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CRÍTICA

'Mil cosas', de Juan Tallón: el vacío

Esta novela parece una ópera bufa, pero al llegar al final el lector se da cuenta de que debe volver atrás

El escritor Juan Tallón.

El escritor Juan Tallón. / Jesús Hellín.

Ricardo Baixeras

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Barcelona
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Uno lee creyendo que Juan Tallón (Ourense, 1975), en esta novela aparentemente lineal y melodramática, ha construido una ópera bufa sin más (aunque de rabiosa actualidad). En ‘Mil cosas’, el autor gallego dibuja la vida de dos personajes obsesionados con sus quehaceres laborales y absolutamente hiperactivos –Travis y Anne– que en más de un sentido son como usted y como yo, seres que en sus respectivos trabajos no pueden desconectar justo el día antes de empezar sus vacaciones.

Pero cuando uno está creyendo eso y no otra cosa (porque esa otra cosa que aquí no puedo desvelar no sucederá porque no ha sido narrada), se da cuenta de que al cerrar la última página está obligado –literalmente– a volver a leer o a repensar todo lo sucedido.

Porque Tallón lleva al lector hacia un lugar que nada o poco tiene que ver con el verdadero centro de gravedad de esta tragedia, nada melodramática, que se cierra (y no se abre) con una cita del ‘Humano, demasiado humano’ de Friedrich Nietzsche que ya no puedo ni quiero olvidar: «Las personas activas ruedan como rueda la piedra: con la necedad del mecanismo».

Dos elementos estructurales capitales y que solo aparecen al final del libro: una escena que deconstruye radical y violentamente toda la lectura del texto y una cita que provoca que la lógica mental en la que estábamos situados caiga en picado. Cuando el lector piensa que está venciendo al libro se percata que es el libro el que le ha vencido. Pero ya lo saben: es demasiado tarde.

Cuando el lector piensa que está venciendo al libro se percata que es el libro el que le ha vencido. Pero ya lo saben: es demasiado tarde

Puestas así las cosas, uno se ha devanado los sesos con este libro 'a posteriori' como pocas veces me había sucedido pensando cómo se puede contar una historia así, sin relatar lo que debería decirse, esas «mil cosas» que deberían estar en ese centro vacío porque, señoras y señores, «la vida funciona a veces por acumulación de acontecimientos que se traducen en saciedad, aunque por el medio haya algunas risas y alegrías». Y se pregunta que para qué, para «¿ganar el pulso del tiempo?».

Punto de no retorno

Y, claro, una cosa es ganar ese pulso al tiempo y otra muy distinta saber que «el sentido es una idea que se llena con la simple acción». Y aquí, damas y caballeros, lo que mata no es el conocimiento, sino la pura acción que arrastra como viento recio del norte a estos dos personajes hacia un punto de no retorno que tampoco puedo desvelar, es decir, hacia el caos más absoluto e irreversible que uno se pueda imaginar.

Lean ustedes aquí la forma en que Tallón hace converger en un punto ciego la ficción con la realidad, lo conocido con lo extraño, lo sabido con lo ignorado, la actualidad como el signo exacto de su propia caducidad, y sepan que de tan inverosímil, de tan imposible lo que sucede en esa última página que no van a creer, créanme, pero que se colará en sus mentes como veneno cierto.

Ese vacío, una nueva desaparición en la literatura de Tallón pero en un orden distinto al de 'Obra maestra', será una experiencia radical porque significa tocar con la yema de los dedos la propia extrañeza y será inolvidable porque hará que recuerden durante mucho tiempo que las cosas, las mil cosas que hacemos todos los días, no son las cosas que nos suceden todos los días.

Mil cosas

Juan Tallón

Anagrama

107 páginas

18,90 euros