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Opinión | OPINIÓN

Barcelona

Formentor, el Davos del pensamiento

El miedo, compartido más por lectores que editores, aunque digan lo contrario, es que la inteligencia artificial se haga con el poder de la creación

Una imagen de las recientes Conversaciones de Formentor, celebradas en Aranjuez.

Una imagen de las recientes Conversaciones de Formentor, celebradas en Aranjuez. / EP

Las Conversaciones de Formentor se han convertido en el Davos de la edición y el pensamiento. Reunión de individuos que inciden en las tendencias del libro y elucubran con criterio sobre hacia dónde vamos. La edición de este año reunió a editores europeos de todo pelaje.

La propuesta era conversar sobre el libro de papel y el futuro de la cultura. Quedó en propuesta. Motivados por las ponencias anteriores, se acabó hablando de inteligencia artificial y de un cambio de sensibilidad del lector que, al final, acaba afectando al editor. Me detengo en el primer punto.

Se habló de IA y no de papel porque éste está consolidado, de momento, en los consumos literarios. Además, se tiene el convencimiento, y no es percepción, que el papel es mejor que una pantalla. Debate resuelto. La cuestión es que curiosamente se habló de la IA como de algo futuro, y la inteligencia artificial lleva entre nosotros mucho tiempo. Como las invasiones de extraterrestres de la literatura de ciencia ficción. Los armarios metálicos con cajones de ruedas que invadían las redacciones y las editoriales hace 30 años fueron sustituidos por los buscadores de Google y Yahoo. Eso ya era IA.

El miedo, compartido más por lectores que editores, aunque digan lo contrario, es que esa inteligencia se haga con el poder de la creación. Y eso es difícil. Se repitió el ejemplo de Netflix, que ha desistido de hacer guiones por IA para comprar derechos de todo tipo de novelas. Ganan la plataforma, el editor y el escritor.

Pero es que hay cuestiones que la IA jamás podrá sustituir. Por ejemplo, si yo le hubiera pedido a ChatGPT que escribiera este artículo, jamás lo habría finalizado con un "caca, pedo, culo". Y es lo que hago, acabar con una expresión que les encanta a los niños, demostrando que la IA desconoce los resortes mentales humanos.