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CRÍTICA

'Vegas. Crónica de una mala racha', de John Gregory Dunne: un náufrago en la ciudad del pecado

En plena crisis personal y con la neurosis a cuestas, el autor estadounidense se refugió en Sin City para escribir una de sus grandes obras

Me acuerdo de Joan Didion; por Inés Martín Rodrigo

El escritor John Gregory Dunne, autor de 'Vegas. Crónica de una mala racha'.

El escritor John Gregory Dunne, autor de 'Vegas. Crónica de una mala racha'. / EP

Luis M. Alonso

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En el verano de 1974, cuando su crisis personal no admitía más excusas, John Gregory Dunne (Hartford, Connecticut, 1932-Nueva York, 2003) abandonó temporalmente Los Ángeles, su hogar, su rutina de escritor, incluso su sentido de la seguridad familiar, para internarse en Las Vegas con un cuaderno de notas, una neurosis a cuestas, y el propósito de aclararse consigo mismo. El título del libro que entonces escribió, 'Vegas. Crónica de una mala racha', sugiere, al mismo tiempo, confesión, romance fallido con la vida, y experiencia al límite.

No es el estallido gonzo de Hunter S. Thompson, ni la frialdad quirúrgica que imprimía a los textos su compañera, Joan Didion; se sitúa en el terreno intermedio, vulnerable, de la confesión desgarrada. Y ese es precisamente el valor que encierra la obra que acaba de ver la luz traducida al español de un cronista sincero que con menos de 40 años se siente fracasado como escritor y como marido.

Dunne, autor de algunos de los mejores ensayos que se han escrito sobre Hollywood y que inspiraron su libro 'El estudio' (1969), se instaló en Las Vegas, no como turista ni como reportero con una misión precisa, sino en el papel de un náufrago voluntario en busca de aire, aunque fuese viciado. La frase inaugural –"En el verano de mi crisis nerviosa me fui a vivir a Las Vegas, condado de Clark, Nevada"– plantea desde el inicio el tono descarnado del descenso personal.

Se presenta como una ficción que recuerda tiempos reales e imaginados, mezcla memoria, invención y confesión para retratar el entorno de los neones y los casinos de Sin City, pero sobre todo le sirve al escritor para examinarse a sí mismo. No hay moraleja redentora en él, lo que ofrece es un estado de ánimo, una bitácora de la angustia, el testimonio de alguien que ya no se mantiene en la superficie y se resigna a la deriva.

Ejercicido de supervivencia

Resulta inevitable comparar este ejercicio de supervivencia con las crónicas de Didion, compañera de vida y de escritura de Dunne. Ambos comparten la mirada afilada y el gesto minimalista. Ella logra traducir la desintegración cultural de los años 60 y 70 en un lenguaje seco, sin adjetivos superfluos. Él, en cambio, aplica esa misma economía de estilo no tanto a la cultura como a su propia fractura íntima.

Dunne se interna en Las Vegas y proyecta sobre la ciudad sus propias grietas personales

Si Didion suele observar a California y percibir en el paisaje la grieta que anuncia el derrumbe de una época, Dunne se interna en Las Vegas y proyecta sobre la ciudad sus propias grietas personales. Didion, más analítica y observadora, representa la precisión fría del testigo; Dunne, el temblor confesional de quien es a la vez víctima y narrador. Dónde ella ofrece claridad, él se permite alguna turbulencia.

Todavía más obvia es la comparación con Hunter S. Thompson, cronista por excelencia de Las Vegas en 'Miedo y asco en Las Vegas' (1971). Thompson convierte la ciudad en el escenario de la hipérbole y la sátira gonzo, en un carnaval de drogas, paranoia y humor salvaje que funciona como alegoría del fracaso del sueño americano. La mirada de Dunne es diametralmente opuesta; si Thompson se mueve en la exageración alucinada, él lo hace en la sequedad depresiva.

Mientras el primero explota el exceso como manera de narrar el colapso de un país, el segundo se refugia en la sobriedad para mostrar su propia implosión. Thompson construye un circo literario donde todo es estridente y él es el primer payaso; Dunne levanta un confesionario. Se expresan desde el frenesí y el vacío, pero ambos son hijos de la misma década desencantada.

En 'Vegas. Crónica de una mala racha', que acaba de editar Gatopardo, el autor convierte la ciudad en una cruda metáfora de sí mismo. Los personajes que encuentra –la estudiante de cosmetología que se prostituye, el detective privado que persigue a maridos fugitivos, el comediante condenado a vivir a la sombra de Elvis Presley y que jamás llegará a ser estrella– son reflejos de su propio miedo a quedar reducido a un papel secundario en su vida. En cada uno de ellos hay un eco de la precariedad y la derrota.

Vegas. Crónica de una mala racha

John Gregory Dunne

Traducción de Javier Calvo

Gatopardo

292 páginas. 22,95 euros