Rock Cómic

Momentos estelares de un romance

El álbum de historietas ‘Underground. Rockeros malditos y grandes sacerdotisas del sonido’ es el último episodio de la larga e intensa relación entre rock & cómic. Repasamos una historia de amor recíproco.

Por Ramón Vendrell

Francia siempre ha sentido debilidad por los excéntricos, los extremistas, los marginales y los piratas del rock and roll, a poder ser estadounidenses. El tempestuoso Gene Vincent de la década de 1960 fue adorado en el Hexágono. Si en un lugar fue apreciada la fantasía de champán y maquillaje baratos de los New York Dolls ese fue París. El sello Skydog dio cancha a los Flamin’ Groovies cuando parecía que no tenían futuro a mediados de los 70 y la discográfica New Rose orquestó la resurrección de Alex Chilton en el tramo final de los 80. En París grabó Mink DeVille el maravilloso álbumLe chat bleu y en París vivía Stiv Bators cuando fue atropellado por un automóvil en 1990, 40 años jugando a la ruleta rusa para terminar así.

El álbum ‘Underground. Rockeros malditos y grandes sacerdotisas del sonido’, con guiones de Arnaud Le Gouëfflec y dibujos de Nicolas Moog (apellido que sin duda le predestinó a ser un enterado de la música popular moderna: no hay instrumento más reverenciado a escala arcana que el sintetizador Moog), tenía que salir pues de Francia, cuya industria del cómic tampoco es manca.

El volumen funciona como una pequeña enciclopedia de lo que promete el subtítulo, con un loable equilibrio entre didactismo y erudición. Una obra que exalta el disco ‘Like flies on sherbert’, del citado Chilton, en una ‘splash page’ para enmarcar (y no es la única) no puede estar equivocada.

David Kamp (textos) y Steven Dalt (ilustraciones) publicaron en la revista ‘Vanity Fair’ en los primeros años 2000 la serie ‘The rock snob’s dictionary’, más tarde recopilada en un libro de espectro mucho más amplio que ‘Underground’. No pocos sujetos coinciden, pero lo que allí era (muy divertida) ironía es aquí apostolado. Le Gouëfflec y Moog se toman como una misión divina presentar a Moondog, Daniel Johnston, Sun Ra, The Cramps, Merrell Fankhauser, Lydia Lunch, Yma Sumac, Billy Childish, Lee Hazlewood, Captain Beefheart, Kevin Coyne, el dub y así hasta 36 artistas y estilos de culto. Como Le Gouëfflec y Moog son franceses, ahí están también Colette Magny, Éliane Radigue, Boris Vian o Brigitte Fontaine.

Es ‘Underground’ el último revolcón del largo e intenso romance entre rock y cómic, no en balde fueron las dos fuerzas mayores de la contracultura juvenil mientras existió. Recuperamos otros nueve episodios del idilio.

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Alianza contracultural perfecta

‘Cheap thrills’ (1968), la carta de presentación de Janis Joplin (vale, de Big Brother & The Holding Company), se benefició de una tapa como no se había visto nada parecido hasta entonces, cortesía de Robert Crumb, el marcianísimo tótem del cómic ‘underground’. Un momento contracultural perfecto. Pero a Crumb, Joplin debía de parecerle fuegos artificiales. Él prefiere el blues, el jazz y el country primitivos, muy primitivos, que colecciona y a cuyos intérpretes ha dedicado varios santorales, reunidos en ‘Héroes del blues, el jazz y el country’ (2019).

Pésimo lugar, pésimo momento

Ni con un tiralíneas espacio-temporal podrías elegir peor lugar y peor momento para publicar un disco como ‘Supersnazz’ (1969), el debut de Flamin’ Groovies. Gozoso rock and roll hecho en San Francisco, la capital del LSD, en el año en que el ‘viaje’ hippie se torció definitivamente. Desde la portada, homenaje de Ciryl Jordan, cabecilla y guitarrista del grupo así como dibujante, a los viejos dibujos animados, transmite el elepé una gloriosa desubicación.

Trastienda psiconalítica

‘Rock dreams’ (1973) es una temprana obra maestra de la bibliografía rock. Las ilustraciones de Guy Peellaert y los breves textos de Nik Cohn revelan a menudo el significado profundo de los artistas ‘psicoanalizados’. Diana Ross a bordo de una limusina, ojos como platos que no saben adónde mirar mientras atraviesa un gueto negro, es un ejemplo. No es de extrañar que David Bowie encargara a Peellaert la portada de ‘Diamond dogs’ (1974).

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Trastienda psiconalítica

‘Rock dreams’ (1973) es una temprana obra maestra de la bibliografía rock. Las ilustraciones de Guy Peellaert y los breves textos de Nik Cohn revelan a menudo el significado profundo de los artistas ‘psicoanalizados’. Diana Ross a bordo de una limusina, ojos como platos que no saben adónde mirar mientras atraviesa un gueto negro, es un ejemplo. No es de extrañar que David Bowie encargara a Peellaert la portada de ‘Diamond dogs’ (1974).

Lou Reed era un ladrón

Por la cara robó Lou Reed una ilustración de Nazario para la portada del disco ‘Take no prisoners’ (1978). La ilustración fue publicada como tapa del número de ‘Rock Comix’ dedicado a Lou Reed y The Velvet Underground (1976).

Solo mucho después llegaría Nazario a un reconocimiento por parte de la discográfica ladrona, y a un acuerdo económico. Marc Almond dedicó la canción 'Anarcoma', presente en el epé 'Ruby Red' (1986), al travesti detective creado por el autor, pero no se atrevió con la portada de Nazario para 'What makes a man a man' (1993). En cambio Dogo y los Mercenarios le fueron a buscar para la carátula de su estreno, ‘Ansia’ (1987).

La nueva ola española

Paraíso ensalzó al explosivo personaje de cómic Makoki en un ‘single’ de 1983 con portada de Miguel Gallardo, el creador gráfico de la electrocutada criatura. Asimismo Gallardo hizo la tapa de ‘Esto es rocanrol’ (1984), de Los Rebeldes.

Hubo en Barcelona un grupo llamado María Lanuit, como el personaje de Alfredo Pons, y Montesol ilustró la carátula del primer sencillo de Kamenbert, ‘Último grito’ (1983). Ceesepe, por su parte, firmó la portada del elepé ‘Al calor del amor en un bar’ (1986), de Gabinete Caligari. Ya en los 90 Mauro Entrialgo dibujó la tira de portadas para La Secta, Patrullero Mancuso, Pribata Idaho o Pleasure Fuckers, e incursionó en la música con el proyecto Fat Esteban.

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Simbiosis mágica

Max merece capítulo aparte. Suyas son las portadas del ‘single’ ‘Colonos de Marte’ (1983), de Primavera Negra, grupo del que emergería Xavier Baró; ‘Un zumbido de amor’ (1993), elepé de Los Locos; y ‘Una ópera egipcia’ (2010), álbum de Los Planetas. Pero, sobre todo, Max estableció una simbiosis mágica con Pascal Comelade. Para esta alma gemela hizo la tapa de ‘Haikus de pianos’ (1993) y el cartel de su actuación en el Palau de la Música en 2006, y sobre ella escribió y dibujó la historieta ‘Lo piano vermell’ (2008).

Fino estilista

Con permiso de Frank Margerin y Denis Sire, Serge Clerc fue el autor más rockero de la segunda quinta de artistas impulsada por la revista francesa ‘Métal Hurlant’. Dedicó estilizadas historietas a The Clash, Blondie o The Cramps y reclamaron sus servicios Carmel (‘The drum is everything’, 1984), The Fleshtones (‘Speed connection. Live in Paris 85’) y Joe Jackson (‘Big world’, 1986).

Póquer de ases

Charles Burns, Daniel Clowes, Peter Bagge y Jaime Hernandez, el póquer de ases de la segunda edad de oro del cómic ‘underground’ estadounidense, estuvieron estrechamente vinculados al rock de los 90. Burns ya publicaba en el fancín ‘Sub Pop’, embrión del crucial sello del mismo nombre, e ilustró la portada de ‘Brick by brick’ (1990), de Iggy Pop. Clowes realizó tapas para Raunch Hands, Supersuckers y Headcoats. Flat Duo Jets, Hellacopters, Action Suits y muchos otros reclamaron el lápiz de Bagge, mientras que Shame Idols y Makers se inclinaron por Hernández.

Cósmico

Mike Allred incrustó la historia del rock and roll en una saga espacial en el cómic ‘Red Rocket 7’ (1997), cosa que se dice antes que se hace, y dedicó a su admirado David Bowie la magnífica novela gráfica ‘Polvo de estrellas, pistolas de rayos y fantasías de la era espacial’ (2020).

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos:
Ramón Vendrell
Diseño de portada:
David Jiménez
Coordinación:
Rafa Julve