Los viajes de Kerouac











Texto: Elena Hevia
Infografías: Ricard Gràcia
Ilustraciones: Andrea Hermida

Se diría que a los escritores norteamericanos no solo se les exige escribir bien para entrar en el Panteón, también deben conformar un estilo de vida (veánse Hemingway, Scott Fitzgerald y el más cercano David Foster Wallace) y eso nunca se ha cumplido mejor que en el caso de Jack Kerouac, quien con una novela, ‘On the road’, traducida en España indistintamente como ‘En el camino’ o ‘En la carretera’, abrió la puerta, sin intención ninguna, al hippismo y la rebeldía contracultural y se convirtió en un mito incombustible de revuelta, drogas y sexo que todavía alimenta gran parte de nuestro imaginario de Estados Unidos.

En este 2022, en el que se ha cumplido, este 12 de marzo, el centenario del nacimiento del autor, no hay tantas celebraciones como las que desató el 50 aniversario de la aparición de aquella novela, más allá de los infaltables actos de Lowell, la ciudad en la que nació un 12 de marzo. Es precisamente ‘On the road’ la obra que nos sirve aquí para trazar un recorrido biográfico esencial del autor al hilo de los cuatro viajes que Kerouac realizó en solitario o en compañía de su amigo Neal Cassady y que finalmente cristalizaron en la obra.


El mecanoscrito

El ‘rollo’ de Kerouac es la Biblia o quizá más bien el testamento de la Beat Generation. Escrito en un continuo de papel de teletipo de 36 metros de largo, en un párrafo continuo entre el 2 y el 22 de abril de 1951, el mecanoscrito de 'On the road' se convirtió en uno de los objetos sagrados del movimiento. Hoy es propiedad de James Irsay, dueño del equipo de fútbol americano Indianapolis Colts, quien lo compró por 2,25 millones de euros. De vez en cuando se pasea triunfal por distintas exposiciones y universidades.

El primer viaje

LA MADRE
(Nueva York)

La tentación de pensar que la vida errante de Kerouac tiene un componente edípico es muy grande. La madre, Gabrielle, franco-canadiense de origen -como el padre que murió prematuramente- es una presencia obsesiva en la obra del hijo y a la vez generó en este un deseo de liberarse -sin éxito- de su influencia. ‘Mémère’ -así la llamaba-, católica fervorosa, siguió a su hijo cuando este se trasladó a la Universidad de Columbia en la Gran Manzana y controló hasta los últimos días su círculo amistades y, particularmente, todas y cada una de sus relaciones sentimentales. Paradójicamente, y pese al desprecio que sentía por esa vida de ‘pecado’, fue su principal apoyo financiero y moral -creía ciegamente en el valor del trabajo de su hijo-, lo que a éste le permitió escribir ‘En la carretera’.

 RUTA 66
(Chicago)

Hay otras novelas que han seguido la Ruta 66 con más exactitud que ‘En la carretera’ -por ejemplo, ‘Las uvas de la ira’, de Steinbeck- pero ninguna ha logrado ese grado de identificación y mito. El primer viaje de Keroauc, aun iniciándose en Nueva York, sigue buena parte del recorrido original desde Chicago hasta Los Ángeles. Ponerse en movimiento nace de una obsesión, del deslumbramiento que al escritor le produce Neal Cassady, prototipo del escritor que no escribe, del hombre de acción sin ataduras que se dedica a vivir al límite. Cassady, que había nacido literalmente en un coche y que robó su primer automóvil a los 14 años -a lo largo de su vida llegaría a robar unos 500-, le acompaña en la mayor parte del camino y le roba el protagonismo absoluto.

Beat Generation
(Denver)

Kerouac había conocido a toda la pandilla beat -Allen Ginsberg, William Burroughs- en Nueva York -donde incluso se vio mezclado en un crimen al ayudar a Lucien Carr, otro miembro del grupo, a ocultar el cadáver de David Kammerer, al que Carr había matado por haberle acosado sexualmente-. Kerouac volverá a encontrarse intermitentemente a los beats a lo largo del camino, como en Denver, y él mismo utilizó por primera vez la expresión Beat Generation (la generación que late o que golpea) para referirse a esa desesperación y búsqueda que impulsa las creaciones del grupo que tanto éxito, y malas copias, tuvo en la cultura ‘mainstream’. Muchos años después, Burroughs, el superviviente, lo resumió muy bien: “Kerouac propició que se construyeran miles de cafeterías y que vendieran un millón de tejanos a los chicos y chicas que luego ingresarían en las filas de Woodstock”.

El grupo de amigos en los años universitarios. De izquierda a derecha, Hal Chase, compañero de Columbia, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs.

El grupo de amigos en los años universitarios. De izquierda a derecha, Hal Chase, compañero de Columbia, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs.

El segundo viaje

Timothy Leary, apóstol de la psicodelia, y Neal Cassady (derecha), en el autobús del escritor Ken Kesey, en Milbrook, en 1961. Cassady fue el compañero de aventuras de Kerouac en la carretera.

Timothy Leary, apóstol de la psicodelia, y Neal Cassady (derecha), en el autobús del escritor Ken Kesey, en Milbrook, en 1961. Cassady fue el compañero de aventuras de Kerouac en la carretera.

EL MECANÓGRAFO
(Nueva York)

En febrero de 1951, a punto de cumplir 29 años, con dos matrimonios fracasados a su espalda, en la casa de Gabrielle, ‘Memére’, en Nueva York, Kerouac se tomó una bencedrina y se sentó a escribir el libro que marcaría su vida y, en cierta forma, cambiaría la literatura norteamericana. En el ya mítico rollo de teletipo, regalo de Lucien Carr, escribió la novela como en trance, en un único párrafo sin puntos y aparte de unas 175.000 palabras. Eso, es sabido, provocó la crítica de, entre otros, Truman Capote, que aseguró que aquello no era literatura sino mecanografía, olvidando que lo más importante de ‘En la carretera’ es ese estilo espontáneo que sigue los meandros del pensamiento. Sí, Kerouac había leído muy detenidamente a Joyce.

JAZZ
(Nueva Orleans)

Aunque fue el rock de los 60 el que recogió el testigo de aquella forma libre de pensar, a Kerouac no le interesaron en absoluto los nuevos tiempos musicales y con los años echaría pestes de los Beatles. Su amor por la música se centró en el jazz y en particular en el estilo bebop encarnado por Lester Young y especialmente por Charlie Parker, un experto en la autodestrucción lenta como lo fue el escritor. La cadencia de ese estilo jazzístico marcó la escritura del autor, que llegó a grabar tres discos: 'Poetry for the Beat Generation', 'Blues and Haikus' y 'Reading by Kerouac on the Beat Generation', en los que el recitado de sus poemas se convertía en un instrumento más.

LA IRRADIACIÓN
(San Francisco)

San Francisco fue la ciudad donde el movimiento beat tuvo una mayor proyección, especialmente asistido por dos beats de segunda hornada como Lawrence Ferlinghetti y Gregory Corso. Fueron los músicos a los que despreciaba los que recogieron su testigo, como Bob Dylan - que selló su amor por Kerouac filmándose junto a Ginsberg frente a su tumba- Jim Morrison o Patti Smith. Y además, Ray Manzarek dijo que The Doors no habrían existido sin ‘En la carretera’. Y cómo no relacionar aquella novela con el “Déjenlo todo, nuevamente, láncense a los caminos” y ‘Los detectives salvajes’ de Bolaño.

El tercer viaje

ESPIRITUALIDAD
(Nueva York)

¿Qué es lo que mueve a los beats? Kerouac repetía como un mantra que el verdadero asunto de ‘En la carretera’ era la búsqueda de la espiritualidad y que ‘beat’ no viene de golpe sino de beatífico. El escritor mezcló muy a su manera la ortodoxia católica con las nuevas formas budistas que iban a ser adoptadas por el hippismo. Contó esa experiencia en ‘Los vagabundos del Dharma’, que fue un absoluto fracaso comercial. En los últimos años abjuró de esa experiencia y reconducido por su madre regresó a un catolicismo más bien reaccionario de misa diaria y rosario semanal.

AMAR A LOS HOMBRES...
(San Francisco)

La sexualidad de Kerouac fue como mínimo confusa. No porque fuera bisexual, sino porque, lastrado por la educación católica materna, no se aceptaba como tal. Allen Ginsberg, que sí fue un homosexual declarado, asegura que las relaciones de Kerouac con hombres no fueron muchas, comparadas con la cantidad ingente de mujeres con las que estuvo. Las relaciones homosexuales no le impidieron en los últimos y muy tristes años de su vida renegar contra “judíos y maricones”. Sin embargo, en ninguno de sus libros se retrata a ninguna mujer con la misma intensidad que a Neal Cassady en ‘En la carretera’, una intensidad realmente erótica.

Jack Kerouac (derecha) junto a su gran amigo Allen Ginsberg, autor del controvertido poema ‘Aullido’, uno de los textos capitales de la ‘Beat Generation’.

Jack Kerouac (derecha) junto a su gran amigo Allen Ginsberg, autor del controvertido poema ‘Aullido’, uno de los textos capitales de la ‘Beat Generation’.

...Y A LAS MUJERES
(Detroit)

El crítico Allan Temko, que frecuentó los círculos beat, sentenció: “Aquellos tipos odiaban a las mujeres. Todos ellos. O bien las maltrataban o ligaban con mujeres en una situación social desventajosa. Con las mujeres educadas andaban perdidos”. El comentario se adapta bien a la vida amorosa del escritor -incapaz de reconocer a su hija- y arroja una luz a la oscuridad de las ninguneadas escritoras del movimiento. Muchas de ellas, significativamente, acabarían en psiquiátricos.

El cuarto viaje

ESE PÉSIMO CONDUCTOR
(Cincinnati)

Puede ser un dato anecdótico, pero es significativo. Jack Kerouac no aprendió a conducir hasta bien cumplidos los 30 años y cuando ya se había publicado la novela que lo vincularía para siempre a esos carismáticos automóviles de los años 40. Por aquellas carreteras se dejó llevar en un Hudson Commodore de 1949, pero también en un Cadillac de 1947 y en un Ford de 1937. Un modelo de Hudson puede verse en el Museo Beat de San Francisco cubierto de suciedad con un letrero que pide que por favor no se limpie puesto que está cubierto del polvo de las carreteras norteamericanas.

SUSTANCIAS
(México)

Era imposible mantener el ritmo de las impresionantes juergas de Kerouac y sus amigos, a menudo de hasta cuatro o cinco días, sin apoyo anfetamínico. Con todo, el escritor no profundizó desde el punto de vista creativo en el consumo de estupefacientes como lo haría Burroughs, que desde Ciudad de México le reveló el peyote y la ayahuasca que se unieron a la farmacopea habitual del grupo de hachís, marihuana, LSD, morfina y bencedrina. Sin embargo, para Kerouac, la droga más importante fue el alcohol. El que le produciría la cirrosis que acabaría con su vida.

EL FINAL
(Nueva York)

Gordo, deprimido y vuelto al redil materno -aunque se hubiera casado por tercera vez-, los últimos años de Kerouac son tristes y lamentables. Se ha mudado de Nueva York a Sant Petersburg, un lugar para nuevos ricos en Florida, convertido en una caricatura beatnik de lo que fue y reconvertido en un tipo irreconocible que apoya la guerra de Vietnam y al senador McCarthy. Su figura ya no despierta la desconfianza del FBI. Muere ahogado en sus vómitos de sangre. Tenía 47 años. Y no, su cadáver pese a haber vivido intensamente, no fue precisamente bonito.


Este reportaje se ha publicado en EL PERIÓDICO el 12 de marzo de 2022

Texto: Elena Hevia
Infografías: Ricard Gràcia
Ilustraciones: Andrea Hermida-Carro
Coordinación: Rafa Julve