Historias de guionistas, esa especie a proteger


Hay muchas citas emblemáticas sobre el oficio y el valor del guionista. Una de las mejores proviene de Akira Kurosawa, el gran maestro del cine japonés, autor de clásicos como “Los siete samuráis” o “La fortaleza escondida”, nada oculta influencia de George Lucas para “La guerra de las galaxias”.

“Con un buen guion, un buen director puede hacer una obra maestra; con el mismo guion, un director mediocre puede hacer una película aceptable. Pero con un mal guion, ni siquiera un buen director puede hacer una buena película”.
Akira Kurosawa

Y hablando sobre “La guerra de las galaxias”… Lucas sabe lo que cuesta escribir. El primer borrador de su clásico se parece poco al definitivo. El prota era Annikin Starkiller, que se entrena como Jedi-bendu con el general septuagenario llamado…

... Luke Skywalker.

Además, Darth Vader era solo un general “alto y sombrío” que aparecía muy ocasionalmente en el guion.

R2-D2, ahí donde lo ven, hablaba bastante.

Y Han Solo era “un enorme monstruo de piel verdosa sin nariz y con grandes branquias”.

En una de las escenas que, por suerte, no llegamos a ver, Starkiller tiraba de un método deleznable para lidiar con la rebeldía de la princesa Leia.

Dejarla inconsciente de un puñetazo en la mandíbula.

Escribir es reescribir

A menudo los guionistas tienen que armarse de paciencia y reescribir no solo lo ajeno, sino quizá lo propio, hasta que todas las partes estén contentas.

Robert Towne acabó reescribiendo “Chinatown” varias veces, la última de ellas mano a mano con el director del filme, Roman Polanski, quien cambió el final la noche antes de que fuera a rodarse.

En la historia original, Evelyn y su hija acababan huyendo y era el padre magnate e incestuoso de la primera el que moría.

Pero Polanski no quería que “Chinatown” fuese otro thriller en el que los buenos ganan al final. Para que la película fuera especial y se recordara, Evelyn debía morir.

De modo que la fuga de la heroína se veía frustrada: la policía abría fuego y ella acababa muriendo. Quizá en parte por la atrevida decisión, la Academia de Hollywood consideró este guion original el mejor de la cosecha anual. 

Guionistas que arreglan en la sombra

Towne ejerció como “script doctor”, arreglador de guiones. También lo fue William Goldman, ganador del Oscar por “Dos hombres y un destino” y “Todos los hombres del presidente”. Él salvó “El indomable Will Hunting”.

El guion original de Matt Damon y Ben Affleck incluía una subtrama delirante en la que el personaje de Damon era perseguido por el gobierno estadounidense, que tenía intereses ocultos en su intelecto.

Goldman les dijo que se olvidaran de esa parte de acción y se centraran en los personajes.

Tras seguir su consejo, Damon y Affleck se llevaron el Oscar al mejor guion original.

Guionistas que mejoran libros

No son tan raros los casos en que los guionistas mejoran la obra de novelistas, gremio a menudo mejor considerado.

Por ejemplo, el famoso “Nunca quise esto para ti…” de Vito a Michael en “El Padrino” no fue cosa de Mario Puzo, sino de ¡otra vez! Robert Towne.

Con el guion de “La princesa prometida”, William Goldman convirtió una novela de su puño y letra en un trabajo de encanto superior y con nuevas frases míticas.

 Muchos cocineros

 

Cuando vemos a muchos guionistas en los créditos de una película, siempre asoma la duda razonable: ¿demasiados cocineros? Pero, a veces, aunque participen muchas manos, el caldo  no se arruina.

“Érase una vez en América” está considerada una de las mejores películas de gánsters jamás filmadas. Y el director Sergio Leone la escribió, a partir de una novela de Harry Grey, con otros cinco guionistas.

Leonardo Benvunuti, Piero De Bernardi, Enrico Medioli, Franco Arcalli y Franco Ferrini, cada uno de ellos con carreras y habilidades bastante diferentes.

Medioli coescribió siete películas de Visconti.

Ferrini venía del cine policíaco y el giallo.

A Goldman le debemos también una frase repetida día sí, día también en Hollywood: “Nadie sabe nada”.

Lo que pintaba a fracaso puede triunfar, y lo que pintaba a triunfo, quizás, quedarse en éxito modesto, como pasó con la propia “La princesa prometida”. 

Es una frase que los guionistas deben recordar mientras persiguen sus ideas más personales. Y repetir a quienes les dicen que es mejor quedarse con lo viejo conocido que con el reto de lo nuevo.