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CRÍTICA

'La sangre está cayendo al patio', de Elvira Navarro: el libro del desasosiego

En los relatos de este libro, la autora encara la vida y el mundo en derredor con desazón

La ecritora Elvira Navarro.

La ecritora Elvira Navarro. / Albert Bertran

Ricardo Baixeras

Ricardo Baixeras

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A Elvira Navarro (Huelva, 1978) le interesa relatar con minuciosidad la precariedad del mundo que tiene alrededor, las calles, los vecindarios, los pisos y los objetos que nos circundan, como si para poder dar cuenta del macrocosmos en el que estamos situados la única condición fuera cartografiar con exactitud el microcosmos contemporáneo, la ciudad, construida por pequeñas piezas rotas, casi aisladas e imposibles de volver a situar en el contexto que les es propio. De ahí que su literatura haya sido vista como un relato pergeñado por una mirada implacable de las crisis social, política y económica actual dibujando un mundo sin referentes, plagado de incertidumbres personales y colectivas y atravesado por un alto grado de incomunicabilidad.

Los relatos de 'La sangre está cayendo' al patio están sustentados por una única matriz cultural, que es también histórica y política: el desasosiego como forma de encarar la vida y el mundo en derredor. La mirada crítica de Navarro es una suerte de suma exigente entre el 'flâneur' decimonónico (a la manera en que Walter Benjamin veía la ciudad, pero también los objetos) y el cansancio posmoderno de unos personajes que saben que ya no tienen futuro: "Para consolarse, se decía que ya le enseñaría él a explorar la ciudad y a no percibir el mundo como si sólo pudieran suceder cosas horribles, y menos allí, donde no ocurría jamás nada de nada –pues todo era aquella nada abismal–".

Desierto urbano

Es en en el interior de las casas ("era ahí [...] donde nacía el sentimiento de tragedia, de fatalidad") y de estas ciudades extrañas ("ese paisaje donde sólo había bloques, bloques y bloques sin un solo bar, una oficina, un pequeño colmado") donde asoma la hidra de dos cabezas que atraviesa la vida de todos los personajes del libro, sean recogedores de animales en medio de la autopista, vigilantes encerrados "en un repliegue temporal donde los acontecimientos no iban a ninguna parte", protagonistas de "amores idiotas", paseantes obnubilados por ciudades "del miedo" o seres solitarios que destilan "el miedo a la ciudad".

La mirada crítica de Navarro es una suerte de suma exigente entre el 'flâneur' decimonónico

Todos ellos atraviesan la ciudad y su propio vivir como el desierto urbano que les sitúa enigmáticamente antes sus paradojas, que son las nuestras: ¿cómo vivir sabiendo que eso que llamamos realidad, sea lo que fuere, es todo menos real? O dicho de otro modo, tal y como afirma Navarro en una entrada de su blog 'Periferia': "¿Por qué siempre presuponemos felicidad en las imágenes del pasado, como si lo perdido se equipara a lo bueno (por su condición de perdido)?".

Por eso estos cuentos son también, a su modo, dolientes (como lo fue 'Las voces de Adriana') y, desde luego, desasosegantes: relatan a unos seres en plena errancia, desubicados la mayor de las veces, desorientados en un no-lugar (tal y como los ha estudiado Marc Augé) y, sobre todo, en una precariedad laboral que no es sino la contracara de su propia precariedad afectiva. Si a todo ello se le suma una escritura capaz de trasladar al lector un clima intrigante (porque siempre es posible que la trama que se está contando no sea la trama que está sucediendo) tenemos armados todos los elementos de un libro contemporáneo como pocos.

La sangre está cayendo al patio

Elvira Navarro

Random House

144 páginas

18,90 euros