CRÍTICA
'Mis cambios de opinión', de Julian Barnes
En cinco breves ensayos, el autor inglés explora lo cambiantes que son los recuerdos y cómo memoria, palabras y libros influyen en nuestra visión

El escritor Julian Barnes, autor de 'Mis cambios de opinión'. / Robert Ramos
Julian Barnes (Leicester, 1946) ha demostrado como novelista y ensayista ser un excelente analista del comportamiento humano; también tener perspicacia para trasladar esos análisis a las páginas de sus relatos. Ha demostrado también ser un ensayista consumado ofreciendo en sus escritos agudos estudios sobre el comportamiento de sus compatriotas británicos. En esta ocasión reflexiona sobre los cambios de idea a lo largo de nuestra existencia y cómo afectan a nuestro comportamiento. Se trata de cinco breves ensayos donde derrocha ingenio y agudeza en el análisis de estos cambios.
A lo largo de nuestra vida cambiamos de opinión en cuestiones poco importantes, como la ropa que vestimos o la música que nos gusta, y en verdades trascendentales como la persona que amamos o el Dios al que veneramos. Bajo el título genérico de 'Mis cambios de opinión', Barnes divide su análisis de nuestros puntos de vista en cinco temas: 'Los recuerdos', 'Las palabras', 'La política', 'Los libros' y 'La edad y el tiempo'. Cada ensayo parte de este tema y explora cómo nuestras mentes cambian con los años, con resultados fascinantes.
En 'Los recuerdos', pone el foco en la memoria, factor clave en nuestros cambios de opinión: necesitamos olvidar lo que creíamos porque ahora creemos en algo distinto. Antes pensaba que los recuerdos se guardaban en una consigna mental que abrimos cuando lo necesitamos. Con los años ha cambiado de opinión y piensa que los recuerdos son una guía endeble del pasado. Cree que recordar se acerca más a un acto de la imaginación que a la recuperación fiable de un suceso pasado.
Visión esencial de la palabra
Como escritor tiene una visión esencial de la palabra, pues con ella ha construido su visión del mundo. Hubo un tiempo juvenil que pensaba que las palabras significaban solo lo que denominaban. Con el tiempo perdió esa limitación y ahora cree que solo significan lo que convenimos que signifique y eso le da a la lengua un estado de movimiento continuo. Piensa que los expertos que intentan imponer una gramática a un lenguaje que se mueve, devolverlo al redil de la falsa pureza, están abocados al fracaso. Habla de la Academia francesa, que, al igual que la española, lleva siglos determinando lo que es o no es una autentica palabra francesa. Se regocija sabiendo que también hace mucho que sus deliberaciones no influyen en la forma de hablar y escribir.
Esto no quita para que combata el mal uso del lenguaje y se enfade por los cambios y usos incorrectos. Así, detesta la entrada en el lenguaje deportivo de términos como 'asistencia' o 'agarrar el bate', cuando existen otros más certeros como 'pase' o 'dar la cara'. Los cambios en el lenguaje son necesarios, pero van dictados por la sociedad que los usa.
Barnes tiene siempre una mirada interesante y personal sobre los temas que analiza y una inteligencia brillante para exponerlos
Sobre los cambios de opinión en política, detalla que siempre ha ejercido su derecho al voto y lo ha hecho casi por todos los partidos: laboristas, conservadores, liberales, los verdes e incluso por el Partido por la Igualdad de la Mujer. Pero considera que no ha cambiado de opinión respecto a sus ideas. Son los partidos los que han cambiado.
"Decepcionarnos es una de las funciones de los políticos". De manera que Barnes traza su propio ideario político a lo largo de las décadas y presenta la propuesta de su "República Benévola de Barnes", enumerando los aspectos que considera esenciales para el funcionamiento del país, como convertir en exclusivamente público el transporte colectivo o los servicios de gas, electricidad y energía; un referéndum sobre el futuro de la monarquía (que espera que ganen los monárquicos); solicitar el reingreso inmediato en la UE o decretar el desmantelamiento de la industria nuclear.
En cuanto a los libros, relata su experiencia con E. M. Forster, al que inicialmente despreció para luego, con el tiempo y su lectura, llegar a apreciarlo; de ahí su firme creencia en que los libros y los autores merecen su momento para ser leídos. En el último ensayo, 'La edad y el tiempo', analiza nuestra percepción del tiempo y cómo cambia con la edad. De niños, el tiempo parece transcurrir lentamente; pero, a medida que envejecemos, parece que nos queda menos tiempo. Al abordar el envejecimiento, el duelo y lo que inevitablemente nos espera, es un final aleccionador
Barnes tiene siempre una mirada interesante y personal sobre los temas que analiza y una inteligencia brillante para exponerlos de manera que resulten atractivos de leer y sobre todo provechosos.

Mis cambios de opinión
Julian Barnes
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama
80 páginas. 12,90 euros
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