ENTREVISTA
Miriam Reyes, escritora: "Recibir migración siempre es riqueza para todos"
La autora, Premio Nacional de Poesía 2025, debuta en la novela con 'La edad infinita', una historia basada en la suya propia y protagonizada por una niña que con 8 años dejó su Galicia natal y se trasladó a Caracas, donde la esperaban sus padres

La escritora Miriam Reyes, retratada en Madrid poco antes de su entrevista con el suplemento 'ABRIL'. / José Luis Roca

"Así como el Relámpago a los Niños explicamos / con esmerada delicadeza, / la Verdad debe deslumbrar poco a poco / o a todo hombre dejará ciego". Son versos de uno de los 'Poemas a la muerte' de Emily Dickinson, el número 1129. Y es eso, un delicado deslumbramiento, lo que se siente al leer a Miriam Reyes (Ourense, 1974), Premio Nacional de Poesía 2025 por la obra 'Con' (La bella Varsovia), en la que el lenguaje se vuelve espejo de las relaciones afectivas y aspira a descubrir quiénes somos a través de otros. La identidad como interrogación vital, cuestionamiento que vuelve a estar presente en su primera novela, 'La edad infinita' (Tránsito Editorial), que lleva escribiendo, porque se escribe mucho más cuando no se escribe, desde los 8 años, casi.
Son esos los que tiene al comienzo del libro la niña protagonista, quien, como Reyes, llegó a Caracas (Venezuela) a esa edad para reencontrarse con unos padres que emigraron primero, antes que ella, desde su Galicia natal. Esa muchacha, ya adulta, de regreso voluntario, necesario, a una España que ya no es como la que dejó, ni siquiera están los que fueron su hogar, intenta mirar con ojos compasivos, pero realistas, su infancia y adolescencia sin apartar la vista de la crueldad que vivió, de la violencia, también económica, sufrida por varias generaciones de un país que ansiaba la revolución y pasó de acoger a convertirse en lugar de exilio.
Más despierta y lúcida de lo que creía estar, su mirada de poeta respondió a todas las preguntas del suplemento 'ABRIL' una mañana de miércoles en Madrid.
Pasa de ganar el Premio Nacional de Poesía con un poemario a publicar su primera novela. ¿Cómo afronta el tránsito a la narrativa?
El proceso de escritura de la novela fue muy lento, porque mi manera de ver el mundo y de entenderlo es la mirada del poeta, que es una mirada extraña, se centra mucho en el lenguaje, digamos que funciona de otra manera.
¿Usted cree?
Sí, yo creo que sí, que es otra mirada, por eso me ha costado tanto.
¿Y qué mirada es la del poeta?
Claro, hay muchos poetas y hay muchas maneras de acercarse a la poesía, por lo tanto, es una generalización, pero hay algo que tiene que ver con, por un lado, mantener el misterio, un modo de pensamiento no racional, que eso esté ahí.
¿El novelista tiene que ser más racional?
No, no digo que el novelista tenga que ser más racional, pero, por ejemplo, con visiones más convencionales de la novela, que tienes que llegar de A a B, un tipo de cosas que es por donde ha derivado la novela más comercial, sí que es una mirada diferente. Son cuestiones incluso que no sé si serían de personalidad, de en lo que te fijas, por ejemplo estas personas que son capaces de reproducir una conversación que han tenido palabra por palabra. Yo no tengo esa capacidad.
Su capacidad es más evocativa, desde lo lírico, ¿no?
Sí, me quedo con a dónde eso me llevó a mí. Y a la hora de mirar, pues como que miras de otra manera, son como capacidades diferentes.
A veces no hay tanto sentido común como debería haber para que un país funcione y para que las personas se sientan todas tratadas dignamente
Leyendo su novela, me he acordado de una conversación que hace no mucho tuve con Luis Landero en la que me dijo que el escritor nunca debe abandonar la infancia. ¿Está de acuerdo?
Eso lo dicen muchos escritores, que el paraíso es la infancia. Yo no. Para mí, el paraíso no es la infancia. Al contrario, la infancia viene siendo lo contrario al paraíso. A mí no me gustó ser niña y en ese sentido me identifico más con la visión de la infancia que da Rosa Chacel, esa infancia que es una prisión porque no eres libre de hacer lo que quieres hacer, no eres independiente. A mí no me gustó ser niña.
Se lo preguntaba porque la protagonista de 'La edad infinita' es una niña que quizás nunca tuvo del todo la posibilidad de serlo.
Sí, claro. Yo creo que ningún niño, sobre todo en esa época, que haya migrado ha tenido la posibilidad de ser 100% niño. Es una experiencia que te hace madurar, porque te encuentras bastante solo ante la realidad de unos padres que tienen que estar todo el día trabajando y que tienen muchísimos conflictos, problemas que solucionar, y no tienes red que te acompañe.
La identidad es uno de los temas que vertebran la literatura casi desde que empezamos a escribir. Yo, por lo menos, escribo para saber quién soy y aún no lo he descubierto, tal vez por eso siga escribiendo. ¿Es también así en su caso?
Sí, eso está ahí, por supuesto, pero es que uno no es una constante, con lo cual, no hay problema de que vayamos a descubrirlo.
También se lo planteaba porque en 'La edad infinita' esa identidad, aunque sea fragmentaria, es uno de los hilos argumentales.
Sí, es importantísima, es una de las cosas sobre las que descansa la novela y sobre las que piensa la novela.
Porque la novela piensa, no sólo la suya, me refiero a la novela como género.
Sí, totalmente de acuerdo.

La escritora Miriam Reyes, fotografiada en una cafetería del barrio madrileño de Malasaña. / José Luis Roca
Hablábamos antes de cómo el hecho de la niñez, siendo migrante, no varía ahora con respecto a 1983, que es cuando la protagonista tiene 8 años. Me pregunto qué significa hoy ser extranjero, en España y en cualquier lugar, aunque me temo que la procedencia y el país de acogida influyen...
Sí, claro. Si yo lo veo desde mi experiencia personal, yo llego aquí y tengo un pasaporte español, no me hacen preguntas cuando entro en el aeropuerto, tengo una serie de ventajas que hacen que, en ese sentido, todo se me facilite y eso tiene que ver con sentirse en casa. Mi educación sentimental y mi educación cultural están fuertemente marcadas por mi vivencia en Venezuela. Luego, las experiencias de otras personas dependen muchísimo de su nivel económico y de su procedencia, porque hay muchos diferentes niveles de desigualdad y muchísimos diferentes niveles de exclusión.
En la novela, por lo menos al principio, preserva la inocencia de la niña.
Sí.
Eso me lleva a preguntarle: ¿cree que los escritores deben tratar de preservar también esa inocencia cuando escriben, o a estas alturas es algo imposible?
Yo creo que sí. Cuando escribes, de alguna manera tienes que conseguir entrar en contacto con algo de eso, lo puedes llamar inocencia o lo puedes llamar un no querer saberlo todo y escribir más desde el cuestionamiento, desde la pregunta y desde la sorpresa.
Desde el asombro, ¿no?
Desde el asombro, eso, asombro es la palabra.
Cuando escribes, tienes que conseguir entrar en contacto con algo de eso, lo puedes llamar inocencia o lo puedes llamar un no querer saberlo todo y escribir más desde el cuestionamiento
El deseo de pertenencia, pertenecer a un lugar, pertenecer a un país, pertenecer incluso a una historia, es uno de los motores de la protagonista del libro. Su literatura, ¿adónde pertenece?
La pertenencia no es algo que la persona pueda decidir. Puedes decir yo soy de no sé dónde o me siento de no sé dónde, pero luego está cómo te perciben los demás y cómo lo aceptan los demás. Entonces, yo siento que estoy entre esas dos culturas. Pero, dependiendo desde donde me mire la gente me va a ver de una manera o de otra. Y una cosa que siempre he sentido es el no tengo derecho o no soy digna de.
¿Por qué?
Pues por esa cuestión precisamente híbrida de no acabar de tenerlo todo de algo. Nací en Galicia, pero me fui con 8 años y corté lazos, corté un montón de cosas.
Es que esa es la única manera de marcharse, si no, no te vas.
Sí, por supuesto, por eso lo he hecho cada vez que me ido de un sitio, y es verdad que es la única manera de irse. Pero, al mismo tiempo, también eso me hace sentir culpable, porque me hace sentir que abandono, que huyo y abandono. Hay como sentimientos enfrentados. Yo desde los 8 años tengo sentimientos encontrados con todo, y por eso precisamente la pregunta que más me molestaba que me hicieran después de salir de Venezuela era: ¿de dónde eres?
¿Y es una pregunta que usted se plantea a sí misma?
Claro, no tanto de dónde eres, porque no sé si es una pregunta que me importa, pero sí adónde pertenezco. De hecho, es una cosa que no sé si voy a responderme nunca.
El mundo que construimos con el lenguaje, ¿puede destruirse o es algo inexpugnable?
Queremos que eso sea indestructible, las personas que escribimos queremos eso, aunque no sé si eso es más un deseo o una ilusión de que sea así. Pero, en todo caso, eso que queda ahí yo creo que cambia, cambia con el paso del tiempo y cambia con las lecturas, con lo cual hay un mundo ahí, pero ese mundo tampoco es fijo.
En ese sentido, la literatura es hogar, casa, ¿no?
Sí, totalmente, la literatura es también un espacio que construimos, que podemos habitar, es un espacio de libertad, un espacio importantísimo, un espacio que está abierto para que lo habite quien quiera.

Miriam Reyes, Premio Nacional de Poesía. / José Luis Roca
¿Y es posible llegar a sentirse en casa, construir un hogar, en un país distinto al que te vio nacer?
Yo en Venezuela me sentía en casa, pero me fui por la violencia y también porque no sabía que me iba para siempre, no era consciente. Pero, sin duda, la violencia a mí me expulsó antes que a mucha otra gente. Una vez que salí de allí, yo estaba muy perdida y he estado muchos años dando tumbos, he estado yendo y viniendo porque no acabas de encontrarte, no acabas de encontrar tu lugar, no acabas de sentir que perteneces. Si vienes de sitios donde has tenido poco contacto con otras culturas, que era el caso de Galicia en aquella época, en general de España, porque salía de una dictadura, con lo cual había poco contacto con otras culturas, eso te hace muy rígido, que pienses que tu manera de hacer las cosas es la manera correcta. Ahora que se ha dado el caso contrario, que es España el país de acogida, yo espero que eso cambie.
Habla en futuro.
Sí, estoy hablando en futuro porque sé que estamos viviendo muchísimos conflictos con esto, sobre todo porque es una carta que se ha utilizado siempre por la extrema derecha, ahí hay un problema grave. Pero recibir migración siempre es riqueza para todos.
Finalmente, Venezuela, tierra de acogida en su momento, ha terminado convertida en lugar de exilio. ¿Hemos llegado a la conclusión de que la revolución ya no es posible? Se lo pregunto por lo que dice en la novela de que "después de hacer la revolución hay que hacer todo lo demás", y cómo "cuando los rebeldes consiguen la victoria dejan de ser rebeldes para convertirse en una autoridad".
Sí, es que es muy complejo el mundo. Yo todavía sigo preguntándome cosas. Me parece que la política, el organizarnos como sociedades, es muy complicado, la economía también, es una cosa que me parece complicadísima. Al final, me gusta intentar ver de dónde vienen las cosas, como yendo hacia un nivel más antropológico, hacia un nivel de qué es lo que nos mueve en última instancia. Porque, a veces, con todo lo que hemos construido, tan sofisticado, con todas estas sofisticaciones que tenemos, parece que nos olvidamos de cosas que nos mueven que pueden ser muy emocionales. A veces no hay tanto sentido común como debería haber para que un país funcione y para que las personas se sientan todas tratadas dignamente, con igualdad de derechos, etcétera. Y luego eso de que el poder corrompe siempre está ahí presente, pero no sabemos si realmente es así o es que es gente que ya era así.
La historia es un relato, no es una ciencia exacta, hay que intentar ver diferentes lados de esa historia, relativizar un poquito la idea de verdad absoluta
Otra de las cosas que dice en la novela es que todos tenemos los mismos derechos, pero no todos tenemos las mismas oportunidades para ejercerlos.
Sí, pasa mucho que no se mira abajo ni se tiene en cuenta, a los que están en los pisos superiores no les importa lanzar por la ventana su mierda.
Dice que se marchó de Venezuela por la violencia, y una de las cosas que también se plasma en el libro es la vulnerabilidad del cuerpo de la mujer. Me pregunto cómo son ahora interpretados los cuerpos de las mujeres y si considera que esa interpretación es, además, distinta aquí y allá.
Sí, yo creo que sí. Yo no he vuelto físicamente a Venezuela, con lo cual no sé lo que es caminar por la calle ahora allí, pero sé lo que es caminar por aquí por la calle y hay una diferencia abismal. Pero tampoco podemos decir que estamos totalmente tranquilas, no podemos decir que se ha dejado de ejercer violencia, hay que tener cuidado y estar siempre muy alerta, porque los derechos que se han conquistado no se han conquistado hace tanto tiempo, se puede ir para atrás.
Vuelvo a citarla: "La historia es un relato que se escribe desde un presente para afianzarlo y legitimarlo". ¿Qué relación debe tener el creador, el escritor, con la Historia?
Yo creo que hay que ser consciente de eso, desde dónde estamos leyendo la historia. Por lo general, en cada época se reescribe y se resignifica, entonces sería interesante poder mirarla desde diferentes momentos, lo que pasa es que necesitas una vida para eso. Pero al menos verla con cierto escepticismo es importante, entender que la historia es un relato, que no es dos más dos son cuatro, no es una ciencia exacta, intentar ver diferentes lados de esa historia, relativizar un poquito la idea de verdad absoluta.
Para terminar, una reflexión sobre esta frase, que también está en la novela: "Basta existir con hacer daño, no es necesaria maldad".
Sí, a veces hacemos daño sin querer, porque otras personas quieren o esperan cosas de ti que tú no les puedes dar o que no les quieres dar, sí, es así.
Hacemos lo que podemos.
Exactamente, hacemos lo que podemos, llevamos muchos años en el planeta, pero seguimos haciendo lo que podemos.

La edad infinita
Miriam Reyes
Tránsito Editorial
184 páginas
18,95 euros

Con
Miriam Reyes
Premio Nacional de Poesía 2025
La Bella Varsovia
104 páginas. 12,90 euros
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