Ese mundo nuestro, que hasta bien entrado el siglo XX fue una promesa por desconocido y que sembró tantas vocaciones viajeras, es hoy pasto del turismo ‘low cost’ y de viajes relámpago sin el menor glamur. Nuestro planeta se ha reducido en este siglo hasta límites casi domésticos y la aventura de viajar, desde luego, ya no es lo que era. En la historia del viaje está el pecado de la colonización en la que el hombre blanco no mostró, desde luego, su mejor imagen. En esa historia hay que poner luz en lo que ellas, las viajeras, se atrevieron a hacer.

Y no fueron pocas. Un importante número de mujeres abandonaron las comodidades domésticas para lanzarse a explorar desiertos, selvas intrincadas, dar la vuelta al mundo, buscar fortalezas perdidas en Asia e incluso viajar a los casquetes polares. Hemos seleccionado a diez valerosas mujeres, muy distintas entre sí, que vivieron esas experiencias y las volcaron en libros o artículos de prensa, pero podríamos haber hablado de 20 o 30 más. De Mary Kingsley que se internó en Angola y Camerún y convivió con caníbales. De Ida Pfeiffer que en 1944 y con 45 años dejó atrás una vida corriente de ama casa y dio la vuelta al mundo, dos veces, sin apenas dinero. De Annie Londonderry que hizo lo mismo pero en bicicleta (nadie lo había hecho antes). O de Beryl Markham, la mujer piloto de corazón africano, que compitió sentimentalmente con Isak Dinesen, y lo contó todo en el extraordinario ‘Al Oeste con la noche’.

Índice

Lady Mary Montagu
May F. Sheldon
Josephine D. Peary
Nellie Bly
Alexandra David-Néel
Gertrude Bell
Freya Stark
Osa Johnson
Isabelle Eberhart
10· Annemarie Schwarzenbach

Lady Mary Montagu

Destino: Turquía

Rebelde, curiosa y desprejuiciada, la británica Mary Pierrepoint (1689 -1762) tuvo que apañárselas como autodidacta zambulléndose en la biblioteca familiar y a los 14 años ya hablaba a la perfección latín y francés. Pese a la negativa de su padre, se casó con lord Montagu, embajador en el imperio otomano a quien acompañó a Constantinopla.

A diferencia de los relatos de sus colegas hombres, las impresiones viajeras de Lady Montagu están llenas de admiración y comprensión, en especial de la vida cotidiana de las mujeres a las que su prosa vivaz captura en los hammanes y los mercados.

De hecho, observando cómo las turcas frotaban en sus heridas pequeñas dosis de viruela para producir un brote atenuado de la enfermedad, se anticipó al descubrimiento de la vacuna 70 años antes de que Edward Jenner recibiera todos los honores por el hallazgo. A Lady Montagu, que llegó a inocular a su hija con éxito, la tacharon de loca.

“Difícilmente hay un carácter más despreciado, o más susceptible de ser ridiculizada universalmente, que el de una mujer erudita”
Carta de Lady Montagu al arzobispo de Canterbury.

‘CARTAS DESDE ESTAMBUL’

En los dos años que duró su estancia en la capital, Lady Montagu se vistió de hombre para poder entrar en la mezquita de Santa Sofía y aprendió árabe. Como mujer pudo visitar el harén del sultán, lo que le permitió desvelar en este libro, aparecido un año después de su muerte, una realidad muy alejada de las masculinas fantasías eróticas occidentales.

    May F. Sheldon

    Destino: Zanzíbar

    Acompañada de 150 porteadores zanzibarís, y tras haber descartado una expedición integrada únicamente por mujeres, la norteamericana May F. Sheldon (1847-1936) decidió en 1892 llegar a la tierra de los masái en el Kilimanjaro.

    La figura de Sheldon es graciosamente contradictoria y poco reivindicable desde los patrones anticolonialistas actuales: viajó hasta allí no solo con un fondo de armario impresionante, enaguas y miriñaques incluidos, sino también con una vajilla completa de finísima porcelana, cubiertos de plata y un palanquín redondo en el que era transportada mientras ondeaba la bandera de Estados Unidos.

    No le importaron las críticas de ser la única mujer en la aventura –su marido financiaba la empresa y estaba encantado- y hay que reconocer su arrojo.

    Tuve el privilegio de atravesar un territorio habitado por 35 tribus africanas, regresando con todos mis porteadores y dejando atrás un logro que muy pocos habrían considerado posible
    ‘De sultán en sultán’

    ‘DE SULTÁN A SULTÁN’

    La crónica de esas aventuras, resumen de las conferencias que la autora –la ‘Reina Blanca’- impartió tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, es este libro en el revela cómo se presentaba frente a las tribus, armada con pistolas al cinto y una peluca rubia para impresionarlas.

      Josephine D. Peary

      Destino: Ártico

      Josephine D. Peary (1863-1955) fue la primera mujer en embarcarse en una exploración polar y demostró estar a la altura de la situación como experta cazadora, ganándose así a la tripulación comandada por su marido, Robert Peary al que algún historiador ha llamado “el más impetuoso y el más antipático de los exploradores de los hielos”.

      Peary, Robert, es sabido, es hoy más conocido por haber asegurado sin fundamento científico haber llegado al Polo Norte y por haber mantenido una relación con una mujer inuit (en realidad una niña de 14 años cuando empezó la historia) de quien tuvo dos hijos.

      Ese episodio es el nudo argumental de la película de Isabel Coixet ‘Nadie quiere la noche’ con Juliette Binoche en el papel de Josephine, decidida dirigir un operativo para salvar al marido infiel, a punto de morir por congelación.

      ‘DIARIO ÁRTICO’

      Este libro relata el primer viaje ártico - de los cuatro que realizó Josephine- a tierras de Groenlandia. De hecho, fue ella quien estableció que era una isla y no un continente como se creía. La obra tuvo una gran repercusión y su publicación coincidió con el segundo viaje de la autora, que embarazada, dio a luz a una niña a 30 grados bajo cero.

        Nellie Bly

        Destino: Vuelta al mundo

        Cuando el poderoso imperio editor de Joseph Pulitzer estaba en su apogeo convirtiendo la información en espectáculo, una voluntariosa reportera, que en pleno auge del sufragismo había cubierto la revolución mexicana y se había internado en un frenopático para después hacer un reportaje sobre ello, se convirtió en su gran estrella.

        La más conocida hazaña de Nellie Bly (1864-1922) fue convencer a todos de que en 1889, 14 años más tarde que el ficticio Phileas Fogg, podía emular a este en su vuelta al mundo.

        Bly, de 25 años, no solo realizó la aventura, también la escribió mientras esta ocurría para el ‘New York World’, se dio el lujo de perder unas horas visitando a Julio Verne en su casa de Amiens y llegó a su destino ocho días antes que en la popular novela, sin los conocidos sobresaltos del final.

        ‘LA VUELTA AL MUNDO EN 72 DÍAS’

        Este volumen no solo recoge la gran hazaña de Bly alrededor del mundo, también reúne el resto de sus reportajes periodísticos. El trabajo de la autora puede parecer ingenuo pero por eso mismo está muy poco contaminado por los convencionalismos.

          Alexandra David-Néel

          Destino: Tibet

          Alexandra David-Néel (1868-1969) jamás pidió permiso a nadie para hacer nada, ni siquiera a los 16 años cuando sin informar de hecho a su familia inició su andadura viajera.

          El más grande explorador del siglo XX es una mujer” dijo un periodista de esta antropóloga, orientalista, fotógrafa y cantante de ópera francesa. Impelida por el misticismo budista y por el ansia de conocimiento, en 1923, con 55 años, llegó a Lhasa, capital del Tíbet, con la cara tiznada de carbón y haciéndose pasar por una mendiga en peregrinación.

          Acompañada únicamente de su hijo adoptivo, el lama Yongden, que entonces tenía 23 años, nadie se dio cuenta de que bajo aquellos andrajos se había roto la prohibición a los extranjeros de visitar la ciudad santa. Al cumplir los 100 años, justo cuando en las calles de París estallaba el Mayo del 68, quiso renovarse el pasaporte mientras soñaban con un nuevo viaje.

          Es uno de mis principios no aceptar nunca una derrota, sea cual sea su naturaleza
          ‘Viaje a Lhasa’

          ‘MI VIAJE A LHASA’

          Es el más famoso de la treintena de libros que escribió, una de las obras cumbres de la literatura de viajes. Lo inició en 1904, cuando tomó la decisión de emprender un viaje cuya preparación le llevaría dos décadas y que ella misma definió tan solo como “algunos episodios de los 14 años” que pasaría en Asia.

            Gertrude Bell

            Destino: Irak

            No existiría Lawrence de Arabia, ni su mito romántico no hubiera llegado hasta nosotros, si no se le hubiera anticipado la británica Gertrude Bell (1868-1926).

            Incluso en la tienda de beduinos más infecta jamás abandonaba su elegancia ni viajaba sin su mantelería de lino, una bañera transportable y alfombras, mientras recogía eficazmente información para reunir a las tribus árabes contra el imperio otomano.

            Partidaria de Faisal, el primer rey de Irak, acabó siendo su consejera y en muchas ocasiones chocó contra las exigencias coloniales británicas. Dedicada a la arqueología, luchó para que los hallazgos se quedaran en el recién fundado Museo Nacional de Irak. A su muerte, en Bagdad –por sobredosis de tranquilizantes- se le destinaron funerales de Estado.

            “Levantarse al amanecer en el desierto es como despertar en el corazón de un ópalo. Mira el desierto en la primera mañana y muere, si puedes”

              Freya Stark

              Destino: Oriente próximo, Yemen

              La británica Freya Stark (1893-1993) solía pasearse con un lagarto de Borneo por las calles de Londres. Esa es solo una de sus excentricidades. A los 9 años le regalaron un ejemplar de ‘Las mil y una noches’ y quedó atrapada por Oriente. A los 13 se le enredó la melena en un máquina de coser industrial que le arrancó parte del cuero cabelludo y una oreja. Un calculado peinado ocultó la deformación de por vida.

              Su gran conocimiento del mundo árabe facilitó su nombramiento como secretaria para asuntos orientales del Alto Comisionado Británico en el Cairo.

              Trabajó como espía para evitar que los árabes apoyaran a Hitler lo que la hizo llegar en 1940 a la ciudad de Sanaa, en el Yemen, donde gracias a un proyector de cine, que logró transportar hasta allí, películas inflamables incluidas, convenció al imán de que se mantuviera neutral.

              “De todas la maravillas de la naturaleza, seguramente, la más grande es el horizonte”

              ‘LOS VALLES DE LOS ASESINOS’

              Este libro, hoy descatalogado, es posiblemente el mejor de la treintena que escribió Stark. Crónica del viaje que realizó al valle de Alamut, fue la primera occidental documentada en hacerlo, donde en el XIII operaba la sectos de los Hashishiyyin, matones sometidos a las drogas, de donde deriva nuestra palabra ‘asesino’.

                Osa Johnson

                Destino: Islas Salomón, Borneo y Kenia

                La norteamericana Osa Johnson (1894-1953), chica de Kansas, no viajó sola a África sino con su marido Martin al quien había conocido a los 16 años tras volver este como documentalista y camarógrafo de un viaje junto al escritor Jack London.

                Las películas firmadas por la pareja, de gran valor etnológico y geográfico, alentaron la imaginación africana del público americano desde los años 20. Como salidos de ‘Mogambo’ o ‘Las minas del Rey Salomón’, Martin y Osa, no solo realizando documentales, también fueron los reyes indiscutibles de los safaris africanos que llegaron a organizar, entre otros, para la familia real.

                Al final de su vida, ya viuda, ella conoció un gran éxito televisivo con sus documentales y regresó a Kenia para filmar para la Fox los exteriores de la película ‘El explorador perdido’ con Spencer Tracy.

                ‘LA AVENTURA DE MI VIDA’

                La relación de las aventuras de Osa Johnson no abarca solo sus aventuras africanas. En esta autobiografía relata los viajes que también realizó a a las islas Salomón, Borneo y Nueva Hébridas. Ella fue la protagonista absoluta de las películas rodadas por su marido donde exhibía su puntería con las armas de fuego y su habilidad como piloto.

                  Isabelle Eberhart

                  Destino: Norte de África, Argelia

                  La suiza Isabelle Eberhart (1877-1904) no encontró su lugar en el mundo hasta los 20 años y este no podía ser lo más alejado posible de su ordenada y, para ella, aburrida Suiza natal.

                  Llegó a Argel con su madre que falleció nada más llegar, pero lejos de odiar aquella tierra decidió instalarse allí en una especie de huída hacia adelante: afeitarse la cabeza, vestirse de hombre, enfundarse una chilaba y vivir la vida nómada de los beduinos, entre los que intentó pasar desapercibida bajo el nombre de Mamoud Saadi.

                  Convertida al Islam, combatió ferozmente contra la colonización francesa y demostró mucha más bravura que su marido, un lugarteniente argelino.

                  “Todo viaje, incluso en las regiones más frecuentadas y más conocidas, es una exploración”
                  ‘Diarios de una nómada apasionada’

                  ‘DIARIOS DE UNA NÓMADA APASIONADA’

                  Aunque escribió otras obras hoy olvidadas y olvidables, quizá sea esta su obra más emocionante, porque en realidad no tenía la voluntad de ser publicada. Estos diarios corresponden a los últimos cuatro años de su vida que acabó a los 27 años cuando una riada de barro arrasó el poblado en el que se encontraba.

                    Annemarie Schwarzenbach

                    Destino: Irán

                    La vida de la suiza Annemarie Schwarzenbach (1908-1942) fue veloz e intensa. Belleza andrógina, morfinómana, amante de hombres y especialmente de mujeres –Carson McCullers, enamorada de ella, le dedicó su novela ‘Reflejos en un ojo dorado’- , amiga de los hijos de Thomas Mann, los también escritores Erika y Klaus, con quienes formó un orgulloso triángulo LGTBI.

                    Extravagante y muy poco dada a las convenciones sociales era también una empedernida viajera.

                    Durante el ascenso del nazismo decidió poner tierra por en medio y viajar primero a España y más tarde realizar un largo viaje por Oriente cuya etapa final será Irán, lugar con el que la autora se sintió una inmediata conexión espiritual.

                    ‘TODOS LOS CAMINOS ESTÁN ABIERTOS’

                    Crónica del último viaje a bordo de un Ford que la autora realizó a Irán, en 1939, esta vez junto a su amiga, la viajera y fotógrafa Ella Maillart, un lugar donde apenas llegaban los ecos de la guerra que acababa de estallar en Europa. El sello Minúscula también ha publicado ‘Muerte en Irán’, ‘Ver a una mujer’ y ‘Con esta lluvia’, ficciones vinculada a su alma nómada.

                      Un reportaje de EL PERIÓDICO

                      Textos:
                      Elena Hevia
                      Infografías:
                      Francisco José Moya
                      Coordinación y diseño:
                      Ricard Gràcia y David Jiménez