Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | CUADERNO DE NOTAS

Biel Mesquida

Escritos desenfocados

Hay una profunda poesía en los cambios de estación que no debemos dejar perder, ahora que todo se estropea, se homogeneiza, se robotiza y pierde el sabor y el saber

Paisaje típicamente otoñal en el paraje de Mata de Haya, en Belagua (Navarra).

Paisaje típicamente otoñal en el paraje de Mata de Haya, en Belagua (Navarra). / EP

¿NO HAS PERCIBIDO EL PERFUME FUERTE QUE LLEVA A PENSAR EN EL OTOÑO? Los cambios de estación hacen mucho daño a los hipersensibles. Y un gran bien a quienes saben vivir el presente con la lentitud de los siglos. ¿No te das cuenta de cómo las clorofilas verdes de las hojas comienzan la sinfonía de amarillos, calabazas, rojizos y oscuros que convertirán el suelo o el asfalto, da igual, en una alfombra de 'catacracs' que huelen a 'muertevida', a descomposición y a resurrección a la vez?

Y, por añadidura, el cambio de hora que llegó la semana pasada nos dejará, a partir de ahora, los dedos de color de rosa del amanecer hacia las seis de la mañana y las hemorrágicas puestas de sol y la oscura negra a las seis de la tarde. ¿Y no te has tapado con una mantita delgada porque la sábana de hilo ya es demasiado fría para esta época y las madrugadas son gélidas? ¿Has cerrado las ventanas antes de acostarte o aún las tienes abiertas de par en par? Hay una profunda poesía en los cambios de estación que no debemos dejar perder, ahora que todo se estropea, se homogeneiza, se robotiza y pierde el sabor y el saber.

Recomiendan un libro para este cambio de estación de un escritor quebequés, Gaétan Soucy, titulado 'La niña a la que le gustaban demasiado las cerillas' (Contraseña /Limits). Las fuentes que aparecen son el cuento de hadas y el relato gótico, William Faulkner, las cajitas de música, el teatro del absurdo, 'Canino' de Yorgos Lánthimos y la serie 'Somewhere boy', y también Baruch Spinoza, Henri de Saint-Simon, diccionarios, libros de caballerías, restos de una biblioteca, retratos de una galería, espejos rotos donde neolenguas e infancias ferales se dan la mano con una escritura andrógina, divertida y llena de felicidades de los lenguajes.

SIEMPRE LA POESÍA. En una sociedad en la que señorea la guerra, la injusticia, la desigualdad, la miseria, el dolor y las mil y una desgracias que intentan convertir a los seres humanos en personas insensibles, levantamos la poesía como herramienta de combate y de liberación del espíritu, una herramienta que aumenta la percepción y el pensamiento, que nos hace más sabios, más libres, más felices.

Los necrocapitalistas nos quieren descerebelados, máquinas de trabajo y consumo. Y con la ayuda de sistemas de mercado y de control, lo consiguen sin darnos cuenta. Nos compran por cualquier puñado de miseria. Y terminamos sin pensar y sin sentir: atrofiados, afásicos, esclavizados. La poesía nos despierta y nos resucita. Nos salva.

COMO UN RECORTE DE DIARIO ÍNTIMO. Solo la emoción perdura. ¿Por qué hay tantas razones para la inquietud? ¿De dónde sale esta violencia cotidiana que, como un fantasma lleno de cuerpos asesinados, recorre el planeta y que, cada vez más, me quieren hacer pensar que es normal? ¿Y cómo funciona este rodar histórico en el que estalla el tiempo y la conciencia clásica a favor de un presente pesado y obsceno empapado de una desilusión colectiva? Con esta velocidad no hay tiempo para nada, me siento en una motorización general del cuerpo y el pensamiento.

¿La intrusión en los individuos de una energía desesperadamente agresiva, ese rencor que ataca por todos lados, las nuevas tiranías que salen como un virus, van en serio? Siento como si las frases salieran de la nada, como espasmos respiratorios. ¿Y esa barbarie de base que aparece cuando menos la esperas y te sacude y te deja golpeado, tirado, sin fuerzas para nada? Miro un olivo que acecha desde las piedras de una pared seca y, algunos pasos más allá, toco una estepa con las hojas gomosas y dos florecillas de color rosa que me anuncian que el mar está cerca.

La salinidad me deshace del sueño con calima y pensamientos de plomo de ese proceso descivilizador que me ahoga, que me paraliza, que me sopla esa negatividad extrema, fiebrosa, lúcida, severa e implacable que me hace ver lo que no es: un espejismo. Y, mientras tanto, los falsos profetas no se detienen de llamar a la paz mientras atienden a la guerra, no se detienen en declamar como malos actores que arrastran a las masas hacia la uniformización de los esclavos, no se detienen en perorar y especular para enriquecerse más. ¡Y esta es mi proclama!

Y él veía cómo crecía y crecía dentro de una escapada el polvo tanto si parpadeaba como si no, en medio de las destilaciones supremas del día despiadado. Y él burlaba un silencio inmóvil con la vista ensombrecida en los encajes que definían lo que no podía oír de otra manera. Y él recogía moras de un lila oscuro en los romeros de las aceras del camino y las manos le quedaban rasguños y alguna gotita de sangre que se esparcía por la piel se mezclaba con ese jugo que le dejaba la saliva y las palabras de un rojo al rojo vivo. Y él escribe sentado frente a una pared, el papel al otro lado de la pared y su mano con la pluma pasa a través de ella para escribir no solo sobre un papel invisible, sino en una oscuridad total de tal modo que no sabe si la pluma todavía escribe.

Y él muestra su rechazo básico e instintivo de la comedia humana, denuncia la atrofia de las sensaciones, la pérdida cotinuada de la percepción, la falsa memoria abstracta que reemplaza a la única que vale la alegría: la que está escondida en el cuerpo; la sustancia del recuerdo es la vista, el husmear, la sensación, los músculos con los que nos vemos, nos sentimos, nos entendemos, no la inteligencia, no el pensamiento. Y él sabe que el cuerpo humano vive al borde de un precipicio y se destroza por no saberlo hasta la desaparición sin dejar ni el menor trazo por encima del polvo insaciable.

Y Maria Hein te canta (vía la música del disco de 'Salvatge cor, Cruïlla', de Llorenç Romera y letra de este cronista), lectora: "Frágil pajarillo que te bañas dentro de los surcos rojos de arcilla dime de dónde vienes que comes quien te ama y te vigila buscaré el color de tus gorjeos y cortejos tu historia tu nombre de pila y quedará grabado dentro del poema y serás de mi tiempo un emblema y vivirás mientras el papel se quema como de un instante entero el tema".