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CRÍTICA

'Brooklyn, una novela criminal', de Jonathan Lethem: el barrio de los prodigios

El escritor estadounidense nos abre la puerta del barrio en el que nació, hoy centrificado, en su última novela

El escritor Jonathan Lethem, autor de 'Brooklyn, una novela criminal'.

El escritor Jonathan Lethem, autor de 'Brooklyn, una novela criminal'. / EP

Sergi Sánchez

Sergi Sánchez

Barcelona
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No esperen una historia lineal, una epopeya en tres actos, un arco dramático que nos conforte. Cuando Jonathan Lethem titula 'Brooklyn, una novela criminal', está haciendo trampa, porque entiende 'novela' en el sentido más amplio, como un palimpsesto de textos que también incluyen el ensayo urbanístico o el reportaje de investigación. Es justo recordar que Lethem (Nueva York, 1964) ya rindió cuentas con sus orígenes en 'La fortaleza de la soledad' y fantaseó con su particular Xanadú neoyorquino en 'Huérfanos de Brooklyn'.

Los 124 capítulos, que oscilan entre la página escasa y varios folios, pueden captar un año, una década, varias, una eternidad ("siempre"), mezclando los fragmentos de tiempo desde lo antijerárquico, como puntos en un mapa que no deja de hacerse a sí mismo, y que acaba por denunciar la transformación de un barrio en un espacio gentrificado e irreconocible para aquel que nació allí, pero aprendió lo que vale crecer en la calle.

Los 70 son nuestros. Fue la época en que Lethem era niño y preadolescente, y las páginas más vívidas del libro les pertenecen. Este crítico tenía la impresión de ver algunas escenas de 'Malas calles', o de los títulos más característicos de James Gray ('Little Odessa' y 'Armageddon Time'), cuando leía las descripciones que Lethem hace de un barrio atravesado por la violencia, las guerras de bandas y la delincuencia.

Lethem utiliza un estilo vibrante, informal, interrogativo, inquisitivo, ágil, que nos hace partícipes del ritmo del vecindario

La discontinuidad impuesta por el texto induce a navegar por él con una cierta distancia: si el propio Lethem enmascara a sus personajes bajo abreviaturas como C. o apodos como el Susurrero o el Chico Alegórico son para acostumbrarnos a la fragmentación, a las aventuras episódicas, a las viñetas encapsuladas en la materia de su propia vida, cristalizando en una suerte de autoficción atomizada en la que hay que proteger a todos los que cometieron delitos, por muy leves que fueran.

Un fresco ambicioso

Los hilos conductores se tejen y destejen, y es difícil encariñarse con nadie, no es esta una narrativa que trabaje las emociones desde lo empático sino desde la creación de un espacio, tan simbólico como realista, al que se nos invita a vivir. Este es, en fin, un fresco, ambicioso como pocos, y en el que, finalmente, acaba por ganar el lenguaje.

Lethem utiliza un estilo vibrante, informal, interrogativo, inquisitivo, ágil, que nos hace partícipes del ritmo del vecindario, de sus declives y aceleraciones. Es un estilo que, pronto, nos hace cuestionar quién es el narrador, como si fuera un viajero en el tiempo que pudiera atravesar casi un siglo de historia sin despeinarse porque, de algún modo, está dictando las leyes del universo, las construye ante nuestros ojos, hasta que decide revelarse como tal, acaso como uno de los participantes de esa gentrificación que tanto dice criticar.

A través de sus ojos, documenta lo que llama "el baile", "un sistema de relaciones, un diagrama de flujo de flechas que van de aquí para allá, o virutas de hierro polarizándose alrededor de imanes". Y en ese baile, coreografía de multitud de géneros literarios, los auténticos protagonistas son el escritor y sus ciudades, las que imagina encerradas en un barrio que es todo un 'locus amoenus' en clave entrópica.

Brooklyn, una novela criminal

Jonathan Lethem

Traducción de Rubén Martín Giráldez

Random House

424 páginas

23,65 euros