CRÍTICA
‘Lo absurdo’, de Javier Pastor: la crítica de la crítica
Esta obra póstuma parte de una devastadora crítica para convertirse en una novela luminosa

El escritor Javier Pastor, fallecido el pasado mes de febrero. / Joan Cortadellas
En 2019, los agentes que representaban a Javier Pastor (Madrid, 1962-2025) juzgaron que su novela Lo absurdo era, pese a las objeciones del autor, «carne de demanda legal». Y se quedó en un cajón hasta 2025, rescatada por Ediciones del Azar. En ella, el crítico literario Perico Collazo, que atesora a sus espaldas una larga lista de controversias, prueba de su propia crueldad cuando las redes arremeten contra él a raíz del suicidio de un joven escritor al que una despiadada crítica suya despedaza.
De fondo, esta magistral novela retrata el panorama editorial actual: vanidades, deudas y favores, súplicas, listas de humillados, resentimientos y envidias de críticos y autores con afán de notoriedad. Lo absurdo es el mejor libro de ejecución literaria de un crítico escrito en español, por el que Pastor, quien jamás traicionó los principios por los que se mueve su literatura, pagó un alto precio.
Lo reconoció él mismo: esta ficción, dijo, es un «innoble cachivache rencoroso». Porque Lo absurdo fue concebida a raíz de una reseña que, bajo el título de Grotesca miseria moral, se hizo en 2016 de su novela Fosa común (Random House). Escribe Pastor en Lo absurdo: «Nuestra escritura es producto de una decisión profundamente íntima, voluntaria y por ende vivimos de otros ingresos y vivir del dinero que no nos da la escritura implica que nuestra escritura no remunera un servicio social objetivamente apreciable –¿notas el aliento estrábico de Sartre en tu oreja?–, sino que depende esencialmente de los juicios que se emitan sobre ella».
La gran paradoja de la obra es que una devastadora crítica dio lugar a una novela deslumbrante, lúcida y divertida
Esta es la gran paradoja de la obra: aquella devastadora crítica de entonces ha dado lugar a una novela deslumbrante, lúcida y divertida, con un lenguaje muy rico en neologismos (sin por ello hacer oídos sordos a lo coloquial), plagada de un corrosivo y maravilloso humor, pero también de autohumor y autocrítica. Un ejemplo: «Cuanto menos caso hacen a tu obra, más independiente te vuelves. Tan tan tan independiente que necesitas demostrar sin descanso tu independencia. En nombre de la sacrosanta independencia se hacen barbaridades gastando una sordera perfecta».
Ternura
Pero en Lo absurdo también hay una velada ternura, y por eso le resultará fácil al lector sentir compasión (e incluso simpatía) por Perico Collazo, un hombre exactamente de la misma talla que cualquier otro. El otro telón de fondo es Madrid y el amor que Pastor siempre profesó hacia esta ciudad (y, en realidad, hacia cualquiera de la que él hubiera formado parte) y, como ya ocurrió en otras novelas suyas (Fragmenta, Esa ciudad y la citada Fosa común), desfilan por este libro un nutrido elenco de personajes secundarios, que se manifiestan a través de los diálogos.
La resurrección de Lo absurdo ha sido posible gracias a Santiago González Daneo y Jaime Lucía, al frente de Ediciones del Azar. De la valentía y el coraje de esta pequeña editorial ha dependido la publicación de un libro tan brillante como incómodo para la industria. También ha sido clave la amistad que en vida unió a Pastor con Enrique Gil-Delgado: fue este último quien hizo de intermediario y sacó adelante, in extremis, esta novela para que Pastor, fallecido en febrero y uno de los mejores novelistas españoles de su generación, pudiera tenerla entre sus manos antes de morir.

Lo absurdo
Javier Pastor
Ediciones del Azar
318 páginas
20 euros
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