisco, ‘Papá Puerco’, ‘El color de la magia’ y ‘Cartas en el asunto’.

Destronado por J. K. Rowling

Poca broma. Se calcula que se han vendido unos 85 millones de libros de Terry Pratchett en todo el mundo, con un éxito desigual en algunos mercados (quizá en el de lengua hispana, por ejemplo, las barrocas cubiertas dibujadas por Josh Kirby hasta su muerte, y luego por Paul Kidby, no eran la mejor carta de presentación) pero abrumador en el caso del Reino Unido. Con adelantos de 700.000 libras por libro... porque se negaba a cobrar más y prefería esperar a ver el resultado de su trabajo. Que solía subir hasta el millón.

Ilustración de Josh Kirby.

Ilustración de Josh Kirby.

Hacia el año 2000, explica Wilkins, "había sido el autor más vendido de Gran Bretaña durante una década, honor que apenas acababa de ceder con cierta reticencia a una autora llamada J. K. Rowling". "La pérdida de ese estatus indiscutible en la cima (…) molestaba a Terry", reconoce su biógrafo. No fue nada personal (la felicitó por carta) pero solo se vieron alguna vez intercambiando "mutuas y elegantes inclinaciones desde lados opuestos de la sala". Sí le irritaba sobremanera "ver que se le atribuía con alegría a Rowling el mérito de revolucionar el ‘hasta ahora moribundo’ género de la literatura fantástica" o que se buscasen huellas de Rowling en la obra de Pratchett y no al revés.

El método de escritura

Su afición a los invernaderos quizá debería situar a Pratchett más cerca de la metáfora del autor jardinero que del autor arquitecto. Y de hecho, no preparaba diagramas ni esquemas. Pero tenía su propio sistema, que definía como "El valle de las nubes", con el principio, el final y algunos episodios claves en mente. "Escribir una novela era viajar desde un lado del valle hasta el otro. El terreno que se abría por debajo estaba lleno de niebla pero, con un poco de suerte, desde donde estaba se alcanzaba a ver el otro lado y también, con bastante claridad por encima de la capa de niebla que cubría el valle, la copa de un árbol o dos, o algún otro accidente del terreno mediante el que orientarse. Así que su trabajo era echar a andar hacia uno de esos puntos de referencia: descender a la niebla y descubrir qué cosas se volvían visibles por el camino".

Wilkins explica otra peculiaridad del 'modus operandi' de Pratchett, que explicaría en parte la barroca acumulación de momentos brillantes en sus novelas, a veces desbordante. “El Hoyo, el lugar del ordenador donde Terry dejaba caer las ideas sueltas, los pasajes vagabundos y las frases huérfanas. En cualquier momento se podía sacar algo del Hoyo para un futuro uso (…) Terry escribía así, en pasajes separados e independientes, al parecer sin relación unos con otros, que luego recortaba y cosía entre ellos para hacerlos encajar”. El disco duro que contenía El Hoyo fue destruido con una apisonadora por deseo del escritor, aunque contenía diez novelas inacabadas cuya sinopsis desvela el biógrafo.

La crítica y los lectores

La materia literaria de Pratchett no lo tenía todo para granjearse el favor de la crítica, de quienes "creen que ser serio es lo contrario de ser divertido". Sí, acabó invitado al Hay Festival. Una vez, y no volvió. "Han sido más o menos tan condescendientes como me esperaba, el típico trato de ‘Atila el Huno visitando el Senado romano’", explicó.

Que esa condescendencia alcanzase también a sus seguidores, concluye Wilkins, quizá le hizo "que se mostrara más protector de lo normal con sus lectores y más inclinado a honrar su vínculo con ellos en la medida de lo posible". En su hiperactividad en presentaciones, firmas de libros y respuestas a los mensajes recibidos de sus lectores, primero por vía postal y luego digital, se mezclaba la ética obrera aplicada a la escritura ("se promocionaba con tanta avidez como escribía (…) Había llegado a la conclusión de que su éxito derivaba en cierto modo crucial de su accesibilidad", dice su biógrafo) como, quizá, el impacto que le dejó haber recibido respuesta inmediata aquella vez que como fan escribió al mismísimo J. R. R Tolkien.

El adiós

Rob Wilkins y Rihanna Pratchett decidieron el fallecimiento de Terry Pratchett con tres tweets protagonizados por la Muerte, el personaje recurrente que en sus novelas siempre se dirige a quienes están a mundo de dejar este mundo en mayúsculas.

-POR FIN, SIR TERRY, DEBEMOS CAMINAR JUNTOS

-Terry tomó el brazo de la Muerte y cruzó con él las puertas y lo siguió al negro desierto bajo la noche interminable

FIN